El anciano la dejó con un final de suspenso.
—La conocerás pronto. Ahora come.
—¿Cuándo vendrá? —preguntó Lin Xinyan, comenzando a emocionarse—. ¿La conozco?
—Creí que eras el tipo de persona que mantiene la calma sin importar lo que pase, ¿por qué estás tan impaciente ahora? —preguntó el anciano, con un toque de molestia en su tono—. Es como la frase de Confucio: «Una pequeña impaciencia puede arruinar un gran proyecto.» —Y después, se puso de pie—. Come como se debe. Ya me voy.
Lin Xinyan asintió, consciente de que había actuado de manera impulsiva. Tomando en cuenta el hecho de que él estaba dispuesto a hablarle acerca de eso, significaba que no le importaba decirle lo que ella quería saber. Siempre y cuando ella esperara a que la hermana del anciano regresara, entonces quizá obtendría todas las respuestas de sus preguntas.
En comparación con el silencio y la paz del patio trasero, el de enfrente parecía estar gobernado por el caos. Bai Yinning también decidió quedarse, quien tenía como única compañía a Gao Yuan y, a diferencia de Zong Jinghao, a él lo superaban en número de manera considerable.
El agua que fluía en el río brillaba bajo la luz de la luna, era como si la galaxia entera se hubiera esparcido en ella. Los dos niños estaban jugando ajedrez con Su Zhan y Qin Ya, mientras Zong Jinghao estaba solo, sentado junto al puente y curioseando con la mirada en el patio trasero. Aquel pueblo no estaba tan iluminado como la ciudad, así que cuando anochecía, solo se podían apreciar los alrededores si había luz de luna. En ese momento, el patio de atrás estaba inundado de una profunda oscuridad, por lo que no pudo ver nada, mucho menos a Lin Xinyan. Metió las manos en sus bolsillos, pero no apartó la mirada, era como si estuviera esperando que ella apareciera.
—No sabía que tenía una relación tan buena con su esposa, presidente Zong —dijo Bai Yinning, empujándose a sí mismo en su silla de ruedas al lado de Zong Jinghao—. ¿Acaso es como dice el dicho: «Un día sin el otro dura tres otoños»?
El rostro de Zong Jinghao resplandeció bajo la luz de la luna y se dio la vuelta para mirar a Bai Yinning.
—Usted debería ser paparazzi si está tan interesado en los asuntos privados de otros. Me imagino que, para usted, quedarse en Baicheng sería como estar en prisión.
Por un momento, la expresión de Bai Yinning cambió, pero fue algo que apenas y se notaba debido a la tenue luz de la luna que los iluminaba.
—Si no le molesta que lo pregunte, ¿por qué sus hijos llevan el apellido de su esposa? A menos que… ¿es posible que los haya tenido sin que usted lo supiera? —Bai Yinning había logrado deducir, gracias a Lin Xichen, que Lin Xinyan los había tenido a él y a su hermana después de haberse divorciado de Zong Jinghao; con eso, ella les otorgó su mismo apellido. Bai Yinning rio—. ¡Y yo que creí que no tenía oportunidad! ¿No es así?
Zong Jinghao trasladó su mirada a un lado y se percató de la pequeña sombra que estaba junto a la puerta, la cual desapareció en el momento en el que él volteó a mirar. Pudo suponer quién era a pesar de que no se había apersonado. Luego, levantó la vista, y en su atractivo rostro había una expresión más fría que nunca.
—Depende de lo bueno que sea usted, presidente Bai —dijo él.
—Cualquier cosa es mejor que nada. ¿No es lo que usted siempre ha dicho? Gracias a usted, presidente Zong, todavía tengo una oportunidad. —Bai Yinning sonrió.
Zong Jinghao bajó del puente de manera lenta y precavida y, justo al pasar enfrente de Bai Yinning, sus labios se curvaron hacia arriba para formar una maliciosa sonrisa.
—A mi esposa no le gustan la gente discapacitada, así que si la quiere, entonces póngase de pie y vaya tras ella. —Y después de decir eso, se fue sin mirar atrás una sola vez.
La característica leve sonrisa de Bai Yinning comenzó a desvanecerse de su rostro, pensando que su mayor arrepentimiento era haber perdido su capacidad para caminar. Se agarró con fuerza del reposabrazos de la silla de ruedas, a tal grado que las venas sobresalían de su piel, haciéndolas visibles. Zong Jinghao vaciló en sus pasos por un momento a sabiendas de cuán enojado debía estar Bai Yinning en ese instante.
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