En las manos del presidente (COMPLETADO) romance Capítulo 14

La mirada del alfa estaba perdida en la ciudad, según él había cometido el peor error de todos al marcar a la omega como lo hizo la noche anterior. No podía creer que había marcado a Rachel y que ella simplemente se había desmayado cuando por fin se dio cuenta de su error ya era demasiado tarde para remediarlo.

Su celo lo había tomado por sorpresa como era de esperar. Pensaba que solo era un simple mito entre los ancianos que se encontraba por ahí en la calle, pero se dio cuenta de que todo era verdad y que Rachel era su alma gemela.

Ahora las cartas estaban sobre la mesa, Rachel era suya por toda la puta eternidad y eso era algo que estaba muy en el fondo de su corazón y ahora estaba en lo más alto de este. Miró a la omega acostada en la cama, aun inconsciente por la actividad anterior.

Las cosas ya no estaban en sus manos, había una marca que comprobaba que la omega era suya por toda la eternidad. Pocos alfas en el mundo encontraban a su alma gemela, él era parte de esos.

Se subió en la cama mirando brevemente la hora en su celular. Aún faltaba poco menos para las tres de la tarde y Rachel aún no despertaba. Quizás la marca que le hizo en el cuello fue un poco intensa como para que su cuerpo se acostumbrara.

Se pasó una mano por el cabello viendo mejor el cuerpo de la omega, era extremadamente hermosa, y no había una sola imperfección en ella, todo en ella estaba hecho como si hubiese sido los dioses de la belleza con una única diferencia que Rachel no tenía la luz del día.

Acarició su cabello con suma delicadeza y no dudó en sonreír un solo segundo al ver, el cómo ronronea buscando más. Al fin daba señales de vida. Siguió acariciando su cabello por un largo rato, hasta que por fin la omega abrió los ojos y Ian en ese momento se preguntó si en verdad el color de ojos de la omega eran de ese azul o sólo eran así porque era ciega. 

Le habían dicho que el color de ojos en algunas personas era más claro cuando perdían la visión, ahora estaba en dudas, sobre que el color de ojos de Rachel sean azules.

— Hola, amo — susurró, tratando de forma una sonrisa.

— Mi querida omega — besó su frente —, ¿Cómo estas?

Ella no dudó en mostrar su confusión un solo segundo, era extraño que Ian estuviese dándole tantos mimos en el día cuando el alfa parte del tiempo estaba con sus amigos en la casa presidencial. 

— ¿Está todo bien? — se animó a preguntar, escuchando la risa de Ian y sus mejillas se pusieron rojas por la vergüenza. 

— Claro que sí — se sentó mejor en la cama —. Es hora de darte un baño y que comas algo — vio la mueca que hizo la omega al sentarse en la cama y soltó una risa silenciosa.

— ¿Qué sucedió anoche? — tocó la herida de su cuello.

— Primero te daré un baño y después las explicaciones — la cargó al estilo nupcial y la llevó hacia el baño. 

Rachel hizo un puchero olvidándose de que Ian estaba con ella en el baño cuando su trasero tocó el suelo de la gran bañera y sus pies fallaron miserablemente cuando intentó levantarse por sí misma. Se tapó las mejillas cuando volvió a escuchar la risa de Ian detrás de ella, seguido de eso la bañera fue llenada por agua y un olor a fresas.

Soltó un suspiro lleno de alivio y dejó caer su cabeza hacia atrás y en poco tiempo sintió las manos del alfa en su cabello una vez más. Cerró los ojos y deseó poder ver aunque sea por unos minutos algo en su vida que no sea siempre oscuridad y nada más.

Recordó su adolescencia, y digamos que no fue la mejor de todas, desde que llegó a ese lugar solo han sido golpes  por cada cosa mal que hacía, lo cual era todo porque nadie podía ser considerado con ella simplemente porque era ciega.

Aunque, por esas razones conoció a sus amigas cuando tenía dieciocho años su hermano al menos había hecho algo bueno por ella y la habían dejado tener aunque sea un par de amigas. 

Se preguntaba porque las personas que entraban por voluntad propia a ese lugar eran solo adolecentes con las hormonas alborotadas que al poco tiempo solo querían salir de esos lugares de mala muerte.

— Tengo que irme — la voz del alfa le hizo volver a la realidad —. Si todo sale bien en la mañana nos iremos y en unas dos horas más o menos contestare todas tus preguntas.

— Está bien, lo estaré esperando — sonrió a medias —. Tengo algunas preguntas.

