-Mira quién habla... Si soy tan fácil, al menos tengo moral; tú, por otra parte, eres un sinvergüenza que se acostó con la mejor amiga de tu prometida. Lo peor de todo es que lo hiciste en nuestra nueva casa, y, aun así, ¿crees estar en posición de regañarme? Si tú puedes pasar el rato con otra mujer, ¿no puedo yo hacer lo mismo? —A estas alturas, no me importaba si estaba hablando muy fuerte.
Tras oír esto, Josué ablandó un poco su expresión.
—Sé que Mayra y yo te hicimos daño, pero no puedes acostarte con otra persona solo por eso. Además, ¿acaso sabes quién es Miguel? -A pesar de su tono delicado, podía escuchar la acusación en su voz.
—No necesito que me digas quién es Miguel. ¡Tú y yo terminamos! No te incumbe si me acuesto con otra persona o no. Déjame repetírtelo: ahora somos desconocidos. Oh, y una última cosa: espero que Mayra y tú terminen pronto.
Aunque tenía millones de cosas más por decirle, me contuve las ganas de decírselo todo y me alejé de él. Tiene suerte porque, si me hubiera seguido y hablado de la misma manera, le habría dado una cachetada. Este pequeño momento con Josué me arruinó el estado de ánimo, así que decidí alocarme una última vez para liberar mis emociones reprimidas.
Después de comprar unas latas de cerveza y unas bolsas de bocadillos, conduje a un río cercano; apenas estaba atardeciendo cuando llegué. Intenté comunicarme con Natalia, pero estaba trabajando tiempo extra y solo podría venir conmigo después, así que, resignada, comencé a beber sola.
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