Ian miraba las pruebas que Rachel se había hecho ese día y todas daban positivo, realmente estaba embarazada. Si que todo estaba perdido, bueno no tanto.
Leonard y Zaid estaban que lo mataban con la mirada, realmente lo mataban y él en verdad que no estaba para nada contento con las consecuencias de sus actos. Debía de poner su plan en marcha, su hermano ya había dado la orden de que debían matarlo dentro de poco y Rachel aún no estaba operada de la vista.
Miró hacia donde estaba la omega durmiendo y no dudó en sonreír al ver sus pequeñas manos sobre su vientre. Era una buena imagen.
— Tenemos que hacer algo, Ian — la voz de Leonard lo volvió a la realidad —. Creo que lo mejor será que todo se quede así hasta que la operen...
— No sé si es buena idea — Ian pasó una de sus manos por el cabello —. Puede hacerle daño al bebé y aún no sabemos cuánto tiempo dura un embarazo en una hibrida.
— No le pasara nada al bebé — Zaid puso los ojos en blanco —. Es en los ojos, mientras el bebé esté pequeño todo estará bien.
— No sé — dijo, incómodo —. Pero creo que lo mejor por ahora, es que regresemos.
— Me parece bien — Leonard se encogió de hombros —. Ya no tenemos que hacer nada más aquí y si hacemos todo lo posible, a Rachel la podrán operar en menos de un mes, antes de que el embarazo sea más avanzado.
— No tengo ni un mes siendo presidente y ya estoy hasta el cuello...
— Sabemos bien que nunca has sido el presidente — Zaid frunció los labios —. Compras los votos de las personas que no te quieren o si no los amenazas.
— ¿Qué quieres decir con eso?
— Que eres un dictador, Ian — dijo Leonard, desviando la mirada hacia el paisaje —. El país te tiene miedo, ganaste las elecciones porque todos te temen y no porque en verdad te quieran como su gobernante. Sabemos que hiciste esas elecciones sólo porque te lo pedimos, pero sabemos que tú harías lo que fuera por ser el presidente del país por muchos años más.
Ian miró a sus amigos un momento y después se sentó en el sofá que estaba cerca de la ventana, aún era de noche por lo que solo estaban esperando a que dieran la orden para poder irse de ese país lo antes posible.
Todos tenían de tener sus mentes claras y pensar las cosas con cabeza fría. Ellos tenían razón, no era un presidente. Nunca hubiese pensado que algo así pudiese suceder en la vida. Su padre no era así y él ahora estaba siendo todo lo contrario a su padre y abuelo.
Mató a cientos de personas con sus manos y a otros cientos los mandó a matar porque no lo seguían como su presidente, como debía de ser. Miró sus manos y se las imaginó manchadas de sangre. Sangre de gente inocente que no lo querían cerca de sus hijos por las cosas que les hizo a sus familias.
Las pocas personas que se acercaban a él, lo hacían por respeto y no porque lo quisiese de eso no había duda alguna. Sus padres estaban al otro lado del mundo disfrutando de su amor como manda Dios en la biblia.
Sacudió la cabeza y miró a Rachel y no dudo en sentirse mal, le quitó la oportunidad a alguien de elegir su destino sólo por sentirse poderoso. Aunque Rachel solo tenía unos pocos meses con él, no podía creer que le había quitado lo único bueno.
A lo lejos aún se podía ver la cadena que sus amigos le habían regalado y que nunca este se quitaba, ni siquiera cuando se duchaba. Soltó un suspiro lleno de nostalgia y despegó la mirada de la omega.
— Creo que tienen razón — murmuró, bajando la mirada —. No sé en qué estaba pensando cuando hacía todas esas cosas.
— Nosotros también tenemos la culpa de eso — Leonard se sentó a su lado —. Tenemos igual o más culpa que tú por no decirte las cosas como son.
— Maté a cientos de personas con mis manos durante los últimos años de mi vida, sin contar a las que mate antes de hacerme presidente — negó.
— Nosotros también tenemos la culpa de todo eso — le repitió Zaid tocando su pierna —. A lo largo de estos años las cosas están fuera de nuestro alcance y la verdad es que no sabemos cómo serán a partir de ahora con esto que queremos hacer.
— Yo estoy seguro de hacerlo — dijo, firme —. Tengo que hacer que mi hermano desaparezca de mi vida.
— Nosotros también — dijeron, al mismo tiempo.
— Gracias.
— No es nada — dijo Leonard, y luego se encogió de hombros levantándose —. Tengo que irme a dormir. Al parecer el vuelo no saldrá esta noche y no tengo ganas de hacer más nada.
— Yo igual. Nos veremos después — dijo Zaid, con ademán de mano.
— Zaid — llamó Ian, y este se dio la vuelta a mitad de camino —. Si en verdad quieres a la omega que está contigo no debes esperar. Sé que tu celo llegó antes que el mío y que ya la marcaste...
— ¿Cómo sabes eso? — miró hacia atrás para ver si Leonard aún seguía con ellos, y gracias a Dios no estaba.
