Encuentro cercano romance Capítulo 75

Cuando se enteró de que Danitza había venido a trabajar, Nora enseguida fue a buscarla.

Laura llegó más tarde, normalmente venía a trabajar a la hora exacta y no le gustaba llegar temprano.

—¿Por qué has venido al trabajo? Te has lesionado en el trabajo, deberías haberte tomado más tiempo libre, mírate ahora que ni siquiera puedes hablar bien. —Nora hablaba con tanta franqueza que ni siquiera sintió que Laura le había dado codazos un par de veces.

—Estoy bien —Danitza dijo, cuanto menos decía, más vocalizaba.

—¿Y qué vas a comer después? ¿Por qué no vamos a comer arroz congee? Conozco un restaurante de arroz congee cercano que está bastante bueno. —Laura estaba preocupada por la dieta de Danitza.

—Vaya, por fin te lo pones. De verdad que con esto puesto alejarás a los espíritus malignos. Deberías llevarlo a menudo, preferiblemente todos los días. —De repente, Laura bajó la vista y se dio cuenta de que Danitza llevaba en la muñeca el brazalete de jade heredada de la familia Hernández.

—¡Vaya, es precioso, este brazalete de jade es muy bonito! —Nora miró el brazalete de jade y pensó que le quedaba muy bien a Danitza.

Danitza retiró la mano y señaló los documentos que tenía delante.

—Bueno, te dejo que trabajes, yo también me voy a trabajar, nos vemos a la hora de comer. —Nora sabía que Danitza iba a trabajar. Ella también tenía que ir al trabajo.

Con Laura y Nora de vuelta en sus puestos de trabajo, Danitza sintió más tranquilidad.

A solas, miró los documentos en silencio, anotando los aspectos más destacados.

Después de ordenar toda esa información en una mañana, fue a entregarla a la jefa nueva, Elisa.

—Danitza, haces las cosas con eficacia y rapidez. Ya has terminado el trabajo del día. Esta tarde puedes hacer lo que quieras. —Elisa no mencionó el problema de la lengua de Danitza en ningún momento.

Danitza le sonrió.

«¿Qué hago por la tarde si lo tengo libre? ¿Volver a casa? Hay mucha gente en casa, pero nadie con quien puedo hablar, ¡me gustaría trabajar aquí antes que volver a casa!».

—Señora, le he traído el almuerzo, baje a por ella. —Puntualmente, a las once y media, Diego llamó a Danitza y le dijo que le había traído la comida.

Cuando Danitza bajó, Diego estaba de pie con unos táperes térmicos en la mano.

—Señora, aquí está la sopa, aquí está la verdura y aquí está el arroz. Está todo caliente, así que no tiene que recalentarlo. Luego la recojo cuando salga del trabajo. —Diego terminó de explicar y se fue.

Danitza cogió los dos pesados táperes.

Tenía una sonrisa que no podía ocultar ni en el ascensor.

Cuando llegó al vigésimo piso, el ascensor se detuvo y Danitza salió de él.

—Danitza —alguien llamó a Danitza desde muy lejos y Danitza se giró para ver que era Victoria, quien había salido del departamento de finanzas de al lado justo a tiempo para ver a Danitza salir del ascensor.

Victoria vio a Laura y le dijo:

—Laura, llegas justo a tiempo, mira, ¿por qué el brazalete de la familia Hernández está en la mano de Danitza, lo ha robado?

Laura miró el brazalete de Danitza y luego a Victoria.

—Victoria, ¿qué acabas de decir? ¿Dijiste que el brazalete era tuyo? —Laura no se apresuró a preguntar quién era la ladrona, quería empezar por saber a quién pertenecía el brazalete.

—¡Sí, tarde o temprano este brazalete será mío, seré la señora Hernández! ¡Y solo yo seré digna de usar este brazalete de jade! —dijo Victoria con gran orgullo.

—Has dicho que el brazalete de jade solo debe pertenecer a la señora Hernández, y ahora el brazalete está en la mano de Danitza, ¿qué más quieres que te diga? —Laura estaba ansiosa, y pensando en salvar a Danitza y en reprimir la arrogancia de Victoria, le dijo la verdad.

—¡¿Qué?! ¡No es posible! ¡Es imposible! Alejandro no está casado, ¿qué señora Hernández va a ser ella? Está casada con un viejo, que ni ella misma conoce. Laura, no puedes humillar a tu hermano solo para ayudarla. —Victoria no se lo creía en absoluto.

«Alejandro ha estado conmigo todos estos días, ¿cómo podría estar casado con esa mujer? Si esa mujer estuviera casada con la familia Hernández, ¿no actuaría de manera arrogante? No, no, debe ser que Laura me está mintiendo porque nunca le he caído bien».

Laura se rió por tanta ira que le había provocado a Victoria, miró cómo de creída que era y pensó: «¡¿Se cree que es la única mujer del mundo o qué?! ¿Cree que mi hermano es de su pertenencia? ¡Qué ridículo!».

—No me ha humillado. Laura dice la verdad, ¡Danitza es mi mujer!

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