En las manos del presidente (COMPLETADO) romance Capítulo 19

Carla miraba la ecografía que le habían hecho hace una hora atrás por petición de Ian y de Zaid, apenas tenía unas pocas semanas y sin contar que su embarazo solo duraba menos de nueve meses. Aún no sabía cuánto tiempo duraría, pero no quería hacerse falsas ilusiones con respecto a eso.

Leonard no la quería en su vida, eso lo había dejado claro esa mañana cuando se fue a jugar a la casita feliz con su amada esposa, la cual era una hermosa delta. Sí que era una mierda ser una maldita omega.

Con un pequeño suspiro lleno de melancolía guardó los papeles de su pequeña nuez en un bulto con su ropa. Ese día Ian se había esmerado en que ambas estuvieran cómodas en esa habitación en los días que Rachel estaría en ese hospital.

— No puedo creer que estás en cinta — Rachel comentó, sacando a la rubia de sus pensamientos —. Aww, seremos unas omegas gordas y bonitas dentro de poco.

— Tú serás más gorda que yo en poco tiempo — la interrumpió —. En menos de seis meses ya tendrás a tus hijos contigo en cambio yo — hizo una pequeña pausa —. Aún no sé cuándo tenga a mi hijo conmigo.

— En eso tienes razón — suspiró —. Tú al menos tendrás uno, pero yo tendré tres… y seré un elefante durante cuatro meses y no quiero eso — sollozó.

— No llores, Rachel — Carla tomó su mano —. Eso puede causar que todo salga mal y que se dañe la operación y todo se jode.

— Si, lo siento — respiró varias veces para tranquilizarse —. No puedo creer que vaya a tener tres bebés en lugar de uno.

— ¿Cómo sabes eso? — se sentó a su lado —. Aún no te hacen una ecografía para saber lo de tus bebés.

— Tuve un sueño — murmuró —. En el sueño habían tres bebés, dos nenas y un nene — mordió su labio —. Ellos estaban jugando en una casa con un gran jardín.

— ¿Jardín? ¿Así como el de nuestra casa? ¿Cómo es que tienes sueños? ¿No que eres ciega?

— No — negó, rápidamente —. Ese era más grande y yo parecía la dueña de ese lugar..., según recuerdo habían varias personas que nos cuidaban y nos protegían de algo… y sobre lo de ser ciega, me acabas de ofender.

— Lo siento, es la costumbre —dijo, apenada —. Eso sí que es raro — dijo para sí misma —, ¿Y si ese sueño es una señal de algo que te pasara?

— No sé, Carla — movió sus dedos —. No quiero hacerme ilusiones acerca de las cosas que pudiesen pasar en mi vida desde ahora — se pasó la lengua por los labios —. Recuerda que soy una omega que está teniendo sexo a escondidas de todos porque así lo impuso su dueño.

— Si no le importara a nadie, Rachel, no estarías conmigo y que dentro de poco ya estarás viendo la luz del día.

— No creo que le importe mucho al presidente...

— Yo no lo diría de esa forma... — tomó una vez más las manos de Rachel —. Eres importante para él, tonta, no digas esas cosas que después te pueden causar algún daño ahora que estás así.

— Tienes razón — se tranquilizó.

— Debemos de pensar en buenos nombres para los bebés.

*****

Ian se dio una ducha rápida y seguido de eso se colocó el traje que había mandado a hacer para esa ocasión. Era un traje negro hecho a la medida, la sonrisa en su rostro no se había ido desde que había llegado a la casa hace unas dos horas.

A lo lejos se podía escuchar la música aburrida que a su esposa tanto le gustaba escuchar cuando estaba a solas con ella misma y que ahora las personas tenían que morir por escuchar esa basura de música de fondo en una fiesta de cumpleaños.

El hoyuelo en su mejilla se hizo presente cuando recordó su cumpleaños y que por su puesto había pasado con Rachel en una hermosa habitación que tenía el olor de Rachel por todos lados como si fuese un ambientador de habitación.

Se pasó una de sus manos por el cabello y salió de su habitación cerrando la puerta detrás de él y viendo cómo las personas bebían vino, champaña u otras bebidas en lo que iba bajando.

— ¡Hola, amor! — Jessica colocó uno de sus brazos alrededor de Ian como si fuese lapa, algo que molestó un poco al alfa.

— Hola, amor — sonrió, con falsedad —. Espero que te guste mi regalo de cumpleaños, me esmere mucho en él.

— ¿De veras me has comprado algo? — Abrió la boca en una perfecta O —. Eres un ángel.

— Lo sé — tomó una copa de champaña que uno de los camareros le estaba ofreciendo —. No todos los días se cumple cuarenta — se burló en voz baja.

— No tenías que decir eso, Ian — gruñó ella, tomando el brazo de Ian un poco más fuerte.

— Al menos yo no niego que tengo treinta y ocho y que tú eres una asalta cunas — besó su mejilla —. Disfruta de tu fiesta, perra — susurró, cerca de su oído —. Tengo dos regalos que nunca en tu puta vida podrás olvidar por más cosas que hagas.

— No puedes hacerme nada, Ian — siguió los pasos de Ian hacia la pista de baile donde las personas se hicieron a un lado para dejarlos a ellos solos en la pista.

Ian puso su copa en una mesita alta y tomó a Jessica de la cintura con algo de asco, si es que era posible en ese instante. Debía de esperar a que Zaid llegará porque había visto a Leonard solo en la fiesta y a su esposa aún no lo veía por lo que supuso que estaba en el baño o que no había llegado aún.

— Mis regalos son los que llamarán la atención esta noche, amor — le mostró su mejor sonrisa falsa —. Pero todo a su tiempo.

— No intentes nada, Ian — lo miró directamente a los ojos —. No puedes hacerme nada delante de tanta gente y menos el día de mi cumpleaños.

— ¿Sabes los años que han pasado sin tocarte? — escondió la mueca de asco que estaba a punto de salir —. Así que disfruta de tu fiesta, Zaid acaba de llegar con tu primer regalo.

Ella lo miró sin entender a qué se refería con eso hasta que vio a Zaid entrando con una chica que se notaba que era una omega. Ella tenía un vestido color negro con un pequeño escote.

Ian en verdad estaba tratando de no soltar una carcajada al ver el rostro de Jessica cuando todas las personas dirigían la mirada hacia los recién llegados, y no fue solamente porque hubiesen llegado sino por el hermoso anillo de diamantes que adornaba el dedo de la omega.

— Feliz cumpleaños, amor — besó su mejilla —. Ese es tu primer regalo, espero que disfrutes de este porque falta uno que en verdad te dejará con la boca abierta.

— Es mi cumpleaños, Ian — pateó el piso —. Todos deben de estar pendientes en mí y no a ellos — señaló a Zaid y Valeria, donde estaban precisamente toda la prensa sobre ellos al igual que los invitados.

— No eres la última coca cola del desierto — la diversión nunca abandonó su voz —. Ellos solo te están dando un poco de tu propia medicina.

— Eres un hijo de perra...

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