Axel Vega Lazcano
León, Guanajuato, México
–Ale, ya por favor. Tienes que calmarte, te lo suplico – Le dije estando yo, más nervioso y preocupado que ella – Ve abriendo la puerta, estoy ya llegando a la entrada de tu Fraccionamiento.
–Gracias, Axel, muchas gracias. – Me decía, Ale.
–Por nada, lo que necesites, tú y tu familia sabes que cuentan siempre conmigo.
–Lo sé, por eso te quiero.
–También yo, te quiero. No solo eres mi socia, eres mi amiga. – Le aclaré.
Corté la llamada con Ale, al llegar a la entrada de su casa. No me tomé ni la molestia de estacionarme bien, todo me daba igual. Me bajé del auto, sin molestarme ni en cerrarlo bien y Ale ya estaba esperándome en la puerta, en medio de una crisis nerviosa fatal. Ella me dejó pasar y recorrí el pasillo de su casa, hasta llegar al comedor, en dónde estaba mi preciosa Amaia inconsciente en el piso.
–Ale, la llevaré a tu recámara. Por favor, busca el teléfono de alguien que pueda venir a revisarla, un doctor que conozcas – Le pedí – Necesitamos que entre en calor.
–Sí, Axel, tienes razón, voy a llamar al doctor que viene a ver a mis hijas cuando se ponen mal por algo – Respondió Ale – Levántala con mucho cuidado, por favor, no la vayas a lastimar.
–Es lo que menos quiero – Dije sin pensar.
Levanté con mucho cuidado del piso a mi hermosa mujer y entré con ella en brazos a la recámara de Ale, la recosté con mucho cuidado en la cama y me puse de rodillas a su lado, tomé su mano que estaba helada y ella estaba inconsciente. Me sentí fatal, muy nervioso y preocupado. Por andar preocupándome por otras estupideces, como cuando tomó con la güera, debimos ir por los análisis y no lo hicimos. Mientras Ale, llamaba al médico, yo le hablaba a mi hermosa Amaia a fin de, hacerla volver en sí.
–Amaia, mi amor, despierta preciosa – La besé en los labios – Te amo, estoy aquí contigo preciosa, reacciona, mi amor, no me hagas esto, te amo y quiero verte bien.
La llené de besos, en sus mejillas, en los ojos, en sus labios, en sus manitas y con nada despertaba, no quería reaccionar. Escuché pasos por el pasillo, era Ale que, traía paños con alcohol y le poníamos para que lo aspirara, ella tenía que despertar. Traté de controlar mi preocupación, delante de Ale, para no despertar sospechas.
–Axel, muchas gracias por venir a ayudarme – Ale se sentó en la cama y tomó la mano de Amaia entre la suya – Ya viene el doctor. Pareciera que solo está dormida ¿Verdad?
–Sí, Ale y, ya que dices lo del doctor – Respiré hondo – Yo tengo la culpa, que esto pasara. Amaia ya se había desmayado en el Tec, le mandaron a hacer análisis y no fuimos a consulta después, todo esto es mi culpa.
–Axel, no lo puedo creer que te quedaras callado sobre algo tan importante. Sabes que Amaia está enferma, que ella es asmática y no puedo creer que dejaras pasar, las cosas así – Ale lloraba casi histérica – No quiero que le pase nada a mi hermana.
Entendía la desesperación de Ale, yo me sentía igual de mal y recordé cuando Elisa se había puesto mal. Era totalmente comprensible cómo estaba Ale, pero con todo y eso, ahora debía de mantener la calma. Tocaron a la puerta y de un salto, me levanté del piso y fui a abrir, consiente que se trataba del doctor.
–Hola, buenas noches – Lo saludé – Lo estamos esperando, pase por aquí, por favor.
–Buenas noches, estoy buscando a la señora Alejandra Domínguez García – Preguntaba por Ale – Me llamó, porque una de sus hermanas, tuvo un desmayo.
–Sí, es todo por el pasillo, hasta el fondo. Lo acompaño.
Ale salió a comprar la medicina y en cuanto la vi que se fue en el auto, corrí a su recámara para abrazar a mi Amaia, para decirle que estaría con ella, por siempre, no iba a permitir que se pusiera mal estando conmigo.
–Amaia, mi amor, gracias a Dios que estás despierta. Me asustaste – Me acosté a su lado – Te amo, preciosa.
–Axel, también te amo, no me sueltes. Quédate conmigo.
–Siempre, mi reina.
Ale, llegó con los medicamentos, y saqué de inmediato la inyección de hierro que se le tenía que administrar, Ale, salió de la recamara y yo le apliqué la inyección a Amaia con mucho cuidado, porque sabía que no le gustaban las agujas.
–Muchas gracias, Axel. – Me dijo muy bajito, Amaia.
–No fue nada amor, trata de descansar, mi vida. – Me tenía que despedir pero no sabía que decirle.
–Sé que tienes que irte Axel, espero que te vaya bien en tu curso.
–Gracias, amor, estaré pensado todo el tiempo en ti. – La tranquilicé.
Le di un tierno beso en los labios y ella cerró los ojos, y supe que se había quedado dormida.
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