Encuéntrame romance Capítulo 13

Los segundos parecían poder tocarse en ese espacio cargado de adrenalina, tensión y algo más que Anaelise no podía descifrar. Miraba su rostro tan cerca de ella, podía sentir incluso la agitación del aire que emanaba Xavier. Era imposible no darse cuenta de que entre ellos dos existía algo que los hundía, unía y atraía con fuerza.

Una que no podía pasar desapercibida.

El carraspeo de Oliver, insistente, alertó a Xavier para despegarse de la chica. Apretó su mandíbula fuertemente y recurrió a la fuerza de voluntad para centrarse en la mirada confundida de Walsh.

—Firmemos entonces —dijo Cox sin esperar una respuesta de Anaelise—. Porque después de esto debo llevar a Ana a su nuevo consultorio…

«¿Ana?»

Ella negó varias veces, él parecía no tener límites para con ella. Actuaba como si tuviese derechos permanentes sobre si, incluso en sus propias decisiones. Por más que quería decir algo; refutar, enojarse, y patalear como la niña que Xavier le pidió que dejara atrás, no podía. No podía hacer nada porque cada palabra que él pronunció muy cerca, había quebrado un millón de estructuras que construyó todos estos años.

Estaba acostumbrada al trato dócil y dulce de Oliver, de hecho, en muchas ocasiones la voluntad de Oliver fue doblegada por ella misma y cambió algunos cursos de su terapia por no estar de acuerdo con Ana.

Ahora, literalmente ella se había estrellado con un muro de concreto. Uno que por más que la hubiesen alistado todo este tiempo, nunca iba a estar preparada para toda esta carga.

Oliver fijó su mirada como haciendo la pregunta del día y ella no dudó un instante en tomar el papel que tenía sobre la mesa, y con el lapicero comenzó a firmar el acuerdo del paciente.

Una sonrisa escondida fue gestada por Cox cuando vio la acción de Anaelise, sabía perfectamente que ella estaba luchando por ser fuerte, no quería parecer débil ante él y eso le gustó y mucho.

—¿Podré verte de vez en cuando? —le preguntó Ana a su anterior psiquiatra y él sonrió.

—Por supuesto…

—Pero solo como un amigo, no como tu médico, y Oliver sabe que hablo en serio —intervino Xavier haciendo que Ana lo mirara de nuevo—. Él no podrá intervenir en nada respecto a mis consultas, ni ningún procedimiento.

Oliver quería decir cualquier cosa, él tenía claro cómo era el procedimiento, pero no entendía por qué Xavier estaba siendo tan áspero en el primer día de Ana.

—Puedes contar conmigo —dijo Oliver por encima de las palabras de Cox. Y cuando vio que este iba a refutar, se adelantó—. Siempre y cuando todo sea con respecto a nuestra amistad.

Anaelise asintió.

La planilla fue pasada de las manos de Oliver hacia Xavier, y él la guardo en una carpeta que tomó del escritorio.

—Bien —se levantó Cox—. Entonces les daré un tiempo aquí y… —se giró en dirección de Ana mirando su reloj—. En una media hora la espero en mi consultorio. Este queda en la planta baja. En el ala de medicina general hay dos pasillos, tome el de la derecha, en el número 7. Allí estaré.

Tanto Ana como Oliver asintieron a su indicación y antes de que saliera por fin, fue detenido por la voz de Walsh.

—Al final de la tarde, quisiera que habláramos Xavier —pidió, y Xavier sabía que este encuentro debía subsistirse.

Él solo asintió y cerró la puerta tras sí. Estaba seguro de que Oliver le haría miles de preguntas, ya podía escuchar las quejas de la situación presentada, como también la petición de que tratara a Anaelise como un cristal. Pero él no iba a hacerle caso en ninguna de esas cosas.

Así que, con todas las corrientes nerviosas a punto de estallar en su piel, caminó apresurado para buscar aire en sus pulmones, definitivamente Anaelise lo volvió loco, y debía concentrarse la mayor parte para poder superar todo lo que se le avecinaba.

—Entonces… —dijo muy despacio Oliver sentándose frente a Anaelise—. ¿Cómo te sientes?

Ella lo miró insegura, no sabía qué decirle a Oliver, sobre todo por lo que estaba sintiendo en ese momento, había mucha expectativa, pero eso no sacaba el miedo que le producía quedarse sin él.

—No sé aún… como me siento, es muy difícil dejarte Oliver —pronunció con mucha verdad. Un nudo se le apretó en su garganta cuando la realidad volvió hacia ella. Porque si de algo estaba segura, es que cuando ese hombre aparecía en su campo de visión, de repente, todo se detenía.

«Sus miedos, sus nervios, los pensamientos». Todo hacia un stop para darle pase a una experiencia en su cuerpo diferente. Podía jurar que otra persona salía de ella, entonces un recuerdo en su pensamiento se generó, imaginó que una Ana más suelta quería salir de su propia piel cuando Xavier Cox estaba cerca.

«Y ahora mismo le aterraba ese hecho»

Los ojos se le llenaron de lágrimas al ver que Oliver la miraba con aprensión.

—Oliver —pronunció insegura por lo que iba a hacer—. Yo no sé si esto sea correcto o no, si ese médico pueda ayudarme, ni tampoco sé cómo vaya a ser mi vida de ahora en adelante. Solo sé que nadie será como usted…

Oliver sintió una punzada en el estómago. A pesar de que tenía dos hijas preciosas a las cual adoraba, Anaelise era una viva imagen de lo que siempre soñó como hija. Ella no lo sabía, pero para él, Ana era la mujer más fuerte de todas.

Aunque tenía apretada su garganta no dudó en pronunciar las siguientes palabras.

—Ni yo conoceré una chica como tú, Anaelise, y quiero que te quede claro que eres la persona más fuerte que he conocido en toda mi vida. Muy fuerte y hermosa.

Ana parpadeó varias veces cuando sintió escocer la línea de sus ojos. Se levantó con mucha inseguridad y se acercó hacia donde estaba Oliver, y él no dudo un segundo en colocarse de pie.

Sin pensar lo que venía, Ana llegó hasta sus brazos y le dio un abrazo de gratitud. Esto era más de lo que esperaba por parte de ella, y sabía que era un esfuerzo muy grande hacer algo como esto.

Rodeó delicadamente su cuerpo y colocó un beso en su cabeza. Se retiró rápido para ayudarla a sentirse tranquila.

—A pesar de lo que pase, siempre podrás contar conmigo, ¿de acuerdo?

Ana asintió, secó alguna lágrima en su mejilla y se esforzó por enviarle una sonrisa sincera a Oliver.

—Gracias… Gracias por estar siempre para mí…

Sin duda alguna el momento fue emotivo para ambos, así que, luego de instrucciones, algunos consejos y referencias por parte de Oliver, Anaelise quedó abollada de información al salir del consultorio que a partir de hoy no volvería a pisar.

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