El Socio de mi padre romance Capítulo 37

Axel Vega Lazcano

León, Guanajuato, México

Amaia estaba feliz al recibir las llaves y el control de la entrada del estacionamiento de nuestro departamento de lujo. Amaba ser yo, quién le pudiera dar todos esos lujos, con solo verla feliz mi mundo se iluminaba y aún faltaba decirle la mejor parte de la sorpresa.

–Amaia, te amo preciosa. En unos días tenemos que ir con el notario, para que firmes la escritura – Le informé sonriéndole – De este lugar, que es tuyo.

Se me quedó viendo muy sorprendida, pero no de la emoción, su cara cambió por completo, no le había gustado la noticia, yo pensé que se alegraría.

– ¿Qué? No Axel, no te lo puedo aceptar y discúlpame por favor mi amor – No le había gustado eso que le dije – No puedo aceptarlo, porque simplemente yo no quiero que pienses que estoy aquí contigo por dinero, cuando la verdad ya la sabes llevaba tiempo enamorada de ti.

Me explicó, pero no era necesario, yo ya lo sabía, pero por lo menos le quería dar algo de corazón, la amaba y todo lo que yo tenía era de ella.

–Eso lo sé, mi hermosa, mi bella, mi linda Amaia – La envolví en mis brazos – Déjame darte, todo lo que yo quiera darte. Porque tú, te mereces todo, te pido que no me limites en nada de lo que quiera darte y hacer por ti.

A Amaia, le daría todo lo que tengo y lo que no, no sabría cómo explicar lo que siento, pues es la primera vez que estoy enamorado.

–Axel, te amo. Eres el hombre más encantador del mundo.

Nos abrazamos y nos besamos intensamente, Amaia desataba todo en mí, al más mínimo beso, al más mínimo contacto de nuestros labios o de nuestros cuerpos. Yo nunca me cansaría de ella y mucho menos de hacerla mía. Ella era todo lo que yo, necesitaba para poder seguir viviendo, para poder respirar y para poder ser yo mismo.

Entre beso y beso fueron subiendo de tono las caricias y ella, de pronto, tuvo un ataque muy fuerte de tos, escuché que comenzó a tener un silbido y eso me hizo detenerme de inmediato, lo que menos quería era que ella se pusiera peor.

–Amaia cariño, mejor vamos a cenar algo y después nos dormimos. No quiero que te pase nada, estás tosiendo demasiado.

Esa tos ya no me gustaba para nada, pero no sé cada cuánto se podía aplicar el medicamento, debía yo estar más al pendiente de eso, lo voy a consultar con la doctora.

–Sí, Axel, me quiere dar de nuevo el asma. Lo siento, amor. – Se disculpó.

–No pasa nada, además ya hace rato estrenamos más que bien el departamento. No podemos quejarnos – La hice reír de inmediato – Dime cariño, que te gustaría cenar.

La habíamos pasado de maravilla, encantado, me vendría a vivir todos los días con mi preciosa Amaia, pero por el momento no podemos, trataré de buscarle una solución, porque mi situación no es la más conveniente en estos momentos.

–Una pizza o algo de lo que tú quieras, por favor amor.

–Sí, mi reina, yo la pido, no te preocupes por nada y aprovecho para decirte que, lo que no te guste del departamento, lo que sea, me avises para que venga el decorador y cambie todo a tu gusto.

–Y tú a mí, eres única Amaia. Nunca me sentí así por ninguna mujer, antes de ti.

Era la verdad, ni siquiera en mi adolescencia, conocí a una mujer que me hiciera sentir como ella me hace sentir.

–Eso no te lo creo, debes de tener una amplia colección de mujeres en tu haber. No creo que exista una mujer en la tierra, que no quisiera estar contigo.

Si de esas hablamos ella también ha tenido muchos pretendientes, pues es irresistible, me pongo celosos nada más de pensar en que alguien más ha besado su boca y ha tocado su piel, por eso no pienso mucho en eso, trato de que eso no me afecte.

–Lo mismo digo preciosa, por eso me pongo tan celoso de Luis Miguel y si mal no recuerdo, alguna vez escuché que le decías a Ale que él te gustaba y que andaban intentando tener algo – Le recordé aquello – Luego, volviste enojada al despacho diciendo que decidieron quedar como amigos.

Fue lo mejor que había escuchado ese día, pues cada vez que lo veía me entraban unos celos enormes, pero disimulaba muy bien en no dejarlos salir. No me gustaba ponerme en evidencia. Pues no tenía por qué ponerme celoso si ella no era mi novia.

–Sí, mi amor, pero eso ya es pasado – Amaia me besó tiernamente – Ahora, el único que me gusta y que me encanta eres tú.

–Y tú a mí.

Pasamos un rato consintiéndonos y Amaia, seguía tosiendo, eso me preocupaba mucho. Al llegar la pizza, colocamos todo en la mesa, cenamos y después nos fuimos a la recámara a pasar nuestra primera noche juntos, aunque solo fuéramos a dormir.

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