Enséñame el placer romance Capítulo 28

Narra Amelia.

Fue difícil conciliar el sueño. La noche anterior fue fácil porque había tenido un viaje largo. Pero esta noche, se estaba  sintiendo imposible.

Di vueltas y vueltas. Gruñí y gemí. Finalmente me di por vencida y me acosté de espaldas, mirando por la ventana a la luna llena. Mientras la miraba, mis ojos se tensaron y se humedecieron, mi garganta se llenó de emoción.  Tome mi teléfono y suspiré.

Amelia estaba a solo una llamada de distancia. Me lo recordaba cada vez que lo veía. Pero ya no era así. No podría llamarlo sin arriesgarlo todo.  Indefensa, lloré en silencio, la mitad de mi rostro enterrado en las almohadas que olían a casa, hasta que finalmente, me quedé dormida.

Días despues...

Habia tenido unos días muy bueno. Mis nuevas amigas  y yo dimos  un recorrido por el campus y luego fuimos al  tomar batidos. Margaret, Marcela, Carlota, Viviana y Carmen eran increíbles chicas con un gran corazón y eso me encantaba.. pero todavía faltaba algo. Todas decidieron  volver al campus después de nuestros  batidos. 

Una vez en mi dormitorio me senté encima de mi cama y saqué mi computadora portátil, levanté la tapa y fui al motor de búsqueda. Busqué algo que me había prometido a mí misma que no haría, y aparecieron algunos artículos, todos ellos con fotos  de Daniel junto a hombres de negocios. Ningún   medio de comunicación mencionó nada del incidentre entre mi padre y él. Eso por una parte me tranquilizó, no quería que ellos dos fueran blancos de chismes. Quería llamar y preguntarle a papá qué había pasado ese día, de como se había enterado de nuestro romance.

Necesitaba saber tambien si Daniel estaba bien. Fui a mi registro de llamadas, encontré su nombre y lo llamé. Me costó todo lo posible no colgar después del primer timbre. Ni siquiera sabía qué le diría después de lo que había pasado. ¿Qué le dices cuando tu propio padre amenaza con un arma a un hombre con el que te acostaste y al cual amas? ¿Cómo le ayudas a que pase por alto eso y te acepte, sin que ese horrible recuerdo entre en juego?

El teléfono sonó varias veces y la derrota me inundó cuando recibí su buzón de voz. Colgué antes del pitido, un suspiro se abrió paso entre mis labios. Por supuesto que no iba a responder. Probablemente estaba metido hasta las rodillas en la mierda del trabajo, tratando de salir de un agujero. Yo era la razón por la que todo esto había sucedido. Si tan solo hubiera mantenido mis manos para mí, él estaría bien ahora. Cerré mi computadora portátil, la guardé en el estuche y luego agarré la llave de la habitación y la cerré antes de caminar por el pasillo. Necesitaba aire fresco y el clima era agradable, así que tomé un sendero que no estaba muy lejos del campus. En el camino, hojas verdes y amarillas estaban esparcidas por el suelo. Los árboles estaban cubiertos de musgo y serpenteados por enredaderas verdes. Esto era muy diferente a Santa Clara. Todo era fresco y real aquí. Tenía mi teléfono en la mano, rezando para que me llamara durante la caminata.

De repente mi teléfono vibró. Era él, mi corazon saltó.

—¿Hola?—respondí.

Escuche su  suspiro. 

—Amelia—exhaló, e incluso desde kilometros de distancia, pude sentir el alivio invadiéndolo—.¿Como has estado?

Miré hacia abajo. 

—Bien, supongo. ¿Y tú?

—Podría ser mejor—contestó. Sonreí un poco, pero podía entender de dónde venía—.¿Cómo estuvo la mudanza? ¿La vida universitaria te ha tratado bien hasta ahora?—interrogó

—Ya hice  amigas, así que creo que sí—dije—. Mi compañera de cuarto es parte de ello y las chicas que conocí aquella noche en el club—agregue.

—Eso es bueno, ¿verdad?—dijo.

—Sí, ellas son unas personas geniales—respondí.

