Aunque el suelo estaba recubierto con mosaico de mármol, Lin Xinyan sentía como si estuviera caminando sobre algodón, lo cual la hacía sentir insegura. No sabía lo que le esperaba y entre más se anticipaba a ello, más ansiosa se ponía. No sabía si la aguardaban buenas o malas noticias. Parecía que las pisadas que daban hacían eco en el gran patio y cada uno de ellos formaba una ola en su corazón.
La puerta era de color rojo con un tallado complejo y, de espaldas a ella, había una mujer que estaba de pie con las palmas juntas, como si estuviera rezando. Cuando llegaron a la puerta, Cheng Yuwen le dio unas palmadas a Lin Xinyan en el hombro, indicándole que dejara de moverse; ella entendió lo que el anciano quiso decirle y asintió. Cheng Yuwen subió el escalón que había en el umbral de la puerta y entró en la casa.
—¿Y todavía te atreves a venir a verme? —gritó la mujer, quien sentía un enojo evidente.
Lin Xinyan sintió un escalofrío, pues sin duda esa era la voz de Yuxiu. Puso las manos en puño, las cuales estaban a sus costados. «¿Quién demonios es ella?» Había un millón de preguntas que daban vueltas en su mente, pero nadie podía contestarlas.
Cheng Yuwen se quedó de pie atrás de ella y en silencio miró la mesa, sobre la que estaban alineados de manera ordenada los monumentos conmemorativos de los ancestros de la familia Cheng.
—No quiero que el arte y las tradiciones de nuestra familia mueran solo así.
—¡Estúpido! —gritó Cheng Yuxiu, dándose la vuelta—. Hicimos una promesa… —Y entonces se dio cuenta de que Lin Xinyan estaba de pie en la puerta y dejó de hablar; cuando decidió continuar, su voz comenzó a temblar—. ¿Por…? ¿Por qué estás aquí? —Miró de nuevo a Cheng Yuwen—. ¿Estás diciendo que ella es tu estudiante?
Su rostro palideció poco a poco y su respiración se aceleró, provocando que todo su cuerpo temblara, como si estuviera a punto de colapsar en cualquier momento.
—Es correcto —respondió Cheng Yuwen, sin darse cuenta del enojo de la mujer—. No puedes revelarle tu secreto a tu hijo ni a tu nuera y, sin embargo, le diste la reliquia familiar a Lin Xinyan. ¿Qué eso no significa que ella tiene el derecho de aprender el arte del tejido de la seda de té? Estoy seguro de que no quieres que esa habilidad desaparezca de la faz de la tierra.
Lin Xinyan levantó la mano y miró el brazalete de jade que estaba en su mano. «¿Esto no es de la familia Zong? ¿No había dicho Cheng Yuxiu que su suegra se lo había dado? ¿Desde cuándo le pertenece a la familia Cheng?»
Las hermosas facciones de Cheng Yuxiu estaban teñidas de ira.
—¿No te das cuenta que vas a arruinarle la vida si haces esto?
—Lo sé, pero no puedo quedarme sentado a ver que los Cheng desaparezcan del mundo sin dejar rastro. —Cheng Yuwen se aferraba a sus creencias y, dando un paso hacia adelante, colocó sus manos en los hombros de su hermana—. Soy viejo y no me queda mucho tiempo. No deseo nada, pero no quiero ver cómo se desploma la familia Cheng.
—Aun así, ¡no debiste ocultarme las cosas mientras hacías tu santa voluntad! —Cheng Yuxiu apretó los puños.
—Si te hubiera dicho primero, no habrías estado de acuerdo. ¿Desde cuándo te importa la familia Cheng? Los únicos que te importan son tu esposo y tu hijo —dijo Cheng Yuwen después de darse la vuelta; cuanto más hablaba, más se enfadaba y entonces, comenzó a gritarle—: ¡A ti ya no te importa la familia Cheng! ¡Tu mundo ahora solo gira alrededor de la familia Zong!
Cheng Yuxiu cerró los ojos y se obligó a sí misma a mantenerse tranquila. Cuando Cheng Yuwen le habló para contarle de su nueva estudiante, se puso furiosa; sin embargo, no esperaba que esa estudiante fuera Lin Xinyan.
—Por favor, no te enfades, ya no podemos revertir esto —dijo Cheng Yuwen, suspirando—. Yo soy la única persona que ha entendido tu dolor todos estos años. ¿No te parece esta una oportunidad que cayó del cielo? Nosotros fabricamos tela y tu nuera hace ropa. Es el destino, ¿no lo crees?
Cheng Yuxiu no sabía qué responder a eso, pero tenía sentido, a pesar del juramento que habían hecho. Las consecuencias serían devastadoras si se revelaba su secreto.
—Creo que tienes mucho que decirle a tu nuera. Preparé el ala oeste para que ambas puedan quedarse allí esta noche. Si me necesitan, estaré en el patio de adelante —dijo el anciano antes de salir y cuando se cruzó con Lin Xinyan en el camino, le puso la mano en el hombro—. Puedes preguntarle lo que sea que quieras saber.
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