El Socio de mi padre romance Capítulo 49

Axel Vega Lazcano

León, Guanajuato, México

Amaia se sorprendió al ver cómo, yo mismo, le destapé la bebida. Estando en casa de Ale, no podía hacer más y por lo que me daba cuenta, ya ellas, me gustara a mí o no, ya tenían su plan de tomar. Amaia me miraba con miedo, como si yo la fuera a reprender por algo, pero después de cómo me puse anoche, no me sentía con derecho de decirle nada. Solo quería que me perdonara, que me diera la oportunidad de aclararle el asunto.

–Axel, te estoy hablando – Ale me volvió a la realidad – Te decía que he hecho, estos arreglos en el caso de los Vélez. Dales una leída y lo que no te guste lo arreglamos.

–Claro Ale, ya lo leo – Tomé la carpeta – Seguramente todo me parecerá bien y no veo la necesidad, por algo somos el mejor equipo.

–Lo somos y lo seremos siempre, Axel – Ratificó Ale – Salud Amaia, te veo muy lenta con la bebida.

–Salud Ale – Amaia chocó su botella con la de Ale – No estoy lenta, es que estoy llena de agua y eso no me ayuda, necesito que se me baje un poco.

–Está bien, ahorita que termines tú tarea ¿Le puedes dar tú una leída también a mis avances en el caso?

Ale le decía como cualquier día que le había dicho eso, Amaia era bastante observadora y en varias ocasiones nos había ayudado a ver los casos desde otra perspectiva.

–Si, claro, sin problema – Respondió Amaia.

Ver así a mi Amaia, tan apagada a pesar de estar tomando con Ale, me remontó atrás sin poder evitarlo. Al primer día que dejé de verla como una niña pequeña, cuando ella se convirtió en mujer. Todos celebraban sus 18 años en el despacho, tomando unas bebidas como las que ahora ellas tomaban y recuerdo como si fuera ayer, que ese día cambió para siempre en mí, la forma de verla.

***FLASHBACK 2 AÑOS ATRÁS***

–Brindemos por ti, hermosa Amaia y por tus primeras 18 primaveras – Levantó su copa Bin Laden, haciendo que todos lo imitáramos. – Te he traído un presente, de mi parte y de la de mi esposa.

–Salud por mi hermanita, los regalos los pueden poner por allá – Decía Ale – Amaia, espero que esta pequeña fiesta sea de tu agrado y no te arruine los planes, que más tarde tienes con tu novio. Yo ya te di mi regalo.

–Felicidades, preciosa Amaia – Levanté mi copa para brindar – Por ti y porque cada día, te pongas más hermosa. Antes que te vayas, yo te daré mi regalo.

–Muchas gracias a todos en serio – Amaia estaba a nada de llorar – No pensé que fueran a hacer esto para mí, pero muchas gracias.

–Nada que agradecer – Aseguré – Solo se cumplen 18 años una vez en la vida y espero que disfrutes mucho de tu día, si quieres podemos ir a cenar después.

Ale comenzó a reírse en mi cara, de la invitación que sin querer le lancé a Amaia. Llevaba mucho tiempo que me sentía muy atraído por ella, por Amaia, pero nada había podido hacer entonces, ella era menor de edad. Hoy que ya estaba con sus 18 años cumplidos, si me aceptaba ir a cenar, le diría lo que pienso, que me atrae, que me gusta, que me encanta y que no la veo ya como solo mi amiga, que la veo ya como mujer.

–Axel, muchas gracias por la invitación, pero tengo planes con mi chico para ir a cenar – Respondía ella – Pero te prometo, que después vamos tú y yo a cenar.

–Amaia, antes que te vayas ¿Te tomas la última bebida conmigo? – Le propuse – Por favor, cariño. Además, aún no llega tu chico por ti.

–Claro que sí, Axel ¿La puedes destapar por favor? Tengo que ir al baño.

–Si cariño.

Destapé ambas bebidas, la de ella y la mía y cuando ella regresó del baño no iba a perder mi oportunidad, de abrazarla estando solos por nada del mundo. Yo tenía que saber, si ella algún día me vería como algo más que un amigo y como el socio de su padre, quería saber si algún día podría probar de sus labios un beso.

–Amaia, no te he dado el abrazo – La tomé de la cintura y la miré a los ojos – Muchas felicidades, preciosa.

Su olor tan dulce, entró por mis fosas nasales, respiré profundo esperando que no se diera cuenta, en ese momento me sentía nervioso, como si fuera un adolescente en su primera cita, con la chica que le gustaba.

–Gracias, Axel, no pasa nada – La envolví en mis brazos, quedándonos así por mucho tiempo.

–Yo también te he comprado algo. – Dije aun abrazándola.

Al separarnos del abrazo, me quedé inmerso con ella en un contacto visual que desató en mí, mis más profundos sentimientos que por ella sentía.

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