— Las responderé todas, omega — besó su frente —, pero ya es hora de volver a mi vida fuera de esta habitación.

Rachel asintió y esperó a que Ian se fuera para terminar de darse el baño. No pasaron ni cinco minutos cuando sus amigas entraron gritando como locas y casi hace que se ahogue cuando intentó levantarse por el susto que se llevó. Pasó las manos por el rostro varias veces tratando de no recuperar la vista y querer matar a sus mejores amigas.

— No puedo creerlo — chilló Carla, entrando al baño —. Ya tienes esa marca.

— Aww — dijo Valeria, y luego hizo una mueca —. Se ve horrible, Rachel — la miró con los ojos entrecerrados —. No quiero esa cosa en mi cuello.

— No se ve mal… — la voz de Carla se cortó —. Mierda sí que es grande y fea.

Rachel soltó una carcajada y tocó la herida dándose cuenta de que Carla tenía razón al decir que era grande, pero no podía decir que era fea al no verla. Al menos eso le agradeció, porque estaba segura de que se vería al rojo vivo.

— No lo puedo creer — se levantó de la bañera y sintió como una toalla estaba puesta alrededor de su cuerpo, seguido de eso fue llevada hacia la habitación.

— Esta gente sí que está bien equipada en este lugar — miró todo en la habitación —. Zaid anoche se cayó dos veces entrando a la habitación por estas mesas  — se burló Valeria —. Fue divertido porque no lo veía y todo estaba oscuro.

— Leonard se cayó una sola vez y solo dijo que tengamos sexo y ya en la mesita — dijo Carla, como si nada —. Fue un buen sexo.

— Eso era algo que no quería saber — murmuró Rachel, sentándose en la cama —, ¿Me ayudan con la ropa? No sé dónde está mi maleta.

— Claro que sí — Carla corrió hacia donde estaban las maletas y tomó la más pequeña. Regresó a la cama y ayudó a Rachel a ponerse algo ligero por la calefacción del lugar.  

— Ahora cuéntanos cómo fue — susurró Valeria, con voz picara.

— No recuerdo mucho — dijo, sincera —. Solo sé que estaba llorando por lo que ustedes dijeron acerca de las omegas en este país — suspiró —. De un momento a otro Ian casi se cae con la mesa y después llegó a la cama…

— ¡Rachel!

— Lo siento — soltó una risita —. Tenía que darle un poco de suspenso a esto — se secó las lágrimas que salieron de sus ojos por la risa —. Él entró en celo aquí y pasó lo que tenía que pasar entre dos personas, después de que me marcó no supe nada hasta hace un rato antes de que ustedes llegaran.

— Así que ya estás marcada… — la voz de Carla se escuchó como eco en la habitación —. Eso es cool, al fin alguien después de trescientos años en la familia del presidente está marcada.

— ¿Qué? — preguntaron Rachel y Valeria al mismo tiempo.

— Los padres del presidente — afirmó —. Ellos son de esos pocos…

— Pero según dicen — interrumpió Rachel, un poco confundido —. Los padres del presidente murieron hace años en un accidente, lo cual es falso porque algunos dicen que fue un asesinato.

—Sobre eso — se rascó la nuca —. Leonard me dijo algo hace unos días…

— ¡Carla!

— El drama, chicas — bromeó, ganándose un golpe por parte de Rachel y Valeria —. Lo siento, Leonard me dijo que el presidente logró salvarlos de las garras de su hermano gemelo. El loco quiso acabar con ellos para ser el presidente pero las cosas se salieron de control y el otro salió presiente y ya sabrás la historia.

— ¿Cuántos años tiene el presidente?

— ¿Cuántos años crees que se debe de tener para ser presidente? — preguntó Carla, incrédula.

— Creo que treinta y cinco, ¿No? — dijo, pensativa.

— Touché — rió —. Han pasado dieciséis años desde que Ian está en el poder y el pueblo lo aclama.

— Mientras más viejos más bueno — Valeria mordió su labio con picardía y Rachel le dio un golpe en el brazo.

— Te recuerdo que es mío — bromeó —. Aunque, las cosas están algo mal ahora que lo pienso. Sé que tengo su marca en mi cuello él aún está casado y yo estoy aquí como su compañía y eso me pone triste — su voz se cortó y las lágrimas no tardaron en salir —. Solo soy alguien que no puede ver y que solo está para cuando su amo tiene necesidades.

— Shh, Rachel — Carla la abrazó por los hombros —. Él puede sentir tus emociones…

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