Encuentro cercano romance Capítulo 101

—Sr. Alejandro, por favor, deje de contratar a tantos nutricionistas para mí, solo tengo cuarenta días de emabarazo. Si sigue alimentándome así, ¡quedaré gorda como un cerdo! —Danitza estaba algo frenética, y no tenía miedo de Alejandro en ese momento.

—¿ Qué hay de malo en eso? Creo que los cerditos son adorables y bonitos cuando están regordetes. —Mientras Alejandro escuchaba las quejas de Danitza, supo que los nutricionistas ya habían empezado con su trabajo.

—Yo...¡usted no lo enetendería!— Al escuchar que a Alejandro le gustaban mucho los cerditos regordetes, Danitza se quedó realmente sin palabras.

—Ya veo. Dejando eso a un lado, ¿te ha caído mal la comida que te han recomendado hoy? —le preguntó Alejandro con cierta preocupación.

—No. —Danitza se quedó pensando por un momento. Aunque había comido algunas comidas, ya no había vuelto a vomitar.

—Eso es bueno. solo haz caso a los nutricionistas, ya que todods ellos son muy experimentados, y ya les he dicho que no quieres comer cosas grasosas, ni siquiera puedes olerlas. Todos saben que no hace mucho que te quedaste embarazada, pero tu cuerpo es demasiado delgado, así que necesitas reforzar tu nutrición, por lo que tienes que escuchar a las recomendaciones de los nutricionistas. Volveré a comer contigo esta noche, ¿de acuerdo? —Alejandro habló con cariño a Danitza.

Era la primera vez que Alejandro hablaba así a alguien. En el pasado, cuando era Victoria la que estaba enfadada, él simplemente la habría invitado a comer o le hubiera enviado algunos regalos, nunca le había dicho tantas cosas bonitas. Además, él tenía miedo de que Danitza no comiera nada, así que estaba intentando de todo para hacerla feliz.

Cuando Danitza pensó en ello, parecía que lo que dijo Alejandro tenía algo de verdad, realmente no había querido vomitar después de comer aquellas cosas que los nutricionistas le habían preparado.

—Está bien. —Después de escuchar a Alejandro decir que volvería a cenar con ella, el resentimiento de Danitza parecía haber desaparecido, y su corazón se lleno de expectación.

Al oír que Danitza había aceptado obedecer a los nutricionistas, Alejandro se sintió aliviado, porque recordo que ella no había vomitado en toda la tarde de hoy, así que eso era algo bueno.

Cuando recibió la llamada de Diego diciendo que Danitza estaba vomitando, Alejandro se puso muy ansioso y enfátizo esto cuando contrato a los nutricionistas.

***

Todavía faltaba una hora para que pudiera salir del trabajo, así que Alejandro hojeó rápidamente los montones de documentos y contratos acumulados en su escritorio. Estaba decidido a trabajar horas extras hoy, pues tenía que volver a cenar con Danitza.

El tiempo parecía volar mientras trabajaba, así que una hora pasó rápidamente. Alejandro se desperezó, estirando sus brazos y piernas, y se alegró de saber que su eficiencia de trabajo había aumentado, pues realmente terminó de leer en una hora aquella pila de información.

Cuando llegó la hora de volver a casa, Alejandro primero fue a comprar unos bocadillos, pensando que Danitza podría tener antojos de ellos.

Cuando llegó a casa, la comida ya estaba servida, y por el hecho de que él regresaba a cenar, la comida fue preparada con mucho detalle.

Cuando Danitza vio que Alejandro había regresado, ésta le sonrió a modo de saludo. Aunque llevaban varios meses durmiendo juntos, todavía se sentía un poco avergonzada al saber que su marido era su jefe.

—Señor Alejando, ha vuelto, por favor, vaya a lavarse las manos y empiece a comer. —Diego vio que Alejandro había vuelto para cenar con Danitza, por lo que pudo notar el buen ánimo en él, y ahora la señora Danitza era cada vez más importante para su señor.

—Bien. —Alejandro miró a Danitza, y de repente sintió que era algo muy cálido volver a casa y tener a alguien esperándole, ¿cómo es que no se había dado cuenta antes?

La mesa estaba dividida en dos tipos de comidas, uno era para Danitza, muy ligero, sin nada de aceite, pero todo era muy nutritivo; el otro era para Alejandro, todo frito en aceite.

Cuando Danitza levantó la vista, se dio cuenta de que había varias marcas rojas en el cuello de Alejandro, rojas como si fueran chupetones.

—No quiero comer más, si como más tengo miedo de volver a vomitar. —La cabeza de Danitza también empezaba a marearse.

—Entonces te ayudaré a levantarte. —Alejandro dejó sus cubierto mientras se acercaba y ayudaba a Danitza.

—No es necesario, puedes comer, estaré bien por mi cuenta, no soy tan débil. —Danitza no quería que él la viera en su momento más vulnerable y, ante su insistencia, Alejandro la dejó volver sola a su habitación.

Por la noche, Alejandro fue a ver a Danitza, pero ella ya estaba dormida, así que no se quiso molestarla, pensando que las mujeres embarazadas necesitan descansar más, optó por volver a la habitación de invitados.

Cuando Alejandro se marchó, las lágrimas de Danitza fluyeron y extendió la mano para tocarse el vientre, preguntándose. «¿Qué debo hacer?».

En los días siguientes, Alejandro regresaba a casa todas las noches para cenar con Danitza, y toda la comida estaba preparada según las necesidades de ella. Así que Alejandro también comía lo mismo que Danitza, por lo que ya no había lugar en la mesa para las cosas grasosas.

De vez en cuando, Danitza iba a la casa que había alquilado y la limpiaba, lo dejaba lista para que su padre volviera para quedarse en ella.

Su padre casi se había recuperado de su enfermedad, pero seguía en observación en Francia. Ella no había podido estar con él cuando lo operaron, por lo que se lamentaba cuando pensaba en ello.

Ahora que su padre se había recuperado, tenía que pasar más tiempo con él, para que se pusiera bien y viviera unos cuantos años más, así él supiera que tenía alguien en quien apoyarse.

—¡Dana!, aquí tú papá reportándose. Estaré de regreso pasado mañana, así que por fin volveré a casa a verte. —El padre de Danitaza llamó desde el otro lado del océano. Se veía que estaba muy contento, pues su operación había sido un éxito, así que podría cuidar bien de su hija cuando se recuperara por completo en el futuro.

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