Axel Vega Lazcano
Puerto Vallarta, Jalisco, México
–Gracias, mi amor – Me decía apenas con una vocecita – Pero me ha dado, mucho sueñito.
Como todas las veces que lo hacíamos, ella se quedaba dormida por un rato, hasta que yo estaba dispuesto otra vez y la despertaba para volverla a hacer mía, pero esta vez, me iba a ser imposible, el deber me llamaba.
–Duérmete mi amor – Le decía acariciando su cabello precioso – Yo no me puedo dormir ahora contigo. Pero quisiera que descanses, no puedo faltar, es el último día del curso.
–Sí mi amor, lo entiendo, pero ¿Me arrullas antes de que te vayas, por favor?
–Sí a lo que quieras, cariño. Te amo, Amaia.
Acaricié su cabello por varios minutos y sentí como se soltó, sacando un suspiro de entre sus labios, al levantarme un poco me di cuenta que se había quedado dormida y entonces lamenté, el no pedirle que me acompañara esta noche en la clausura del curso.
Pero, le dejaría dicho con la güera, ya que me había desecho de Cecilia, quisiera esta noche pasarla con mi hermosa Amaia. Le di un beso tierno en su frente y la solté con mucho cuidado, para después darle un suave beso en los labios y dejarla dormidita en lo que yo me iba a mi suite a alistarme para irme al curso.
–Nos vemos güera – Me despedí – Que tengas un buen día y otra cosa. Espero que vayan ustedes tres a la clausura del curso. Yo los invito.
Ya que no había moros en la costa podían asistir de forma segura, ya nada iba a perturbar la paz que debió existir desde siempre.
–No lo sé Axel, no quiero otro numerito – Se quejó ella – Pero, lo pensaré y ¿Amaia, volvió a dormirse?
–Sí, se ha quedado dormidita ¿Le puedes avisar, por favor que quiero que me acompañe esta noche a la clausura del curso? Yo le mandaré un vestido y zapatos también.
–Bien, yo le digo, pero ¿Qué hay de mí? – La güera se reía – Sí quieres que vayamos todos a la clausura, me tienes que mandar a mí también algo acorde para ir.
Sabía sus gustos y en el transcurso del día le mandaría a las dos los atuendos para que asistieran a la clausura.
–Claro güera, ya sé que tengo que consentirte. Es lo menos que puedo hacer, por todo lo que me has ayudado. Te mereces, todo.
Si no fuera por ella, Amaia no estaría aquí en Puerto Vallarta, le debía eso a mi amiga, aun con lo que había pasado con Cecilia, me había ido bien con Amaia.
–Lo hago porque te quiero, canijo – Me decía mi mejor amiga – Espero que, llegando a León, en serio te divorcies de Cecilia y formalices con Amaia. Ella te ama, Axel y espero en serio que no sea, una más de tus conquistas, que te aviso que, a ella ya la veo como una amiga y no me gustaría que la lastimes.
–Hola Celia – Respondí a su saludo – Muchas gracias, sus cosas están por aquel lado y que bueno que te has podido tomar la molestia de traer la llave. Mañana dejó la suite para volver a León.
–Lo sé y lamento mucho todo lo que pasó. Te lo digo sinceramente, pero Cecy se ha encargado que la dejes de amar, eso pasa siempre. Lo digo por experiencia, ya sabes tú, lo que pasó con mi matrimonio, la causante de mi divorcio he sido yo, pero dime Axel ¿En serio andas con Ale, con su hermana y con la güera?
Cecilia se había encargado de comentarle a todo el mundo esa locura, como si yo me fuera a acostar con las tres al mismo tiempo, o que ellas así lo aceptaran, el estar compartiéndome entre ellas. Solo en la cabeza de Cecilia eso existía y en las cabezas de quien se lo creían.
–No Celia, eso es producto de las imaginaciones de tu prima. Pero te seré sincero, ella necesita ayuda profesional. Ayer por poco me mete en un problema muy serio, porque obviamente Mauricio, se molestó por el escándalo que les hizo Cecy a sus hijas.
–Sí, entiendo y no es para menos. Bien yo te dejo Axel, sólo pasé por las cosas de Cecy y toma la llave – Me hizo entrega de ella – Espero que todo mejore para ti y que ella te dé el divorcio. No tiene caso que sigan en este matrimonio, que fue un error desde que firmaron el acta, a mi parecer.
Me daba gusto que ella estuviera de parte de la razón, Cecilia había sido muy manipuladora conmigo y con todos, porque a fin de cuentas ella era la que había salido beneficiada de todo esto.
–Hasta luego Celia, que estés muy bien y gracias por traer la llave y por venir a recoger sus cosas.
–De nada, hasta luego. – Se despidió la prima de Cecilia.
Ella salió de la suite y yo, salí enseguida. Tenía que irme al último día de curso y me sentí liberado de saber que, esta noche, nada me iba a impedir de disfrutar la última noche aquí en Puerto Vallarta con mi hermosa Amaia, era lo que más quería, tenerla de nuevo solo para mí, aunque solo durmiéramos como anoche.
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