Entre Mafias romance Capítulo 14

Marcus

Dejo que tenga la última palabra porque está muy alterada, y porque el médico nos dijo que lo mejor era reposo y tranquilidad, pero que no se crea que esto de acaba aquí.

Salgo de la habitación escuchando sus sollozos. Ahora mismo me sería imposible dormir. No se porque todo se tiene que complicar tanto.

Bajo las escaleras para trabajar un poco en mi despacho ¿cómo cojones voy a dormir con Mía llorando en la habitación de al lado? Ni siquiera se porque le dije eso a su padre, quería cabrearle y hacerle daño. Esto va así, nos pasamos la vida viendo a ver quién mea más lejos.

No puedo culpar a Mía, me casé con ella y al día siguiente la abandoné ¿cómo va a confiar en mi?

Me sirvo un whisky. Dejo que el hielo lo envuelva. Lo muevo haciendo círculos para escuchar el tintineo que hace al chocar contra el cristal. Tengo que hacer que confíe en mi, pero ¿cómo? Se que es casi imposible, pero más imposible es que la deje ir. Simplemente no puedo vivir sin ella.

Los siguientes días la dejo tranquila. Casi no nos vemos y eso me está matando. Come poco y duerme mal y tengo que conteneme para no atarla a mi cama y darle yo mismo de comer, porque se que eso lo empeoraría todo.

Me acerco hasta la habitación de invitados para intentar hablar con ella, a ver si con un poco de suerte se ha calmado en estos días.

Toco una vez a la puerta esperando que la abra. Un minuto después vuelvo a tocar, noto como la paciencia comienza a esfumarse de mi cuerpo. No puedo evitarlo, soy como una bomba con mecha corta. La tercera vez que llamo a la puerta la golpeo con la palma abierta.

- Como no abras la puerta, la voy a tirar abajo - Amenazo convencido de cumplir lo que he dicho.

Escucho girar el pestillo. Respiro aliviado  porque entre en razón. Conozco a Mía lo suficiente como para saber que empezar una conversación calmada después de arrancar la puerta sería improbable.

- ¿Qué quieres?

- Quiero que hablemos - La esquivo y entro en la habitación.

Lo único que me falta para que mis hombres crean que me he vuelto blando es que me vean dando explicaciones a la hija de mi enemigo. Me convertiría en el hazme reír del oscuro mundo al que  pertenezco.

- ¿De qué? Está todo muy claro, por primera vez lo veo todo claro  - Su voz dolida y sus ojos rojos me afectan.

Me acerco a ella para cogerle las manos, su contacto me calma y me centra. Me ayuda a encontrar las palabras que quiero decirle, pero que mi ego no me deja. Las retira en cuanto nota mi contacto y eso me enfurece.

- ¿Qué está todo claro? No tienes ni idea de nada. Le dije a tu padre lo que le tenía que decir, pero eso no quiere decir que sea la verdad ¿entiendes?

Mía suspira, triste y derrotada. Tiene los hombros inclinados como si llevara todo el peso del mundo sobre ellos. Esperaba que reaccionara a mis palabras, no que dos lágrimas corrieran por sus mejillas.

- Todo tu eres una mentira, Marcus - susurra - Te casaste conmigo para hacer daño a mi padre y después me abandonaste -  sus ojos son dos lagos llenos de agua y dolor -  después me secuestraste, me encargaste a un hombre que me dió una paliza y después intentaste matar a mi hermano. Ahora vienes aquí a decirme ¿qué?

Todo lo que ha dicho es verdad, lo se, pero eso no significa que ella no me importe. Aunque odio profundamente a su familia y los mataría sin pensarlo.

Respiro hondo un par de veces. Mía se limpia las lágrimas de sus mejillas con el dorso de la mano y yo no puedo hacer nada para que sus ojos dejen de llorar. Me siento impotente y furioso. Aprieto los puños con todas mis fuerzas.

- Vengo para decirte que lo que le dije a tu padre no es cierto - Más claro no puedo ser.

Se aleja de mi y se sienta en la cama. Se mira los dedos que juegan nerviosos.

