—Danitza, estoy en pánico, ¿quieres ir de compras conmigo? Luego podemos ir a comer barbacoa. De verdad que no volveré a beber nunca más. El alcohol fastidia las cosas. —Nora se quedó en silencio un rato antes de decidir que iba a ir de compras para desahogarse, porque si no, se iba a volver loca aguantando todo eso.
—Vale, yo tampoco aguanto más, ¡vayamos de compras! —Danitza aceptó de inmediato. Ya estaba un poco harta últimamente y necesitaba ir a desahogarse.
—Pues eso. Primero vamos de compras, luego vamos a comer pinchos y por la noche vamos al karaoke, ¿qué te parece? —Nora hizo inmediatamente los arreglos.
—¡Genial, así quedamos! —Las dos se pusieron de acuerdo.
—Mamá, voy a salir un rato con Danitza, así que esta noche no cenaré en casa. —Las dos se arreglaron y salieron a saludar a Candela.
Candela se alegró mucho de que con la llegada de Danitza su hija se puso tan contenta.
—Vale, vale, que lo paséis bien —Candela se apresuró a decir que sí.
Las dos chicas salieron de la casa de los Martínez cogidas de la mano, y se dirigieron al centro comercial para hacer compras.
—Guapas, vengan a ver nuestro nuevo maquillaje. Tiene un efecto muy natural y es duradero. —Al pasar por el mostrador de cosméticos, las dos fueron recibidas por una maquillista.
—Venga, vamos a maquillarnos, dicen que te hace sentir mejor. —Nora oyó que alguien la saludaba y arrastró a Danitza al interior.
Antes de que Danitza reaccionara, ya estaba sentada.
La maquillista hizo una limpieza facial a Danitza con tanta rapidez que no le dio tiempo a decir que no.
Tras casi una hora, las dos terminaron con el maquillaje y se miraron como si no se reconocieran.
—Vaya, Danitza, ¡estás hermosa! —Nora miró a Danitza maquillada y se sorprendió al instante.
—Nora, tú también estás preciosa. Si fuera un hombre, habría perdido la cabeza por ti —Danitza alabó a Nora mientras la cogía de la mano.
Las dos chicas se tomaron de la mano y se admiraron mutuamente. Nora compró generosamente un juego de maquillaje.
Las dos fueron al departamento de ropa de mujer.
¡La ropa de allí era carísima! Danitza miró los precios y pensó en el dinero que llevaba encima. Al parecer no tenía mucho dinero salvo la tarjeta que le había dado Diego.
—Danitza, mira este vestido, creo que te quedaría genial. —A Nora le gustó el vestido blanco y lo acercó a Danitza para ver cómo le quedaba.
Danitza vio el precio del vestido y sacudió la cabeza.
—Miremos otra cosa, este es muy caro, ¡vale más de mil euros! —dijo Danitza sigilosamente a Nora.
—Pruébatelo. De todas formas, hoy tengo muchas ganas de gastar dinero. Además, se acerca tu cumpleaños, tómalo como mi regalo —Nora insistió y le dijo a Danitza que fuera a probarse el vestido.
Como no podía negarse más, Danitza fue a probarlo y se hizo la idea de sacarle muchas pegas para no comprar ese vestido. Ya luego bajarían al departamento de mujeres de la planta baja, allí seguro que habría precios asequibles.
Después de ponerse el vestido, Danitza salió y vio que los ojos de Nora se pusieron de par en par.
Josefina miró a Danitza y se puso muy celosa.
—¿Y me llamáis descarada? Mírate. ¿Te has buscada a un sugar daddy o qué? ¿Estás haciendo de prostituta? ¿De lo contrario cómo te habrías permitido un vestido tan caro teniendo a tu familia arruinada? —dijo Josefina apretando los labios.
De las tres, la familia de Danitza era la más opulenta, mientras que las de Josefina y Nora eran ambas de clase media-alta.
Ahora que la empresa de Danitza había quebrado, Josefina había logrado sentirse un poco superior, pero había sido aplastada de nuevo por la confianza de Danitza.
—¿Y a ti qué te importa? No hemos robado ni nada para comprarlo. Vamos, Danitza, solo nos hace perder el tiempo. —Nora tiró de Danitza y se dispuso a marcharse.
—¡Danitza! Danitza, espera, quiero explicarte algo, espera. —Roberto apareció de la nada, vio a Danitza y rápidamente se acercó a ella.
Josefina se molestó mucho al ver cómo Roberto iba a tirar de Danitza y fue a detener a Roberto.
—Roberto, ¿no has quedado conmigo? Subamos a hablar.
—Suéltame, sube tú primero y luego iré a hacer cuentas contigo. —Roberto frunció el ceño ante Josefina.
Josefina miró con dureza a Danitza y luego miró con cariño a Roberto, quien tenía el ceño fruncido, por lo que no se atrevió a decir nada más y tuvo que subir a la casa de té.
—Danitza, escúchame, lo de ese día fue un malentendido, de verdad que fue un malentendido —dijo Roberto mientras tiraba de Danitza.
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