Amaia Domínguez García
León, Guanajuato, México
Llegó muy rápido nuestro segundo fin de semana, en el que nos tocaría estar juntos a Axel y a mí y yo, lo que menos quería era verlo. Estaba saliendo de casa de Ale, cuando recibí ese viernes antes de irme al Tec, una llamada de un número desconocido y la tomé.
–Hola Amaia ¿Cómo estás? Soy yo, la güera – Me saludaba, pero no contesté enseguida – ¿Cómo estás Amaia?
–Hola güera, perdón es que no tengo tu número registrado ¿Cómo estás tú? – Pregunté, sorprendida de su llamada – Espero que, no me llames para decirme que Axel, también a ti te ha maltratado en estos días.
–No Amaia, nada de eso. De hecho, anda muy triste, por estos días y porque no quieres saber nada de él, pero no te hablo por eso – La güera al parecer quería proponerme algo – ¿Qué vas a hacer al rato, cuando salgas del Tec?
–Pues nada en especial, pensaba en irme a quedar a un hotel y llamar a mis dos mejores amigos, para relajarnos todo el fin de semana. Mi hermana no estará y no me gusta estar sola – Admití – Pero, estoy abierta a si me propones algo.
Estaba muy deprimida por todo este asunto de Axel, venía a dañar los planes que ya teníamos, pero yo no le iba a decir que estaba dispuesta a que siguiéramos con lo acordado como si nada.
–Vamos de compras cuando salgas, sé que, aunque no me lo digas, también estás mal por él, por el tonto de mi amigo.
Me orillé en una calle poco transitada, pues las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos, sin que pudiera hacer nada para detenerlas. Lloré, porque la güera tenía razón, me estaba muriendo sin Axel. Lo extrañaba a morir y cada día que había pasado desde esa horrible noche, me hacía sentir muerta en vida, sin poder abrazarlo, besarlo o simplemente estar juntos.
–Lo siento güera, sé que no debo de llorar ni de ponerme así – Me disculpé – Pero te mentiría si te dijera que no lo extraño, pero la vida sigue y sí vamos de compras cuando salga del Tec ¿A dónde paso por ti? Yo traigo auto.
Le dije la verdad, la güera había pasado a ser en poco tiempo, alguien de mi entera confianza, además era una persona de mente abierta y le podía contar lo que quisiera.
–No llores Amaia, nunca debe una de llorar por un cabrón. Es un consejo de amiga que te doy. Yo llego ahí al Tec y de ahí, nos vamos ¿Eso funciona para ti?
Desde luego que me funcionaba y me caía de perlas, pues así no tendría que ir por ella a quien sabe dónde, y no quería que me dijera que estaba con Axel.
–Claro que sí güera, salgo a las 2 de la tarde, para que llegues a esa hora por fa y otra cosa ¿Este es tu número personal?
–Sí, este es Amaia, para que me pongas en la agenda. Yo tomé el celular de Axel, para sacar el tuyo.
–Claro, no pasa nada. Nos vemos más tarde güera, es que se me hace tarde para ir a clases.
–Está bien güera, vamos – Dije sin muchos ánimos.
Entramos a la boutique y ambas quisimos que nos mostraran el hermoso vestido negro corto en corte A, para probárnoslo cada una por su parte. Estaba ocupado un probador y la güera fue la primera que se lo probó, pero no le agradó. Después de ella, entré yo a probármelo y me quedó a la perfección. Salí para mostrárselo a la güera, para darme cuenta de que ella ya no estaba sola.
–Amaia, se te ve hermoso – La güera aplaudía – Lo siento, pero antes que me regañes, lo llamé porque no quiero que estén separados, sabiendo lo mucho que se aman.
La güera me había engañado, no era necesario que lo hubiera llamado, no podía pensar ahora en otra cosa que no fuera el dolor que su amigo me había causado, se me tenía que pasar también el enojo que eso me provocó.
–Hola Amaia, estás preciosa – Axel, se acercó a mí peligrosamente que estuve a punto de caerme, pues di unos pasos hacia atrás – Cariño, por favor ¿Podemos hablar?
–Axel, yo no quiero hablar contigo – Dije al borde del llanto – Qué mala onda de tu parte güera.
–Sé que ahora no te parece, pero es lo mejor que lo hablen – La güera quiso hacerme razonar – Axel, es tonto y muy enojón, pero más allá de eso te ama. Habla con él y arreglen las cosas y si me prestas tu auto, yo lo puedo llevar a su depa más tarde.
No iba a montar todo un show ahí en la tienda, muy a mi pesar saqué las llaves de mi auto y se las di a la güera, nos abrazamos y ella se despidió de ambos, de mí y de Axel. Yo entré al probador a quitarme el vestido y cuando iba a entregárselo a la vendedora, Axel lo pagó sin decir nada. Nos fuimos caminando a su auto, me abrió la puerta como siempre y todo el camino a nuestro departamento iba reinando el silencio.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Socio de mi padre