—Señora, hay un depósito extra en su cuenta. —La secretaria le dijo a la Sra. Jones, sosteniendo los archivos de su cuenta bancaria.
—¿Cuánto? —preguntó la Sra. Jones a la secretaria.
—Seiscientos mil. —informó la secretaria a la señora Jones.
—¿Ah?, esta Danitza es realmente interesante. Me desviví para actuar y manchar accidentalmente su ropa para así poder regalarle ese vestido, pero no esperaba que me devolviera el dinero. «¡Qué tonta he sido1 No debería de haber dejado el vestido allí, seguro que Ema debió decirle algo cuando volvió y la vio». —La señora Jones dejó escapar una sonrisa de derrotada cuando vio los seiscientos mil extra en su cuenta.
La señora Jones siempre había querido compensar a su hija por lo que le debía, pero nunca había tenido la oportunidad de hacerlo.
—Entonces, ¿qué vamos a hacer con esto, Madame? —Preguntó la secretaria a la señora Jones.
—Olvídalo. Como ya está transferido a mi cuenta, no hay que devolverlo. A la familia Hernández no le falta este dinerito, así que hablaremos de ello más tarde. —La Sra. Jones despidió a su secretaria.
Gonzalo era el único al que la Sra. Jones estaría agradecida en toda su vida. Él había criado a su hija para que fuera una mujer decente. Y por el bien de Danitza, nunca se había vuelto a casar. «¿Pero cómo podría pagárselo?».
Definitivamente no aceptaría si ella le diera dinero, ni tampoco aceptaría la empresa. Gonzalo era un hombre honesto y sencillo, así que no estaba hecho para los negocios.
Solo podía pedirle a Danitza que lo cuidara bien. Eso debería ser una especie de recompensa por su amabilidad al criarla.
La señora Jones suspiró. Aunque era la madre biológica de Danitza, no cumplió con su responsabilidad parental. Y ahora no podía decirle a Danitza la verdad, ya que debido a la personalidad de Danitza, la señora Jones suponía que ésta no volvería con ella aunque se enterara. La señora Jones solo podía esconderse en la sombra y cuidar en silencio de Danitza.
—Sra. Jones, ¿le preocupa algo? —El Sr. Jones entró y se dio cuenta de la mirada grave de su esposa.
—Jones, hoy he regalado un vestido a mi hija, pero me ha devuelto el dinero. —La Sra. Jones, quien en realidad era Samanta García, explicó a su marido con resignación.
—Oh, ¿eso es lo que te molesta? Todo saldrá bien. Todavía tienes mucho tiempo, así que tómate tu tiempo para regalarle lo que quieras darle. Es una chica muy amable, por lo que ni siquiera aceptó mis acciones. Si fuera otra persona, se habrían vuelto codiciosos hace tiempo. —El Sr. Jones se acercó para consolar a su mujer.
—Jones, la persona por la que más siento en mi vida es Gonzalo. Puedes ayudarme a pensar en ello, ¿cómo puedo pagarle? —Observando a su marido, la Sra. Jones se sintió relajada. Siempre se le ocurría una solución perfecta para cualquier problema. solo que la Sra. Jones no quería molestarle mucho.
—La mejor recompensa que puedes darle es dejar que Danitza se quede con él. Solo vive por ella, así que no intentes quitársela. —El Sr. Jones le dijo a su esposa.
—Eso es lo que estoy pensando. Pero me siento muy culpable si es lo único que puedo hacer. Deseo que se recomponga. —La Sra. Jones rodeó con sus brazos la cintura del Sr. Jones y puso su rostro sobre su vientre.
El Sr. Jones era alto y guapo, y a sus cuarenta años, todavía parecía joven.
—Déjamelo a mí, ¿está bien? No quiero que mi mujer se preocupe por ello. —El Sr. Jones acarició la cabeza de su esposa y la consoló. Sabía lo que ella quería, pero no podía hacer nada al respecto. Danitza fue criada por otra persona, así que solo podían vigilarla desde lejos.
—¿Dónde está Ángel? Parece que este niño no ha vuelto a casa desde hace mucho tiempo. ¿Está trabajando en su pintura de nuevo? —A Ángel le apasionaba tanto la pintura que no se podía decir que era adicto a eso.
—Ya es mayor, no te preocupes demasiado por él. Ángel es un joven bien educado, así que relájate. —Se dice que las madres son las que más se preocupan y era cierto. La Sra. Jones siempre estaba muy preocupada por sus hijos.
—Abuela, este es tu cerdo asado favorito. Toma un poco más. —Alejandro se apresuró a coger un trozo de cerdo asado para dárselo a la abuela.
Los dientes de la abuela no estaban en muy buen estado, por lo que le gustaba comer carne de cerdo blanda y asada.
Al ver la carne que le traía Alejandro, la abuela sintió que su dignidad quedaba intacta.
—Sabía que mis nietos son los que se preocupan por mí. Son todos buenos. Mira qué bien se portan mis cuatro nietos. —La abuela trataba muy bien a sus nietos.
Danitza no se molestó en discutir con la abuela. De todos modos, era una anciana. Y a los ancianos hay que tratarlos con paciencia y respeto, y Danitza estaba acostumbrada a hacerlo.
Después de la cena, Alejandrodecidió salir a dar un paseo con Danitza para mejorar la digestión.
—Al menos ayuda a limpiar después de la cena. Qué mocosa tan perezosa. —La abuela tuvo otra oportunidad de regañar a Danitza.
—De acuerdo. Lo haré enseguida. —Danitza soltó la mano de Alejandro y fue a limpiar la mesa.
—No es necesario que lo hagas, eso es trabajo de la sirvienta. Eres mi nuera, no una sirvienta. Puedes hacer lo que quieras después de la cena. Actúa como una anfitriona. —A Fernanda no le gustaba que la abuela siguiera poniéndole las cosas difíciles a Danitza.
—No me extraña que sea así. Es igual que su suegra. —La abuela empezó a tratar a Fernanda de forma poco amable.
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