Estuvimos en silencio un momento, dejé que todas mis preocupaciones se hundieran.

—Estoy feliz de que hayas llamado— dijo finalmente, y mis preocupaciones pasaron a un segundo plano.

—Estoy feliz de que me hayas regresado la  llamada. No pensé que lo harías —mencione.

—¿Por qué no lo haría?—preguntó.

—No sé. Después de lo que sucedió, asumí que me mantendrías alejada—conteste.

Dejó escapar un suspiro

—Podemos ser amigos ahora–dijo.

—Sí— murmuré,  aunque sabía que estaba sufriendo. Le había prometido a mi papá muchas cosas. Lo había traicionado, y sabía que solo eso lo estaba devorando vivo.

—Jefe, aquí está el papeleo que estaba pidiendo—escuché a alguien decir de fondo. Conocía esa voz era Carolina. Él estaba en el trabajo.

—Gracias—murmuró.

—Estás trabajando —dije.

—Sí. Mucho ultimamente—respondió.

Nos quedamos callados un momento. Podía escuchar el crujir del papel y un ruido de rasguño, como si los estuviera firmando. 

—Te envié un mensaje a tu celular ese día que mi papá fuera..ya sabes — continué, antes de que pudiera despotricar—. Carolina me mantuvo al día—dije.

—Lo se, ella misma me lo dijo —respondió.

—¿Tu sabes como papá se entero de lo nuestro?—quise saber. Era algo que me inquietaba.

—Si—dijo—. Le enviaron unas fotografías donde apareciamos nosotros especialmente cuando viajemos a la playa. Fue firmada de manera anónima, pero se quien fue—agregó

—¿Quién ?—pregunte.

—Mi padre—respondió.

Su respuesta me impacto. No tenia mucho conocimiento de la vida personal de Daniel. Solo sabia que no tenia familia, que su madre y su hermana habían fallecido, pero realmente no sabia las circunstancias y nada más. Peor aun no sabía nada de su padre.

—¿Tu padre? Por que haría algo así—pregunte.

—No es tan simple de explicar—gruñó, probablemente con los dientes apretados mientras hablaba. —Yo ... joder, Amelia. Tengo una mierda sobre mí. Y están sucediendo tantas cosas aquí y todo viene hacia mí a la vez, y luego ese maldito quiere arrojarme esta mierda en la cara.

—¿Tirar qué en tu cara?—exigí.

El silencio se derramó a través de la línea. 

—Quiero decírtelo, pero no puedo hablar de eso por teléfono—respiró con fuerza—.Escucha… tengo que irme. Tengo una conferencia en diez minutos—agregó.

Esta conversación no había llegado a ninguna parte. Sabía que no debería haber contestado el teléfono.

—Claro, no hay problema— murmuré—. Entiendo.

—No hagas eso, por favor— suplicó—.Quiero hablar más, pero esoy lleno de reuniones ahora mismo, pequeña. Lo juro—murmuró. Mordí mi labio inferior, luchando contra la emoción—.Llámame si necesitas algo. Sabes que estoy aquí—dijo

—Lo haré— mencione, pero en el fondo, se sentía como una mentira. ¿Lo llamaría de nuevo? ¿Y para qué? ¿El pasado? ¿Cuánto probablemente mi papá ha jodido su vida, todo por mi culpa? ¿ Hablar sobre su familia de la cual no sabía nada? Al hablar por teléfono con él, sentí que la pasión se había desvanecido y lo odiaba. Lo odié tanto. Las lágrimas me quemaban el borde de los ojos, pero me las mordí.

—Hablaré contigo más tarde—dijo en voz baja.

—Más tarde—repetí. Mi voz se quebró, pero colgué antes de que pudiera decir algo más. Cerré los ojos, ignorando el fuego detrás de mis párpados, inhalando y exhalando repetidamente hasta que me sentí lo suficientemente estable como para abrir los ojos. Tenía dos opciones. Podría llorar patéticamente en mis propias manos, o ir a buscar a mis amigas y fingir que la llamada que tuve con Daniel nunca sucedió. Mis pies se movieron antes de que mi corazón pudiera decidir por mí.

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