Entre Mafias romance Capítulo 16

Mia

No pienso achantarme ante otro mafioso acostumbrado a asustar a todo el mundo ¿Quién se ha creído que es? Solo es el hermano segundón que no conoce nadie.

- Me da igual lo que tenga preparado tu hermano.

Aparta un mechón rizado de pelo del resto de mi melena y se queda mirándolo fijamente. Me quedo quieta como una estatua. Desvía sus ojos del pelo a mi ojos y al momento cierra el puño tirándome fuerte del pelo que hace un instante acariciaba.

- Debería importarte, porque vas a sufrir y yo lo disfrutaré.

Coloco mi mano sobre la suya intentando que me suelte.  Casi puedo tocar el odio que desprende este hombre ¿qué he hecho yo para que todos me odien?

- ¡HERMANO! - grita Marcus acercándose a nosotros - ¿qué estás haciendo?

Killian me suelta y retrocede alejándose a mi.

- Marcus - Saluda - Estaba conociendo a tu mujer.

Los dos hermanos se acercan y se abrazan. No hay ni una pizca de cariño, no puedo ver brillo en sus ojos o una minúscula sonrisa. Todo es odio, odio, odio. Mire donde mire es lo único que hay.

Marcus llega hasta mi y me tiende la mano. Dudo. Siempre dudo cuando se trata de él. Sé que no tengo otro camino, pero me gustaría alejarme de este.

- Vamos, Mía - Me anima a decidirme.

Dejo que sus dedos rodeen los míos. Su calor traspasa mi piel, asciende por mi brazo y llega hasta mi corazón. Pero este calor quema, arde, los destruye todo y solo deja cenizas a su paso. Este es el amor de Marcus.

Subimos las escaleras que terminan en un amplio pasillo lleno de puertas de madera tallada  impresionante.

- ¿Te ha hecho algo mi hermano? 

Suspiro ¿Cómo puede preguntarme algo así? Debería conocer a su propio hermano o por lo menos el odio que le tiene a mi familia. Pero lo último que quiero es crear problemas, así que decido callarme su amenaza.

- No, no me ha hecho nada, pero deberías haberme dicho que tenías un hermano.

Abre la puerta de la habitación. Hay un enorme escritorio negro en el lateral. Un armario grande lleno de ornamentos que tiene que tener un valor incalculable y una enorme cama en la pared del Fondo. Las cortinas tapan lo que creo que es un balcón con preciosas vistas. Pero el olor de esta habitación es de Marcus, todo grita a voces que es suyo. No pienso dormir con él.

- Pensaba que seguía de viaje, aunque debería haberte contado que tengo un hermano, tienes razón.

Paso los dedos por la negra madera de la mesa, es suave y dura, resistente a los años.

- Marcus.... Preferiría tener una habitación para mi.... Para mi sola.

Se para en seco, como si le sorprendiera lo que le digo. Como si pudiera borrar y olvidar todo por lo que he pasado por su culpa. No tengo intención de eliminar de mi mente los últimos meses, mucho menos los últimos días en las que le admitió a mi padre que yo no era nada.

- Bien, como quieras - Abre la puerta enfadado y sale al pasillo.

Lo sigo hasta la puerta que está al lado de la suya. Si pudiera elegir, le pediría la última habitación de la última planta, pero supongo que tendré que conformarme con compartir pared con él.

Entro en mi nueva habitación. Es igual de grande que la de Marcus, pero más fría y sin vida. Me sirve, no necesito el calor para nada, he aprendido en este mes que no necesito a nadie, ni a mi padre, ni a mi hermano y muchos menos al mentiroso de Marcus.

- Gracias - digo volviéndome hacia él.

Solo vislumbro su silueta justo antes de que cierre la puerta. No está contento ¡bien! Yo tampoco, pero el tiroteo de esta noche no cambia nada, al menos para mi.

Me doy una ducha y me pongo un pijama que había doblado en el armario. Es de color rosa palo con una batalla fina y elegante a juego. Me tumbo sobre la cama pensando en todo lo que ha ocurrido.

El resto del camino lo hacemos en silencio. Todo está muy oscuro, solo iluminado por la luz de la luna llena. Frente aparece el panteón. Más grande de lo que había imaginado. Una puerta metálica negra cierra la entrada.

Killian saca una llave grande y oxidada de su bolsillo y la introduce en la cerradura. Con un chirrido ceden y nos abre el camino hacia el interior.

Hay tres tumbas. El padre de Killian y Marcus, su madre y la tercera tumba, la más alejada no logro leer lo que pone. 

Miro a Killian antes de atreverme, asiente animándome. Me arrodillo frente  la tercera tumba en la que pone mi nombre, mi fecha de nacimiento y la del día que simula mi muerte ¿por qué está aquí mi tumba? ¿Por qué no está en el cementerio donde está toda mi familia?

- ¿Qué hace esto aquí? - Pregunto pasando los dedos por encima de mi nombre.

Me cuesta reaccionar. Ver mi nombre en la lápida es duro.

- Marcus se alegró tanto del daño que os hizo, que puso tu tumba en el panteón familiar.

El eco de sus palabras se repite en mi cabeza una y otra vez.

- Mientes - Susurro sin fuerza.

Siento el aire salir de mil pulmones, dejándolos vacíos. Cada paso que doy, descubro algo que me vuelve a hacer daño.

- No tengo porque mentirte, es la verdad. El odio de Marcus es más grande que tu amor por él y por eso seguirás sufriendo.

- ¡MIENTES! - grito quitándome las lágrimas que caen por mis mejillas.

Salgo corriendo de ese lugar. No paro de correr, no puedo parar. Necesito alejarme y pensar, necesito poner en orden mis pensamientos. No puedo seguir rompiéndome a cada paso.

Salgo del recinto del Castillo ocultándome entre los árboles, solo hay un lugar al que puedo ir, el único lugar en el que he sido feliz.

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