Encuéntrame romance Capítulo 68

—¿Qué quieres que te diga? Es insoportable…

Ana rodó los ojos mientras escuchaba a Andrew hablar sobre esa chica otra vez.

Habían pasado 7 meses desde que prácticamente su vida dio un giro de 180 grados, y eso marcando que su vivencia con Cox se superaba cada día.

—Lo único que no entiendo es… que me llamas 4 veces y hablas 5 de ella… Entonces…

—No digas tonterías… —respondió Andrew.

—Bueno, no es tontería —atacó Ana mientras vio que Cox pasaba recién bañado por la habitación y parecía que estaba buscando alguna ropa para salir—. Yo solo digo que puede ser que estés interesado, porque la estás odiando mucho estos últimos días.

La chica famosa en los labios de Andrew se llamaba, Anne, y no estudiaba medicina, sino derecho, en esa ala extrema de la Universidad, Fort Lewis College, en Durango.

Desde hace unos meses, la nombraba como diciéndole a Anaelise, que la chica era como una piedra en su zapato y resultó ser hija de unos amigos de su padre, Jarol White.

—Es solo porque ella aparece siempre… Pero… cambiemos de tema.

—Ok —dijo Ana en un suspiro y volvió a levantar la mirada en Cox que estaba abotonando su camisa—. ¿Puedes esperarme un minuto, Andrew?

—De acuerdo…

Ana tapó el auricular y luego le hizo “Pishss”, con la boca a Cox para que la mirara.

—¿A dónde vas sin mi permiso? —su pregunta deslizó una sonrisa en Xavier.

—Vendré pronto, trata de colocarte algo decente, traeré cena…

Ana arrugó su ceño y lo fulminó con la mirada.

—Ok…

Xavier fue hasta su lugar y le dio un beso rudo y luego le pico el ojo desapareciendo de la habitación. Entonces Ana volvió su móvil a la oreja.

—Estoy aquí —Anunció Ana un poco aburrida y le pareció escuchar un poco de ruido desde el auricular.

—¡Oye Ana! Debo irme, te llamo luego, un abrazo, para ti y… Para Xavier…

La carcajada de Andrew se esparció por toda su cabeza, pero ella colgó enseguida, porque nada le estaba dando gracia, ni que Xavier se hubiese ido, ni que Andrew no se hubiese acordado de su cumpleaños.

Y Sí, ella no era de celebraciones, pero Oliver le había dejado un testamento deseándole sus bendiciones en este día, sabía que solo contadas personas conocían de su fecha especial, ¡pero vamos! Eran sus personas favoritas, y ni Andrew, ni Xavier, habían recordado su cumpleaños.

Soltó el móvil y vio que dentro de poco anochecería, recordó lo que Xavier le dijo y decidió tomarse un largo baño, mientras una sonrisa se aparecía en su rostro, porque él tendría su castigo.

No se iba a vestir de ninguna forma, ella se pondría algo que apenas le cubriera y lo esperaría con las piernas abiertas en su mesa.

Las carcajadas salieron de ella, el pobre Xavier ni siquiera iba a disfrutar de la cena caliente que iba a llevar para ellos, pero se lo merecía por olvidar su cumpleaños.

Después de perfumarse, fue a los cajones a buscar los menos que tapara su cuerpo en su nueva ropa de lencería que Xavier escogía con mucho cuidado para ella.

Subió sus pantis de color blanco mientras sus tejidos no dejaban nada a la imaginación, también se puso un bralette blanco, que apenas sostenía sus pechos y llevó sus manos a la boca por otra risotada que se le escapó.

Definitivamente, Xavier la contagió de su locura, porque ni en un millón de años, ella haría esta mierda.

Cuando vio que ya había pasado una hora y media, apagó la pantalla del televisor y se fue escaleras abajo. Cuando estuvo en la sala, se sorprendió al ver que todo estaba lleno de globos y que una tarjeta reposaba en la mesa.

—¡Oh Dios mío…! Soy una tonta… —dijo tomando la tarjeta y abriéndola enseguida.

“Alma de mi Alma, Feliz cumpleaños”

Su cuerpo se estremeció entero, y su corazón dio un vuelco extravagante.

Levantó la mirada, un pastel, una caja envuelta y velas sin encender estaban de forma cuidadosa puestas.

Justo cuando iba a ver la caja, escuchó como las llaves dieron vuelta en la puerta y una sonrisa se le formó en el rostro, se vio a sí misma. Ya no quería castigarlo, pero… No podía hacer nada ahora.

Dio dos pasos, dispuesta a recibirlo en la puerta, allí fue cuando escucho el bullicio, y la cabeza de Cox con varias personas detrás estaban a punto de entrar.

—¡Oh Mierda! ¡Xavier! —Ana dio un grito fulminante, y Xavier casi empuja de un solo tiro a sus invitados para que no pasaran.

Ana cayó de inmediato en el piso, ocultándose con la mesa del comedor, y rezando porque nadie la haya visto.

Cox cerró la puerta de golpe y le hizo un pare con la mano, a su madre, a Elisa y al mismo Andrew que había recogido en el aeropuerto.

—¿Qué vieron? —preguntó Cox de forma seria hacia los tres, en especial mirando al chico.

—¡Ni siquiera nos dejaste dar un paso! —rezongó su madre un poco sonrojada por el empujón.

—Esperen aquí… no se muevan —ordenó Xavier mientras abrió y escurrió su cuerpo por la puerta para no dejar ver un milímetro dentro de su casa.

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