- ¿Y qué? - Pregunta con una triste sonrisa - Tu corazón es una piedra, es negro y solo sabes causar dolor. El único momento en el que fuimos felices fue una maldita mentira -  sus palabras son como dardos envenenados que dan justo donde quiere hacerlo.

Me quedo clavado donde estoy. Si mi corazón es una piedra y está negro ¿por qué siento  como si muriera con cada latido?  ¿Por qué tengo la sensación de que la he perdido?

Me recompongo para ser el malvado Marcus con el corazón negro, pero el que puede hacer que Mía se mueva, el que puede hacer que salga de esta habitación en la que lleva encerrada tres días.

- Bueno, tu y yo tenemos un trato, vistete que tenemos que salir a cenar. En media hora vendré a buscarte.

No le doy tiempo a que conteste o se niegue, en dos grandes pasos estoy fuerza de la habitación. Cierro la puerta con un gran portazo que hace crujir la madera.

Treinta minutos después nos montamos en el coche. Dante conduce mientras Mía y yo nos sentamos en los asientos traseros. Se ha sentado en el sitio más alejado al mío, pegada a la puerta y mirando por la ventanilla.

- Recuerda que tenemos un trato - Digo con la esperanza de que se acerque y me dirija la palabra.

Despacio aparta la mirada del paisaje hasta que llega a mi.

- Aquí no hay nadie que vea el teatro.

Mierda. Vuelve a girarse hacia la ventanilla. No se como hacer que vuelva a  quererme ¿cómo lo hago? ¿Me odia?

Ella siempre ha sido un  libro abierto, ahora sólo es un libro roto, mojado y lleno de barro imposible de leer. Lo he destrozado.

Llegamos al restaurante. He elegido uno pequeño a las afueras y he reservado todas las mesas. Quería una noche tranquila y romántica. Ahora empiezo a pensar que ha sido una mala idea. Una única mesa en el centro con un gran ramo de rosas preside el restaurante. Hay velas por todas partes, iluminando cada rincón.

Mía mira todo desde la puerta. Con un vestido blanco, su pelo rojo cayendo en cascada sobre él, le da un aspecto angelical. Es lo más puro que he visto nunca. Ella es el color en mi vida.

- ¿Para que hemos venido? - Pregunta dando un  paso atrás.

- Se supone que somo un matrimonio, tenemos que hacer este tipo de cosas - Miento.

Le sujeto la mano para acercarla. Poco a poco nos vamos acercando a la mesa. Me parece increíble que haya cedido sin pelear o sin decir cosas horribles sobre mi corazón.

Aparto la silla para que se siente, pero antes de que pueda sentarme, un silbido llena el aire y cristales salen volando. Miro directamente donde Mía tiene la vista clavada. Un pequeño agujero en la cristalera del restaurante. Al momento otro sonido silbando llena el aire. Disparos.

He vivido esta situación muchísimas veces, estoy tan acostumbrado que si tomaran mis pulsaciones, mi corazón no se aceleraría ni lo más mínimo, pero esta vez siento pánico dentro de mi, se me corta la respiración, soy incapaz de meter aire en los pulmones, siento los latidos en las sienes, que golpean frenéticamente. Todo esto es lo que siento en un segundo, justo lo que tardo en saltar sobre Mía para protegerla con mi cuerpo, empujo, nos empujo hacia atrás para tumbarnos en el suelo.

Los sonidos de balas nos rodea, y yo solo puedo pensar en que la mujer que esta debajo de mi esté viva, que ninguna bala le haya dado a ella. La aprieto fuerte contra mi pecho hasta que todo queda en absoluto silencio.

- ¿Mía? - Pregunto todavía abrazándola.

Me aparto de ella para mirarla. Observo su cuerpo, el vestido sigue blanco, ella tiembla bajo mi cuerpo y me mira fijamente.

- ¿Estás bien? - pregunta inclinándose para comprobar también que no estoy herido - ¿Quién ha hecho esto?

Solo hay una persona capaz de hacer esto. La única que me amenazó con hacerlo: su familia. Pero eso no es importante ahora, coloco mis manos a ambos lados de su cara, me sorprendo al ver mis dedos temblar sobre su piel.

Yo no sabía lo que era el miedo hasta que llegó ella. Y ahora el que se haya atrevido a hacer esto lo va a pagar.

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