— No es difícil saber la diferencia entre el maquillaje y la piel de una persona — se levantó de su lugar —. Hace unas semanas que me di cuenta de eso por la forma en la cual la sobreproteges.
— No pude aguantarme — suspiró —. Mi celo fue alto a cualquier cosa y se me salió de las manos — murmuró, e Ian soltó una risita.
— Ten cuidado, si vas a hacer algo serio con ella debes de hacerlo dos días después de lo que ya sabes — lo regañó.
— Estuve pensando en eso — asintió —. Lo haré, gracias, hermano.
— No es nada — le guiñó un ojo —. Nos vemos en unas horas.
Zaid asintió y salió de la habitación.
Las manos de Rachel temblaban sin parar sin entender muy bien lo que estaba pasando a su alrededor. Sólo entendía que estaba esperando un bebé, pero pensaba que esas pastillas que Valeria le daba para eso al menos funcionaban.
Escuchaba los susurros de las personas a sus espaldas, tenía miedo de lo que pudiese ocurrir ahora que estaba esperando un bebé. Quizás el alfa ya no la quería y la iba a dejar en ese país, pero lo que en verdad estaba segura era que primero la iba a torturar antes de matarla.
— ¿Qué cosas te hizo tu hermano?
— No lo recuerdo bien, pero un día fue hacia la casa de prostitución y me hizo escuchar las cosas que me hacía desde antes de llevarme a ese lugar e incluso cuando intentó violarme uno de sus amigos cuando cumplí los diecinueve en ese lugar y Valeria me salvó de eso — ya para esos momentos estaba llorando a mares —. No sé qué hice mal en la vida para que todo lo malo me pase a mí, amo. Pero si en verdad hice algo malo, lo siento mucho.
— Shh, tranquila hermosa — la abrazó —. Ahora estás conmigo.
— Cuando nos conocimos el día de mi cumpleaños pensé que me iba a matar ese mismo día por pedirle que me dejara conservar la cadena que me regalaron mis amigas — negó, afligida —. La forma en la cual me trató cuando fui entregada a usted pensé lo peor, ya muchas omegas hablaban cosas de usted y yo no quería que me mataran el mismo día de mi cumpleaños.
— Así que era tu cumpleaños — dijo, pensativo —. Un día me dijiste de las cosas que te hacían en ese lugar como castigos.
— Recuerdo que un día ellos me castigaron porque me ofrecí por Carla. Cortaron la mitad de mi cola sin pensarlo. Entre en una especie de coma temporal por el dolor que sentí seguido del desmayo que esto provocó — abrazó al alfa con un poco de fuerza —. Cuando desperté habían pasado semanas y todo seguía igual.
Ian tensó su mandíbula y tomó la cola de Rachel entre una de sus manos. Estaba furioso por eso que le habían hecho a la omega y lo iban a pagar con sangre. Nadie tocaba a su omega, y menos para hacer esas cosas.
Besó la cabeza de Rachel acariciando al mismo tiempo la cola de ella. Estaba decidido que era su omega, y acabaría con todos de ser necesario. Nadie se metía con ella a menos que no sea para darle alguna caricia.
— Lo pagarán con sangre lo que te han hecho, mi hermosa omega — se despegó de los labios de la omega —. De eso me encargo yo de que así sea.
— Soy su omega — susurró para sí misma, pero Ian la escuchó —. Eso es genial.
— Sí que lo es — rió un poco.
La puerta de la habitación fue tocada varias veces indicando de que ya era hora de irse de ese lugar lo antes posible. Ian tomó a la omega entre sus brazos, no sin antes ponerle tenis por el frío al igual que una bufanda de él al igual que un gorro. Con esa omega hay prevenir que lamentar, había dicho el alfa.
Salieron de la habitación y caminaron hacia la salida de este donde los esperaba su transporte. Por suerte alguien había persuadido a los periodistas. Ese sería uno de sus últimos viajes con sus amigos, debía de tomar las riendas de su país como Dios manda.
*****
Unos planos sobre una mesa pulcra estaban siendo examinados por la mente maestra de Edward Jones. El hermano gemelo de nuestro presidente. Ya todo estaba escrito en el futuro del país y más aún con la información que había recaudado hace unas horas.
Sin duda iba a acabar con todo lo bueno que tenía su hermano, principalmente con esa dulce omega que parecía hecha de porcelana pura ante los ojos de las personas. Con sólo un clic todo el país sabría algo de lo que su presidente ocultaba, pero no sería ahora. Si no, después de su muerte como lo tenía planeado, así todo estaría en sus manos.
Era un país que por décadas estaba siendo gobernado por su familia y ya es momento de que la oveja negra de la familia hiciera lo suyo también. Despegó la vista de la mesa y caminó hacia el ventanal de su oficina viendo el mar frente a él. Era hermoso, al menos su padre pensó en él y no solo en su hermano como siempre hacían.
Tenía a dos hermosas mujeres de su lado, las cuales le pasaban la información que deseaba al igual que hombres que estaban con su hermano sin saber que una de esas personas también le pasaba información a su presidente.
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