Dayana Bristol
—¿De qué habla? —cuestiono y esta me mira con una expresión neutra.
—Ya veo que te mantiene ignorante de todo, pero si quieres saber más aléjate de él y prometo darte toda la información que quieras, —sin duda esta mujer no tiene escrúpulos.
—Si Donovan no me ha contado eso, tal vez tiene sus razones y las respeto. Ahora le pido que se marche, —solicito.
—Tarde o temprano te caerás oportunista. —Se marcha con su pelo airado mientras que la miro «Maldita arpía» pienso.
Suspiro y emprendo mi camino nada más y nada menos que a la habitación del jefecito, sé que está mal lo que voy a hacer, pero la curiosidad de ver una foto de Valeria es muy grande. Mis pasos me llevan directo a su closet, observo el amplio lugar y en una esquina en la parte superior vislumbro un maletín «Dayana sal de aquí y ve a tu habitación» pienso una y otra vez.
La curiosidad es superior y me alzo para tomar el maletín y para mi desgracia lo dejo caer provocando que todo el contenido salga desparramado en el suelo. Son muchos portafolios con fotos de chicas, me arrodillo para recoger y poder ordenar, pero al ver unas fotos mías me detengo y tomo el folio «¿Qué mierda?» me cuestiono internamente mirando informaciones de mi vida.
Donovan me ha investigado e incluso me han fotografiado a mí y mi madre, fotos mías saliendo de algunos antros, acompañada y sola. Me aterra pensar que me he metido con un psicópata que puede eliminarme en cualquier momento y desaparecerme de la faz de la tierra.
—¿Qué haces? —pego un grito mientras llevo mi mano a mi pecho por el susto que me ha dado.
—¿Qué haces aquí? —interrogo nerviosa mirado sus ojos azules que me miran con curiosidad. Esa mirada se desvía hacia los papeles que tengo en las manos y su ceño se frunce.
—¿Por qué tienes eso Dayana? —Se acerca y se agacha para fruncir más su ceño. —¿Estas quiénes son? —Cuestiona mirando los demás documentos.
—Es lo que mismo que te pregunto a ti ¿Por qué tienes todas estas informaciones? ¿Me investigaste? ¿Acaso eres un psicópata?
—Demasiadas preguntas, —suelta. —Lo que importa aquí es ¿Quién ha traído esos documentos? —Interroga. —El único que estaba era el tuyo y esos no tengo idea de donde han salido ¿Alguien estuvo aquí?
—La única persona que ha vendido fue tu madre y se retiró de una vez.
Alza sus cejas con interrogación.
—Luego me cuentas. Ahora necesito que dejes eso y no toques nada más, —salimos de allí y este enseguida llama a los de seguridad—Alguien entro a mi casa y ustedes ni tienen idea de quien ha sido. Quiero que investiguen ¡Quien coño entro! —Exclama mientras su rostro se pone rojo.
—Hey tranquilo, —sujeto su mano.
—Prepara un equipaje con ropa, —ordena. —Ahora Dayana, —suelta y asiento para irme de allí, ya que siento que no es momento para contradecirlo.
(…)
El auto lleva media hora recorriendo la autopista y ninguno se ha dedica a decir media palabra, no quiero romper el silencio, pero necesito respuesta o me explotara la cabeza creando teorías.
—Donovan ¿Qué está sucediendo?
—Alguien burlo la seguridad y planto esas informaciones allí, —informa neutro. —No quiero imaginar que hubiera sucedido si esa persona hubiera tenido la misión de eliminarte.
Trago grueso porque tampoco me quiero imaginar una escena como esa.
—¿Por qué esas mujeres?
—No tengo idea de quienes son, pero creo que lo han dejado para que tu rompieras conmigo, esa es la teoría que he creado, —suspira y se nota que está agotado, por lo que decido ignorar el tema por ahora.
—¿A dónde vamos? —me mira agradecido.
—Tengo un pequeño apartamento.
—¿Cuántos tienes? —se ríe. —No te rías.
