Danitza fue sujetada por alguien y obligada a entrar en el ascensor privado al presidente. Ella luchó ferozmente en los brazos del hombre y lo abofeteó con el revés de su mano, haciendo que el hombre la soltara sorprendido.
—Se...Se... Señor Alejandro. —Danitza miró el rostro de Alejandro, con una marca fresca de la bofetada.
Alejandro levantó la cabeza con arrogancia, pues no quería hablar con esta mujer tonta.
Danitza se paró frente a Alejandro avergonzada sin saber qué hacer. Su cabeza estaba en blanco en ese momento,
«¿Qué acabo de hacer? Abofeteé al presidente, ¿qué podía hacer ahora?»
—Señor Alejandro, pues…este...yo... ¡Lo siento! —Pensó Danitza durante mucho tiempo y no supo cómo explicárselo al presidente, que ella pensaba que un pervertido la había atacado.
Alejandro no contestó nada.
Danitza miró su barbilla perfecta y su sexy nuez y no pudo evitar tragar saliva. El presidente era muy guapo, realmente hermoso, pero era demasiado impredecible.
En el vigésimo piso, Danitza se bajó apresuradamente del ascensor, ya que si seguía con él, sentía que se asfixiaría.
Se paró en la puerta del ascensor y respiró hondo. El ascensor de empleados acababa de llegar y los empleados de la secretaría fijaron su mirada en ella, pues ya estaba parada en la puerta de la oficina. Todos estaban sorprendidos y miraron el ascensor detrás de Danitza, sin hablar caminaron directamente hacia la oficina.
Danitza también entró en la oficina, se dirigió a su escritorio y se sentó. Fue realmente arriesgado ir a trabajar esta mañana, si esto sucediera todos los días, no sabría si pudiera seguir así.
Danitza estuvo muy ocupada durante toda la mañana, muchas cosas de la secretaría le fueron encargado, incluido el suministro de material de oficina para todos, materiales que algunas personas no querían hacer, etc.
Sin embargo, Danitza pensaba que esto era bueno, así que no tendría tiempo para pensar en las demás cosas y trabajaría satisfactoriamente.
—Danitza, toma, te compré un café. Bébelo antes de ir a trabajar —Nora se escondió en el lugar por donde pasaba Danitza y agitó las manos en silencio.
—No, tengo que ir a entregar estos materiales —Danitza le mostró a Nora lo que tenía en la mano.
Sin embargo, Nora la ignoró. Se acercó, puso los materiales sobre la mesa y le entregó el café en la mano.
—Acabo de ir a la secretaría a verte, pero la actitud de los demás parece ser muy extraña, ¿por qué? —Nora sintió que a la gente de la secretaría no le agradaba mucho Danitza.
—Ah, esta mañana cuando vine a trabajar, me encontré con Josefina, ella vino a forcejear conmigo… —Danitza le contó a Nora lo que había sucedido esta mañana.
—Esta persona desvergonzada, ¿qué vino a buscarte a hacer que?, ¿empezó a sangrar?, ¿la empujaste y se cayó? —los ojos de Nora se iluminaron cuando se lo dijo.
—No, no la empujé, se cayó sola, y luego llegó Roberto. Había mucha sangre en el medio de sus piernas, supongo que el bebé está en peligro —Danitza bebió café, pensando en esa impactante situación de la mañana.
Era lógico que Josefina se preocupara por ese bebé, pero ¿por qué en ese momento se cayó? Si Danitza no la empujó y tampoco ella se lastimó el tobillo en absoluto.
Danitza de repente sintió que había gato encerrado.
—¿Qué haces? —Danitza miró a Roberto.
—¿Qué hago? Quiero preguntarte qué quieres hacer. Ya estamos divorciados y aún así eres tan cruel. Asesinaste al hijo de Josefina, mataste a nuestro hijo. ¿Todavía no te sientes culpable? —Roberto tiró de ella enojado.
—Si perdió al bebé, ¿no deberías estar en el hospital para acompañarla? ¿De qué te sirve que vengas a buscarme a mí? ¿Acaso puedo darte uno? —Danitza luchaba duro para soltarse, pero no tuvo éxito.
—¿Darme uno? No es una mala idea. Danitza, tú y yo estuvimos comprometidos durante tres años, aún no he probado tu cuerpo. Ya que estás dispuesta a darme un bebé, quisiera intentarlo —Entonces, Roberto acercó su boca.
Danitza no esperaba que Roberto fuera tan desvergonzado, ella giró la cabeza rápidamente, evitando la boca de Roberto.
Pero la fuerza de Roberto era tal, que estuvo a punto de besar sus labios. Entonces, Danitza levantó su rodilla para patear su entrepierna.
Pero Roberto parecía estar preparado hace mucho tiempo, soltó una mano y agarró la pierna de Danitza.
—¡Esta postura también es buena, me gusta! –Roberto puso la mano de Danitza sobre el coche y éste se inclinó sobre ella.
Danitza vio cómo la boca de Roberto se acercaba y se puso a llorar.
Si Roberto realmente se atreviera a besarla, definitivamente mordería sus labios.
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