—Danitza, escúchame, hice lo que hice aquel día porque estaba borracho y porque te echaba de menos, por favor, perdóname. —Roberto tiró de Danitza y no la soltó.
Estaba tan cerca de Danitza que llegaba a oler su fragancia. Comparándola con el fuerte perfume de Josefina, sacaba la conclusión de que eran totalmente diferentes. Se preguntó cómo pudo estar tan ciego de confiar en esa Josefina.
—¡Suéltame, Roberto! ¡Ahora no tenemos nada que ver, por favor no me molestes más! —Danitza intentó liberarse, pero Roberto era tan fuerte que Danitza no pudo conseguirlo.
—Roberto, suelta a Danitza. Danitza te quería mucho, pero tú no le diste más que daño. ¿Ahora sabes lo buena que es? ¡Perdona, pero llegas tarde! ¡Suéltala o te morderé! —Nora vio que el cabrón de Roberto no quería soltar a Danitza y fue a ayudarla, pero ni siquiera las dos juntas podían apartar a Roberto.
—Gerente Roberto, ¿qué numerito estás montando ahora? Tu novia está arriba, pero ¿estás aquí molestando a otras mujeres? Te recuerdo que este es un lugar público, ¡cuida de tu imagen! —Una voz fría pero magnética sobresaltó a Roberto, sus manos se aflojaron y Danitza y Nora se liberaron de su agarre.
—¿Mauricio? ¡¿No tienes nada que hacer o qué?! —Roberto miró con desdén a Mauricio, quien venía hacia él.
«¡Ese playboy no tiene derecho a criticarme!», pensó Roberto.
—Sí, pero ¿por qué me parece que tú tienes menos cosas que hacer? Roberto, al menos eres un hombre, ¿cómo puedes meterte con dos chicas? —Mauricio se acercó.
Había venido a elegir un regalo para su madre y luego iba a ir a la quedada con Alejandro, quien había dicho que le invitaría a una copa.
Cuando oyó la voz de Nora, giró la cabeza y vio que ella y la secretaria de Alejandro estaban siendo retenidas por Roberto. Se alegró al ver tal escena y no dudó en acercarse.
«¡Qué suerte! Es hora de que haga de héroe salvando a las chicas», pensó Mauricio.
Pero en cuanto Nora lo vio, enseguida trató de huir.
—Esta es mi esposa y esta es su mejor amiga, ¿qué problema hay en que hable con ellas aquí? —Roberto no tenía miedo de Mauricio.
—¡No le hagas caso, Danitza se ha divorciado de él! —Nora estaba a punto de huir con Danitza, pero cuando escuchó a Roberto mentir, no pudo resistirse a volver para aclararlo.
Pero cuando volvió, Mauricio la atrapó.
Mauricio se puso ansioso al ver que esa mujer iba a huir de nuevo, pero había vuelto para defender a su amiga. Mauricio no la dejaría escapar otra vez.
—Danitza, perdóname, estaba cegado por esa mujer y no era consciente de lo buena que eres. Casémonos de nuevo. Te juro que te amaré. —Mirando a la hermosa Danitza que tenía delante, Roberto sintió alguna especie de cosquillas en su corazón.
Después de salir juntos durante tres años, ni siquiera había tenido relación sexual con Danitza. Aun en su noche de bodas, hizo caso a Josefina y entregó a Danitza para el disfrute de otro.
—No, no, no, Roberto. Yo fui la que estaba ciega, de verdad. Te tengo que dar las gracias por curarme la vista. Pero espero que no vengas a molestarme más en el futuro. —Danitza quería irse con Nora, pero ésta estaba agarrada por Mauricio.
—Suéltame, ¡suéltame! —Nora estuvo a punto de patear la entrepierna de Mauricio.
—Josefina, ¿quién es tu hombre? Que te quede claro que ahora estoy hablando con mi esposa. ¿Desde cuándo tienes turno de palabra aquí? Piérdete. —Roberto empujó a Josefina con fuerza hacia un lado y esta cayó al suelo.
—Josefina, fíjate bien, este es el hombre que intentaste robármelo a toda costa. Tengo que darte las gracias. Si no fuera por ti ahora estaría yo en el suelo. —Danitza parecía estar viendo un buen espectáculo.
Aquello había dejado a Josefina en mucha vergüenza.
—Danitza, me malinterpretaste, no te haría esto. Eres la que más quiero ahora, te trataré mejor que nadie, de verdad, Danitza, vuelve conmigo. No me importa con quien hayas estado. Volvamos a estar juntos —Roberto seguía suplicando a Danitza.
—Danitza, te has escaqueado del trabajo, ¿cómo crees que debería poner tu asistencia? —Una figura alta se acercó a Danitza con un aura tan poderosa que Roberto retrocedió unos pasos.
Todos respiraron hondo ante la repentina aparición de este.
Roberto trató de esconderse instintivamente, le habían dado una paliza pocos días antes y todavía estaba con miedo.
—Gerente Roberto, últimamente nos encontramos a menudo. —Alejandro tuvo el descaro de decirle eso a Roberto. Danitza sentía que Alejandro era más raro que Roberto, se topaba con él en todas partes, pero, en realidad solo aparecía cuando corría peligro.
—Oh, señor Alejandro, tengo algo que hacer, le dejo. Ya cuando tenga tiempo hablaré con Danitza. Venga, levántate, vámonos. —Roberto tiró de Josefina, que estaba en el suelo, y los dos se alejaron de manera lamentable.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Encuentro cercano