Axel Vega Lazcano
Puerto Vallarta, Jalisco, México
–Te odio Axel Vega – Ella rompió un vaso, tirándolo al suelo – No permitiré que me juzgues de loca, que me dejes hablando sola, pedazo de idiota. Yo no seré tu burla, ya se enteró todo el mundo que has traído también a la güera y anoche bien que tuviste tiempo de sobra para irte a revolcar con ella. Te advierto, que no sabes de lo que soy capaz.
Me amenazó gritando como loca, no quería que vinieran los encargados del hotel a ver qué era lo que estaba pasando, porque alguien haya llamado para denunciar un disturbio en la suite, porque de seguro este alboroto se escuchaba, más allá de la puerta.
–Tú tampoco sabes, de lo que yo soy capaz – La enfrenté – No te atrevas a tocar a la güera, porque ella es inocente de todo esto. Ella no es la mujer, de quién estoy enamorado y si le haces mal, te va a pesar ¿Te ha quedado claro? Ella es solo mi amiga.
Le remarqué, primero había sido contra Ale y ahora la tomaba contra la güera, no quería imaginarme si llegaba pensar que era Amaia, porque aquí si no me iba a importar nada.
–Me vale madres lo que digas Axel Vega, no te pienso permitir de ninguna pinche manera que te burles de mí, ¿Me estás escuchando, cabrón? ¿Quién te crees que eres? no eres más que un estúpido, infeliz – Ella me quiso pegar, así que le tomé la mano – Suéltame, deja de lastimarme la mano.
Ella con su mano libre, me seguía pegando, a lo que yo, me poseí de coraje y sujetando con fuerza la mano con la que me iba a dar una cachetada, la empujé y la estrellé contra la pared. La miré a los ojos con un odio, con el que nunca pensé que iba a sentir en toda mi vida por ninguna persona.
Estaba harto de ella, tenía mucho coraje y no quería ya estar en esa situación que no tenía remedio, sobre todo porque yo, más que nadie sabía que, no había ya nada en ese matrimonio en el que, nunca jamás hubo amor, solo conveniencia de ambas partes, porque a mí no se me iba a señalar como el único culpable de esta farsa.
–Te voy a denunciar Axel – Chilló Cecilia – Siendo abogado, me estás lastimando, estás cometiendo un delito en contra de tu propia esposa y bien que lo sabes, ¿Quién es entonces tu pendeja amante? Contéstame imbécil, si no es Alejandra y si no es la güera ¿Quién es? Dime, al menos tengo derecho de saber con quién se revuelca mi marido, por quién me has cambiado, que ya no me quieres coger a mí.
Qué manera de joderse ella misma la vida, si desde hacía tiempo, ya no la deseaba, ella misma había provocado todo eso, no me dejaba ni respirar, todo el tiempo quería estar encima de mí y eso me cansó, necesitaba mi espacio, que le diera gracias a dios que aun dormía en la misma cama que ella. Pero eso iba a cambiar en cuanto regresáramos a León.
–No te quiero coger a ti, porque fue un error casarme contigo, Cecilia – Le grité en su cara – No te amé jamás y hubiera sido mejor, no tener lo que ahora tengo, pero no haber tenido que pasar por un matrimonio que desde que se realizó ha sido un verdadero infierno. Te odio Cecilia, no me apetece estar cerca de ti.
–Axel, estaba por tocar para irnos al curso – Me dijo ella – Te ves muy tenso, ¿Estás bien?
–Sí Ale, gracias. Estoy bien – Le dije – Vamos, que no quiero que lleguemos tarde al curso.
–Por eso venía por ti, mi papá me dijo que este ciclo de conferencias de hoy, es el más importante.
Nos fuimos con Ale al curso y al llegar y sentarnos, mi mente no podía centrarse en el curso. Mi mente pensaba y recordaba la hermosa noche que pasé con Amaia y lo hermoso que sería que ella fuera mía, para despertar a su lado, todos los días de mi vida.
Porque ya lo había determinado, que ella sería solo para mí, y cuando me divorciara le pediría que fuera mía para siempre.
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