Axel Vega Lazcano
León, Guanajuato, México
En cuanto se dejó caer en mi pecho, sentí cómo Amaia al momento, de alcanzar el cielo, se soltó en mis brazos y se quedó muy relajada y demasiado suelta. Eso de inmediato me alarmó y comencé a hablarle, era una tremenda angustia.
–Amaia, cariño ¿Qué tienes mi amor? – La moví un poco – Te amo, despierta mi reina, por favor.
Pensé que por mi forma tan brusca y fuerte de tomarla, le había causado otro desmayo y yo no sabía cómo hacerla reaccionar, me alarmé demasiado y no quería entrar en pánico, eso sería peor.
–Axel – Respondió muy agitada – Estoy mejor que bien mi amor, no tengo nada. Es solo que me he quedado sin fuerzas. Esto ha sido mágico.
Pude respirar con tranquilidad, por un momento pensé que se quedaría así en mi pecho. Solo necesitaba descansar, no era otra cosa de la cual alarmarse. Nada que unos minutos de descanso no puedan solucionar.
–Descansa entonces, preciosa, solo un poco mi amor. – Le concedí. – Ahorita que nos repongamos un poco bajaremos a cenar ¿Me lo prometes?
–Sí mi amor, te lo prometo. – Dijo con los ojos cerrados.
Descansamos un rato, en el que sentí que yo también me dormí con ella. Amaia nuevamente despertó antes que yo y se levantó a ponerse su vestido, no le había quitado las zapatillas y cuando se acercó a mí y me besó, sentí de nuevo las ganas de seguir amándola, pero me tuve que detener. Teníamos que cenar y eso era de vital importancia, si no quería que ella se volviera a desmayar como el día de ayer le había pasado.
–Axel, mi amor – Amaia seguía llenándome de besos – Tenemos que ir a cenar, es que me estoy muriendo de hambre.
En cuanto me dijo eso me desperté por completo no debíamos perder más tiempo, teníamos que ir a reponer fuerzas y más en especial ella.
–Si cariño, me visto y nos vamos.
–Sí mi amor, si mi rey.
Amaia me abrazó y nos perdimos en el abrazo, así duramos un buen momento hasta que ella se separó de mí, me miró a los ojos para perderse en mi mirada, así como yo me perdía en la de ella. Siempre conectábamos así, como si ella me leyera la mente y cómo si yo, pudiera leer la de ella.
–Te amo, cariño. Te amo Amaia, esto ha sido lo mejor que he vivido con una mujer y ha sido contigo, con la mujer que amo. – Le repetí.
–Si preciosa, el guion de la mejor historia de amor. La historia de Amaia y Axel – Ella sonreía de manera encantadora al escuchar eso que le dije.
–La mejor historia de amor de todos los tiempos. – Terminó diciendo ella.
Llegamos a la mesa y yo la ayudé asentarse, recorriéndole la silla, luego tomé mi lugar y esperamos a que nos sirvieran la cena. Era una cena especial de cocina internacional, en la que cenamos selectos y exclusivos cortes de carne con ensalada gourmet y para terminar la cena, no podía faltar el postre un tiramisú, el postre favorito de mi hermosa Amaia, que nos lo sirvieron con una deliciosa bola de helado, me miró y supe que se había dado cuenta de ese detalle.
Moví mi silla, para quedar justo al lado de ella y darle de probar el postre con mi cuchara, maravillado por como ella se emocionaba ante el más mínimo acercamiento de mi parte. La llené un poco del betún del postre y se lo retiré con mis besos, cualquier pretexto era bueno para besar sus labios. Así seguimos hasta que terminamos el postre, estaba encantado de haber organizado esto para ella y que le hubiera gustado.
–Te amo Amaia – Le dije una vez más, no quería que eso lo fuera a olvidar – ¿Quieres algo más o nos vamos a descansar? Tú decides, mi amor.
–Nos vamos a descansar, Axel – Respondió ella bostezando.
Nos retiramos tal como llegamos tomados de la mano y cuando llegamos a la suite de regreso y volvimos a besarnos, me senté con ella en mis brazos en la orilla de la cama. Seguimos regalándonos intensos besos, hasta que la vi cerrando mucho sus ojos, nos detuvimos y nos preparamos para acostarnos a dormir.
Ella se puso mi camisa y yo encantado de verla con ella puesta, me acomodé en la cama, con ella en mis brazos y la consentí hasta que se durmió y enseguida lo hice yo, cerré los ojos en esa, la mejor noche que había pasado en toda mi vida y esta era solo la primera de muchas más.
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