El santo millonario romance Capítulo 25

Dayana Berlusconi

No me pasa desapercibido el dolor que cruza por sus ojos azules alumbrados por el relámpago que acelera mi corazón de sobre manera, Donovan permanece cayado con una expresión oscura y pensativa.

—Donovan, —lo llamo.

—¿Le creíste? —cuestiona.

—No confió en ella, pero si en ti y quiero que me digas que sucede, —suspira y se sienta para pasar una mano por su cabello, niega.

—No puedo hablar de eso Dayana.

—¿Entonces es verdad lo que dice? —cuestiono con miedo.

—Sí, —se gira y alcanza la pastilla para echársela a la boca. —Que duermas bien Dayana, —se recuesta dándome la espalda y creo que esta conversación acaba de terminar.

(…)

Cuando desperté ya Donovan no estaba, no me molesta pero me preocupa, me duche y vestí con algo cómodo para caminar a la cocina donde lo encontré con su ropa deportiva y algo mojado.

—Buenos días, —saludo.

—Hoy no iremos a le empresa, —alzo mis cejas sorprendida. —Quiero que los de seguridad investiguen quien entro a mi casa, —suelta.

—Como digas, me iré a ver a mi madre y regreso en la noche, —asiente.

—Jean te llevara.

Se retira de la cocina dejándome sola, pero su actitud tan extraña me incomoda, me levanto de la silla para ir hasta la habitación donde ya ha iniciado a quitarse la ropa, me cruzo de brazos y lo miro.

—¿Seguirás comportándote de esa manera? —frunce el ceño.

—¿De qué hablas?

Donovan continua desvistiéndose como si nada hasta quedar solo en bóxer, me mira ceñudo.

—Me tratas de manera cortante, evitas conversar conmigo y un día eres gentil y al otro un completo idiota, —recrimino.

—No me llames de esa manera, —pide.

—Idiota, gilipollas, imbécil, cavernícola, gruñón, malhumorado… —camina hasta mí me atrapa entre sus brazos y me besa con fuerza, muerde mi labio inferior con rudeza.

—He dicho que no me llames de esa manera.

—Por eso me besas.

Sonríe con malicia.

—Es una manera de callarte con sin provocarte daño.

—¿Crees que me das miedo? —cuestiono mirando sus ojos azules que se notan oscurecido.

—Supongo que después de lo de anoche debes temerme.

Niego.

—No creo que seas lo que afirmas ser, se nota en tus ojos el dolor que cargas y que aunque quieras dejarte ir y consumirte por el, sé que quieres redención y buscas algo a que aferrarte, —toco su pecho donde está su corazón. —Eres noble y un buen hombre Donovan.

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