El Socio de mi padre romance Capítulo 73

Axel Vega Lazcano

Puerto Vallarta, Jalisco, México

Era el último día del curso y esa noche sería la clausura. Al despertar y ver a mi hermosa Amaia durmiendo en mis brazos, lo que menos pasaba por mi mente era el querer moverme, el querer despertarla porque quería que ella siguiera descansando. La güera entró sin permiso a la recámara de Amaia y me llevó un café bien cargado. Ella siempre ha sido la persona que más me conoce en esta vida.

–Hola amigo – Saludó la güera – Te he traído este delicioso café, algo me decía que ya estabas despierto – La güera, miró a Amaia que todavía estaba en mis brazos. – Ella estaba muy cansada.

–Hola güera, te lo agradezco mucho – Le di las gracias – Me conoces mejor de lo que me conozco yo, ya sabías que yo estaba despierto, y sí Amaia, no se ha movido para nada.

–Sí, no eres de levantarte tarde nunca porque eso, es perder todo el día. Pero ahora, siento que, no quieres moverte para no despertarla. Nunca pensé en toda mi vida desde que te conozco, verte así de perdido y de enamorado por alguien.

–Siéndote sincero, yo tampoco pensé estarlo nunca – Dije todo enamorado – La verdad, estoy enamorado como un adolescente de ella, de mi Amaia.

–Sí ya lo creo, ¿Cómo te fue anoche con tu suegro? Digo con tu socio – La güera se reía – La pobre de Amaia, estaba muy preocupada por ti y eso me da miedo amigo. Ella no te conoce bien, ni a todos tus alcances, eres la persona más sínica y más desvergonzada del mundo y siempre te las ingenias para salir bien librado de todo.

–Gracias, por lo que dices de mí, güera. En serio, que linda eres amiga, te recuerdo que, tú no te quedas atrás. Tráete un café para que me acompañes. Detesto tomar el café solo y ya casi me tengo que ir.

–No creo que vayas a tomar nada ya, tu princesa se está despertando y yo, les daré privacidad. Gracias, por dejarme dormir anoche.

–Por nada y gracias por el café y por darnos espacio. – Le agradecí.

La güera me guiñó un ojo y salió de la recámara, dejé mi café en el buró y al sentir que mi hermosa Amaia se movió en mis brazos, no lo pensé más y la besé con mucho amor y con mucha ternura, en lo que ella podía despertar bien del todo. Así quisiera que fueran mis días, despertar con ella por las mañanas y dormir con ella por las noches.

Que fuera mi último pensamiento y que me despertara pensando en ella, un sueño que me gustaría que pronto se realizara.

–Amaia, mi amor – Le decía entre beso y beso – Que bueno que has despertado, que ya me tengo que ir.

–Axel, no pensarás en irte sin hacerme tuya – Me dijo en un tono sexy y muy sugestivo – Te amo, mi amor ¿Dormiste bien?

–Mejor que bien, cariño y tú veo que también dormiste bien. En cuanto a hacerte el amor, no se me ocurre nada mejor.

Besé a Amaia con mucha pasión y sentimiento, ella se quitó rápidamente la ropa y yo hice lo mismo en fracciones de segundo, no podía perderme el curso era el último día y dadas las cosas con Mauricio y con todo lo que había pasado en este viajecito, era mejor para mí cumplir con todo, por eso lo estábamos acelerando ahora.

La empecé a mover primero lentamente, sintiendo como entraba muy profundo dentro de ella, la mecía de atrás hacia adelante, notando como ella se estremecía en cada una de mis entradas en su interior y después sentí que se corría por vez primera. Aquello me parecía lo más sensual del mundo, verla así tan dispuesta para mí, como sus contracciones me elevaban a lo más alto.

La seguí besando, sintiendo como ella se contraía y disfrutaba de cada movimiento que yo hacía, guiándola en ese hermoso viaje, en ese delicioso vaivén, que estábamos teniendo juntos, escuché un gemido que se escapaba de sus labios, el sonido que no me cansaría nunca de escuchar, era electrizante.

–Te amo Amaia – Le dije en una de esas que abrió sus ojos – Siempre, te amaré cariño.

Eran las palabras que nunca dejaría de pronunciar, en verdad me habia enamorado, loca y perdidamente de ella.

–Yo te amo a ti, Axel...

Seguí embistiéndola, con ternura, con amor, con lo que quería hacerla que sintiera, ella arqueaba su espalda y sentí todas las veces que se corría, provocando que me volviera loco, con cada una de ellas, pues sus contracciones me hacían vibrar, algo que nunca nadie había logrado antes.

Saber que ella lo disfrutaba tanto como yo, era lo máximo para mí. La abracé y le coloqué sus manos alrededor de mi cuello, para que ella se pudiera apoyar, para moverla un poco más fuerte por última vez y dejarme ir con ella, para llegar al cielo, en ese último movimiento.

Algo que se logró de una manera especial, maravillosa y espectacular. Ella cerró los ojos y se dejó llevar por mis besos, para después bajarla de encima de mí y acostarme con ella por un momento, necesitaba de esos instantes, mientras nuestras respiraciones se normalizaban.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Socio de mi padre