Entre Mafias romance Capítulo 22

Marcus

Duerme apaciblemente con su cabeza apoyada en mi pecho. Tiene las mejillas coloradas y la frente sudorosa y aún así, es lo más bello que he visto en mi vida. Abro uno de sus ojos con cuidado, su pupila sigue dilatada, aunque parece que ha disminuido un poco.

Dante aparca el coche. Abro la puerta con cuidado y me bajo con Mía en mis brazos. Duerme profundamente, ni una bomba podría despertarla ahora mismo.

- Ven conmigo - Le digo a Dante en un tono bajo.

Entramos al castillo en completo silencio. Este es uno de los motivos por el que es mi mano derecha, sabe lo que quiero en cada momento y por regla general coincidimos.

Entro en mi habitación y camino hasta la cama. Suelto a Mía despacio. Observo su cuerpo, perfecto y suave, tallado por los ángeles especialmente para mi. Me da pánico pensar que puedan hacerle daño para llegar a mi, el temible Marcus capaz de perder la cabeza por una mujer.

Abro el armario y saco un pijama. No voy a dejar que duerma con un vestido de fiesta. Le bajo la cremallera y se lo quito. Debería ser un caballero y cerrar los ojos hasta que este vestida de nuevo, pero yo no soy un caballero, así que disfruto de su estómago plano, acerco mis labios y beso su  ombligo. Le pongo el pantalón de pijama porque una sola ronda de sexo salvaje con Mía no es suficiente, y teniendo en cuenta que está inconsciente no sería lo más adecuado.

- Marcusss - Susurra dormida - No me dejes.

Una bala en el estómago habría dolido menos  que esas cuatro palabras. Sé que le hice daño, que la traicioné. Sé que aún le duele lo que le hice y desearía poder cambiarlo, pero no puedo. La jodí y ahora tengo que cargar con las consecuencias.

- Jamás voy a dejarte - digo bajito en su oido - Ahora descansa.

Cubro su cuerpo con el edredón. Observo sus labios, hace un rato me buscaban desesperados y ahora tengo que saborearlos antes de volver a la realidad. Poso mis labios sobre los suyos. Despacio, disfrutando de su suavidad.

Cierro la puerta con cuidado de no despertarla. Cierro los ojos un segundo. Necesito centrarme y cambiar la máscara. Es más fácil llevar la que he tenido toda mi vida. Camino con paso firme y decidido hasta Dante, que me espera en el Salón.

- Quiero las grabaciones del local y las del reservado 3 .

Mía me ha dicho que no se acordaba, y una mierda, claro que lo sabe, tan sólo no me lo ha querido decir, pero eso no quiere decir que lo vaya a dejar estar. El que se mete con mi mujer, se mete conmigo y pienso mover cielo y tierra para encontrarlo.

- Si, señor - Asiente - Nuestros hombres ya las están recogiendo.

Camino por el Salón dando grandes zancadas. Ahora que no tengo a Mía cerca vuelvo a pensar con claridad. Algún desgraciado pensó que sería divertido drogarla, darle algo y llevarla a algún sitio oscuro para terminar de cumplir sus intenciones. Solo de imaginarme lo que podría haber ocurrido me hierve la sangre.

Golpeo la pared con el puño.

- ¿Dónde estabais todos? - Pregunto acusándolo.

Dante se acerca arrepentido. Pero eso no es suficiente. Le dije que era su puta responsabilidad.

- Con usted, señor. No volverá a ocurrir.

Lo empujo contra la pared y coloco mi antebrazo sobre su cuello. Es mi amigo, más que mi propio hermano, pero con la seguridad de Mía no se juega.

- Jamás vuelvas a dejarla sola, ni por mi ni por la maldita reina ¿Está claro?

Asiente manteniendo la calma. Sé que podría liberarse en cualquier momento, lo he visto pelear,  y aún así no lo hace porque así somos nosotros, animales de la noche peligrosos y letales hasta con nuestra propia sangre.

El móvil de Dante suena con un mensaje. Por fin voy a poder ver las grabaciones. Varios hombres se quedan en el umbral, intercambian varias palabras y después de darle dos discos, se van.

Estoy impaciente por ver lo que hay grabado . Parece que tardamos una maldita eternidad en que las imágenes comiencen a aparecer en la pantalla, pero cuando por fin lo hace entrecierro los ojos y presto máxima atención.

El video de la sala está claro. Mi hermano juega con sus manos sobre la copa de Mía. Pausamos la grabación justo cuando una pequeña pastilla pasa de unos de sus dedos al interior de la copa de mi mujer. Ella se queda sola después, esperándome, después camina hacia las escaleras. 

Sacamos este disco que no sirve para nada e introducimos el siguiente. Este tiene audio y vamos a tener más claro lo que ha pasado, aunque yo lo tengo bastante claro.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Entre Mafias