El santo millonario romance Capítulo 18

Dayana Berlusconi

Termino de ducharme y salgo con la ropa de Donovan colocada, este esta recostado boca arriba en su cama con sus ojos cerrados y su brazo derecho flexionado detrás de su cabeza que lo hacen ver muy sexi. No entiendo como alguien tan atractivo puede ser virgen, su cabeza se alza y me mira por varios segundos para levantarse.

—Si quieres puedes dormir conmigo, —comenta.

—Señor Bristol acaso me está invitando una noche de pasión, —niega.

—Solo dormir Dayana, —aclara y me rio para meterme a su cama mientras este se va al baño donde pasa varios minutos y regresa con solo un pantalón de chándal, su cabello húmedo el cual restriega con una toalla y se mete a la cama.

»Dayana ya que mañana iremos a esa gala benéfica y te presentare como mi novia oficialmente voy a requerir que hagas algo.

—Usted mande jefecito.

—Quiero que vengas a vivir a aquí, —me siento automáticamente para mirarlo.

—¿Qué?

—Es por protección, mi familia desde hace unos años ha sido atacada y no quiero que te suceda algo, ya que estarás en el ojo de todos cuando te presente como mi novia.

—Donovan…

—Por favor Dayana no quiero que vayas en contra de esto, firmamos un acuerdo y era de esperarse que vengas a vivir aquí, —suspiro porque tiene mucha razón.

—Pero antes deberás hacer una cosa, —alza sus cejas y asiente para que continúe—. Tienes que ir conmigo donde mi madre para que te conozca como mi novio.

—Bien… solo dime cuando y allá estaré.

—¿Así de simple? —cuestiono sorprendida.

—No veo nada de malo, no es como si fuera a sacarme los ojos ¿o sí? —niego mientras me rio.

—Mi madre se enamorara de ti, —anuncio y este sonríe con un pequeño sonrojo en su mejilla.

Después de esa pequeña conversación cada quien se giró a su lado para terminar dormidos.

(…)

Cuando despierto lo hago envuelta entre las colchas blancas con olor a lavanda y para completar los brazos de Donovan se aferran a mi cadera mientras que su alegre entrepierna se afinca a mi nalga. Su cuerpo se encuentra caliente a tal grado que me provoca calor, no sé porque este hombre es tan cálido.

Se remueve y suspira pesadamente mientras que parece estar despertando, ya que se aleja poco a poco de mí como si no quisiera incomodarme.

—Ya estaba disfrutando del calor que emana señor Bristol, —me giro para encararlo y estaba frotando sus ojos, su cabello esta desaliñado y supongo el mío esta igual.

—Lamento si te desperté, —su voz sale ronca y bastante varonil.

—Para nada, —hago una mueca.

—Hoy el día es largo, llamare a mi estilista para que te ayude con tu peinado, maquillaje y vestuario, —comenta sentándose—. Puedes ir primero a ducharte, —indica.

—Quiero quedarme un rato más, pero ve primero… Donovan no tienes por qué avergonzarte de tener una erección, —me mira sorprendido—. Ya me la restregó, —lleva su mirada a otro lado que no sea mis ojos y suspira para irse hacia el baño sin mirarme.

No puedo evitar reír mientras niego, me abrazo a una almohada y me quedo así por un largo rato hasta que Donovan sale envuelto en una toalla para entrar al closet donde se encierra y me levanto de la cama para ir al baño, tomó una ducha y observo que sobre el lavado ha dejado un cepillo sellado.

Al terminar de cepillar mis dientes salgo envuelta en toallas y Donovan ya está vestido con una ropa deportiva mientras habla por teléfono, se despide de la persona y me mira.

»¿Qué me pondré? —cuestiono.

—Como no saldrás a ningún lado y el estilista vendrá en dos horas, te conseguiré una camiseta y un pantalón deportivo con tiras que se ajustaran, —asiento y este busca lo que ha dicho para salir de la habitación dejándome sola, me visto y sujeto mi cabello en una cola desordenada para luego dirigirme a la cocina, me sorprendo al encontrar a una señora enfrascada en una conservación con Donovan.

—Buenos días, —saludo un poco cohibida ya que la señora me mira un poco sorprendida.

—Casandra ella es mi novia Dayana, —me presenta estirando su mano para que pueda sentarme en el taburete que está a su lado.

—Es un gusto conocerte Dayana, —sonríe—. Me puede llamar Sandra, —asiento devolviéndole la sonrisa.

—Sandra prepara las mejores comidas, —anuncia Donovan.

—A ti te gusta todo lo que preparo. —Asiente—¿Quieres algo en especial para desayunar señorita Dayana?

—Solo Dayana y comeré lo que prepare, no se preocupe, —asiente.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El santo millonario