Antonio y Danitza llegaron desde atrás de ellos y Danitza se paró en el borde de la piscina y comenzó a inquietarse. Al ver esto, Antonio pensó que Danitza todavía tenía miedo al agua como cuando era niña, así que la tranquilizó.
—No pasa nada, estoy aquí, puedes probar a meterte en el agua primero y poco a poco ir superando el miedo. —Antonio tragó saliva al ver el perfecto cuerpo de Danitza expuesto en su traje de baño de una pieza, de color negro.
Era un hombre de gran autocontrol que nunca se había dejado seducir ni en lo más mínimo por los diversos trucos de Victoria, pero el simple hecho de ver a Danitza con un traje de baño, hacía que su autocontrol se perdiera.
—Antonio, recuerdo que cuando era niña lo que más miedo me daba era el agua. —Danitza escuchó las palabras de Antonio y se dio la vuelta y miró el apuesto rostro de Antonio.
Antonio volvió a mirar los ojos brillantes y claros de Danitza y recordó lo linda que se veía Danitza cuando era pequeña, pues siempre lloraba con los labios fruncidos cuando llegaba a las clases de natación.
Antonio no se contuvo y se echó a reír.
—Eras tan adorable, recuerdo el miedo que tenías de meterte al agua cuando eras pequeña. —Antonio fue a acariciar el pelo de Danitza por costumbre.
Era como si volvieran a su infancia.
—¿Qué estás haciendo? Danitza, baja y compitamos de nuevo. Hace mucho tiempo que no compito contigo y tengo muchas ganas de hacerlo. —Nora y Laura jugaron un rato, y cuando vieron que Antonio y Danitza charlaban sin meterse al agua, les dijeron que bajaran rápido.
—¡Sí! —Danitza miró a Antonio y sonrió.
—¡Ja, ja, ja, ja, Antonio, mira! —Danitza se lanzó de cabeza al agua.
—¡Oye! —Antonio se tensó en cuanto vio a Danitza lanzarse al agua.
Danitza nadó un largo trecho en una sola respiración antes de salir a la superficie.
—Antonio, estoy aquí. Ya no tengo miedo al agua. Ja, ja, ja, ja, ja. —Toda la piscina se llenó de las risas de Danitza.
Mirando a Danitza, que parecía un pez en la piscina, Antonio también sonrió mientras se lanzaba al agua e iba a divertirse con todos.
Después de un tiempo, Danitza recordó que ya casi era la hora de regresar, por lo que salió de la piscina.
—Oye, me he acordado que el asistente del Grupo San Juan me dijo que recogiera los documentos en el hotel, aún no los tengo, ¿alguno de ustedes los tiene? —Danitza se cambió antes de recordar su trabajo, había sido un día tan divertido que casi lo había olvidado.
Antonio también acababa de recordar que esa era la excusa que había utilizado para llevar a Danitza al hotel y que los documentos estaban todavía en su coche.
—Oh, esos documentos están en mi coche, te los traeré, de todos modos, te llevaré a casa más tarde —dijo Antonio.
Eran ya más de las diez de la noche cuando llegó a casa. Danitza pensó que Diego y los demás estarían durmiendo, así que caminó con mucha ligereza.
—Danitza —las luces del salón se encendieron todas a la vez y Diego seguía esperándola en el salón.
Danitza se quedó sorprendida.
—Diego, ¿aún no te has acostado? —Danitza estaba avergonzada.
—Aún no. Danitza, hoy es tu cumpleaños, así que el señor había encargado una fiesta de cumpleaños para ti, pero no volviste. También está el regalo de cumpleaños que el señor había preparado para ti. —Diego reportó todo con sinceridad.
Danitza se sintió un poco agitada de repente, Diego la había esperado toda la noche y realmente se había olvidado de llamarlo.
Metiéndose bajo las sábanas y oliendo el aroma de Danitza, Alejandro tomó a Danitza en sus brazos.
—Mmm, Mamá. —Danitza puso entonces las manos en la cintura de Alejandro y arqueó la cabeza hacia los brazos de éste.
El gesto inconsciente de Danitza, hizo que Alejandro, que ya llevaba mucho tiempo conteniéndose, se excitara y metiera la mano dentro de la camisa de ella.
La Danitza dormida se despertó con un sobresalto cuando fue asaltada repentinamente en el pecho.
Ante el olor familiar del hombre, Danitza supo inmediatamente que era Alejandro, cuyas manos recorrían sin parar su cuerpo.
—¿Qué haces aquí? —Danitza no reaccionó por un momento, pensó que era algo increíble que Alejandro volviera.
«¿A estas horas no debería estar en la cama de Victoria?»
—Es mi casa, ¿por qué no iba a estar aquí? —Las manos de Alejandro se volvieron aún más inquietas.
La suavidad de la piel, y esas partes que le intrigaban, hacían que él no pudiera controlarse.
—Vale, entonces no me toques y duerme. —Danitza trató de apartar la mano de Alejandro.
—Tú también eres mía, ¿por qué no puedo tocarte? —El cuerpo de Alejandro estaba caliente y se revolvía cuando se apretó contra Danitza, ese calor abrasador hizo que Danitza se sintiera sofocada.
Alejandro rodó y se puso encima de ella. Luego, bajando la cabeza y besando el rostro de ella, encontró sus suaves labios y los chupó profundamente.
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