Encuentro cercano romance Capítulo 148

Al ser blanco del comentario poco amable de la abuela Hernández, Fernanda no se lo tragó y se quedó callada. Ella siempre había sido mimada por su familia desde la infancia y no toleraría que la ofendieran, así que si la abuela quería pelea, Fernanda no se contendría.

—Está bien, está bien. Mamá, por favor, no digas más. Fernanda, no te lo tomes tan a pecho. —Alfonso estaba en un dilema. La familia había sido pacífica antes de que la abuela viniera a vivir con ellos. Ella solo había estado aquí durante unos días, sin embargo, ya había discusiones en casa todos los días.

—Alfonso, mamá está envejeciendo. ¿Ya te caigo mal? No soy educada, además no soy del tipo de persona que se viste de forma tan golfa todos los días. Ya no soy entrañable, ¿verdad? —La abuela se agarró a las manos de Alfonso y empezó a llorar.

Al darse cuenta de que la acusaban maliciosamente antes de que pudiera pronunciar una palabra, Fernanda se dio la vuelta y se marchó furiosa.

Alfonso quiso seguir a Fernanda, pero la abuela lo agarró con fuerza y se negó a soltarlo. AL sentir su agarre, Alfonso no pretendía decir nada hiriente a su madre, ya que ella había pasado por muchas penurias viviendo sola fuera, y ese es el motivo de traerla a casa, ya que quería que su madre fuera feliz, pero esta situación era demasiado dolorosa.

—Mamá, sé que te han hecho daño. Hablaré con Fernanda al respecto, ella es una mujer razonable, y estoy seguro de que entenderá tus arduos esfuerzos. —Alfonso llevó a la abuela al sofá y la sentó, consolándola lentamente.

Alejandro y sus dos hermanos también estaban allí haciendo compañía a la abuela. Sin emabrgo, Danitza y Laura se escabulleron, pues no tenían mucho que decir tras el suceso de esa noche. Además, la abuela había sido particularmente mala con Danitza, por lo que ésta se inclinaba por Fernanda, quien siempre ha estado a favor de ella.

—Es muy difícil para mí estar aquí sola. Aunque Ema es una buena chica, yo sigo siendo muy mayor y hay una brecha generacional cuando hablo con ella. Me siento tan sola. —La abuela sonaba muy lamentable.

—Entonces, ¿qué quieres, mamá? —Alfonso no quería que su madre se fuera. Aunque hubiera disputas, seguían siendo una familia y tenían que vivir juntos. La abuela era muy mayor, y ya era hora de que él cumpliera con su deber filial.

—Yo sé que siempre piensas lo mejor para mí, querido. Quisiera traer a Mónica, pues ella no es una extraña. Piénsalo, también es la madre de tus dos hijos. Aunque ella y tú están divorciados, nunca te pidió nada, ¿verdad? Ella también ha sufrido mucho, y yo estoy acostumbrada a vivir con ella. —Dijo la abuela mientras observaba la expresión de Alfonso.

—Mamá, puede que tenga que discutirlo con Fernanda. Ya sabes que ella está a cargo de la familia. —En el fondo, a Alfonso no le gustaba la idea. Pero ahora que su madre sacaba el tema, era incapaz de armarse de valor para rechazarla directamente.

—La abuela tiene razón, papá. Pídele a mamá que se mude aquí, déjala vivir con la abuela. Si no, mamá estará sola en los suburbios cuando la abuela se quede aquí. —Paulo y Rolando hacía tiempo que querían vivir aquí con su madre.

No era que quisieran cuidar bien de su madre, sino que que deseaban reclamar el poder en la familia con la ayuda del regreso de Mónica.

Mónica nunca fue fácil de convencer y odiaba a Fernanda desde el fondo de su corazón. Sin embargo, nunca se le ocurrió que ella y Alfonso se divorciarían para que luego éste estuviera con Fernanda.

Ahora que sus hijos estaban a favor de la idea, Alfonso no sabía qué hacer. De hecho, no quería que Mónica viniera, pero dudó desde que su madre lo había sugerido.

—Papá, deja que venga nuestra madre. Cubriremos sus gastos de manutención nosotros mismos, por lo que no usaremos el dinero de la familia Hernández. —Paulo hizo un movimiento inesperado.

—Alejandro, ¿qué te parece? —Acorralado por sus exigencias, Alfonso no tuvo más remedio que preguntar a Alejandro, que había permanecido en silencio todo el tiempo.

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