—Bueno es que me pregunta algo difícil de responder, sé que en aquí en California tengo tres propiedades. En Miami poseo una casa de playa y un yate, no es en el que estábamos, ese es de mi madre y el mío es más tecnológico, —informa.
—Cuanta vanidad, —suelto.
—Me gusta la tranquilidad, poseo en Ámsterdam una casa rodeada de bosque y cuando decido vacacionar para alejarme de todo, me voy allí por dos semanas, —anuncia.
—Seguro es maravilloso poder estar en un lugar así y pasarse el día desnudo, —se carcajea.
—Es algo que nunca he hecho.
—Que aburrido señor Bristol, —niega y el auto baja a un estacionamiento subterráneo, se estaciona y la puerta es abierta por Jean, Donovan sale y luego yo, caminamos hacia el ascensor y no me pasa desapercibido la variedad de auto lujosos que hay parqueados.
—Todos son míos, —anuncia después de que la puerta del ascensor se cierra.
—¿O sea que no tienes vecinos?
Niega.
—Te digo que tengo un montón de autos deportivos y me preguntas por los vecinos, —suelta.
—Es que siento que ya no me sorprende el despilfarro de dinero que tiene, —anuncio.
—Un gusto no cae mal, pero respondiendo tu anterior pregunta, no tengo vecinos, ya que son solo tres pisos y todos me pertenecen, es un penthouse exclusivo para una sola persona, o sea yo.
—Arrogante, —alza sus hombros restándole importancia.
Las puertas se abren y todo es lujo, moderno y tan frívolo como Donovan, nos desplazamos por el lugar hacia la cocina donde este lava sus manos y comienza a buscar diferentes productos de la alacena.
—Acepto.
(…)
Froto la toalla en mi cabello para luego meterme a la cama, suspiro y giro mi rostro hacia Dayana que está dormida a mi lado, le tiene pavor a los truenos y hoy está cayendo una enorme cantidad de agua del cielo.
Suspiro cerrando mis ojos y el sueño parece no querer entrar a mi sistema por lo que salgo de la cama, camino hacia mi valija donde encuentro el frasco de pastilla que me lleve y que no utilice.
Regreso al camarote y abro el embace, saco una capsula blanca y antes de poder llevarla a mi boca la voz de Dayana llega mi mente, me recuerda que puedo volverme un dependiente de estos fármacos, suspiro mirando la pastilla.
—No lo hagas, —murmura.
—Pensé que estabas dormida.
Giro mi rostro para mirarla.
—Es difícil con tantos truenos y relámpago, recuéstate aquí, —pide, miro la pastilla y la coloco en la mesa para hacer lo que pide, su cabeza se posa en mi pecho y por instinto acaricio su cabellera rubia inhalando el olor de su cabello.
—¿Cómo terminaste siendo dependiente de ellas?
Suspira.
—Después de la muerte de mi padre me era muy difícil conciliar el sueño, mi médico me diagnostico insomnio postraumático y me receto esas pastillas para poder dormir hasta que la comencé a tomar con más frecuencia y por cualquier momento emocional que sufría recurría a ellas para calmarme, —siento su mano acariciar mi costado y mi cuerpo se tensa, pero luego me relajo.
—Entonces ¿Cómo descubriste que un orgasmo te ayuda a controlar el insomnio?
—Mi exnovio, —susurra. —No pregunte más sobre eso.
—Respeto tu espacio, —mascullo aunque me da mucha curiosidad saber más sobre su antigua relación.
—Tu madre dijo algo bastante extraño, —se tensa.
—¿Qué?
—Me ofreció un cheque en blanco para que me aleje de ti y parece que está acostumbrada a hacer cosas como esas, —frunzo mi ceño molesto.
—Sonia está empeñada en destruirme, —aprieto mi mandíbula.
—Y eso no es todo, Donovan, —se sienta para mirarme con preocupación y terror al mismo tiempo. —Dijo que eres un asesino.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El santo millonario