Encuentro cercano romance Capítulo 76

La multitud se había reunido para cotillear, pero la afirmación de Alejandro fue tan impactante que silenció a todos de manera absoluta.

De inmediato, todo el piso 20 quedó en silencio, incluso se podía escuchar con claridad los sonidos de la respiración.

«¿Qué acaba de pasar? ¿Qué ha dicho el señor Alejandro? ¿Que Danitza es su esposa? Dios mío, pues no sé bien si alguna vez he ofendido a Danitza», pensaron muchos de los espectadores.

Victoria fue la primera en reaccionar y se acercó lentamente a Alejandro.

—Alejandro, ¿qué te ocurre? ¿Por qué dices eso, no sabes que me duele el corazón por tus palabras? —Las lágrimas cayeron de su hermoso rostro.

—Victoria, te digo la verdad, Danitza es mi mujer, es mi esposa. —Alejandro sintió que no podía seguir así, no podía tener a las dos, de modo que tenía que elegir a la que tenía en su corazón.

—¡Bua! —Victoria se cubrió la cara y salió corriendo.

Los demás se dispersaron, nadie se atrevía a ver el espectáculo del presidente, y de repente solo quedaron Danitza, Nora, Laura y Alejandro en el vigésimo piso.

Danitza no había reaccionado hasta ahora, preguntándose si había estado alucinando.

—Gracias. —Danitza se acercó a Alejandro, pensaba que decía mentiras para ayudarla.

—Las dejo. Consuelen a Danitza —dijo Alejandro. Temiendo que le pasara algo a Victoria, fue tras ella.

—¿Qué acaba de pasar? Laura, ¿eres la hermana de Alejandro? —Nora reaccionó en ese momento.

—Sí, no me culpen, chicas, tenía miedo de que, si decía que era la hermana del señor Alejandro, me ignorarían. —Laura miró en secreto la cara de Danitza.

Danitza entró tranquilamente por la puerta con sus táperes, las otras dos la seguían detrás, ninguna se atrevía a hablar.

Después de colocar los táperes en su mesa, Danitza no tuvo apetito.

Se quedó embobada sentada y Nora y Laura la acompañaron.

—Esto... Danitza, lo siento, no quería mentirte —susurró Laura.

—Déjenme sola. —Danitza no quiso hablar con nadie y les dijo que se fueran. Así que ella se quedó sola en secretaría.

Tenía que mentalizarse.

«Alejandro estaba bromeando, ¿no? ¿Cómo podía haberse casado conmigo? No tiene ninguna razón para hacerlo. Desde la primera vez que nos encontramos nos hemos caído mal mutuamente. ¿Por qué se casaría conmigo?

¿Y es tan humillante estar casado conmigo? Ni siquiera me dejó verle y me hizo firmar un contrato de matrimonio de dos años, por lo que en un poco más de un año, será el momento de que me vaya a la mierda y deje el sitio a Victoria».

Los sentimientos que acababan de surgir hacia su misterioso marido habían desaparecido por completo. Su marido estaba pensando y amando a otra mujer. Casarse con ella era probablemente solo para resolver sus necesidades físicas.

Danitza sentía fría y húmeda su cara, y cuando la tocó, se preguntó cuándo se le habían caído las lágrimas.

Sacó un pañuelo para secarse las lágrimas, luego abrió el táper. Ahora que su padre había sido operado y seguía en periodo de recuperación, no podía divorciarse de Alejandro a no ser que el propio Alejandro se lo pidiera.

Parecía que Alejandro le iba a pedir pronto el divorcio. Victoria era la mujer que amaba y no podía dejarla pasar agravio todo el tiempo.

—Bien, se lo devolveré en persona. —Todo se había aclarado, pero Danitza no se alegró por saber que su marido era Alejandro.

A Danitza le dolía la cabeza, así que subió con la intención de dormir un poco, no sabía qué debía hacer ahora.

***

—Hola, Danitza, ¿estás bien? Ya estoy recuperándome y probablemente podré volver a verte en unos días. —Gonzalo, que estaba en el extranjero, llamó a su hija para informarle de que estaba bien.

—Papá, te extraño mucho, muchísimo. —Al oír la voz de su padre, los ojos de Danitza se llenaron de lágrimas.

—Yo también te echo de menos, cariño, sé que lo has pasado mal. —Gonzalo también se estaba secando las lágrimas al otro lado.

Su hija y yerno le cuidaban de maravilla, le habían encontrado un corazón adecuado para su cuerpo, y ahora era una persona sana.

Gonzalo seguía sin saber que su hija había sido abandonada por Roberto y que la había hecho sufrir.

Tras una breve charla entre padre e hija, se despidieron. Danitza sabía que su padre iba a volver y aún dudaba en si llamar a su tía.

La casa era de la madre de Danitza, pero siempre la ocupó su tía.

Su padre había estado enfermo durante tanto tiempo y su tía no fue a visitarlo ni una vez. Tampoco había recibido ni una sola llamada telefónica de su parte en los últimos tres meses.

«¿Dónde vivirá papá cuando vuelva? Hemos dado nuestra casa para las deudas… No puedo dejar que papá viva en la calle. Y aquí… No sé ni cuándo me iré. ¡Ay! Es todo un dilema».

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