Marcus
Terminamos de instalarnos en el piso de Mía. Un edificio de diez plantas con un total de veinte pisos. La mitad están vacíos y de la otra mitad nos hemos encargado. No podemos dejar que nadie ocupe el mismo lugar y más después de comprobar el poder de Ricky.
Tenemos hombres camuflados en coches, vigilancia en la entrada y dentro del portal. En cada nivel del edificio y por supuesto dentro de la casa. Esto debería ser lo más parecido a una fortaleza.
Paso con mi mujer todo el tiempo que puedo, pero también tengo que ayudar para encontrar a ese desgraciado. Leonardo dejó a unos cuantos hombres con vida y ahora lo que intenta es sacarles información, de momento ha conseguido poco, en cuanto termine aquí voy a ir directo al castillo y me ocuparé yo mismo de esos hombres. Van a cantar con pajaritos.
- ¿Te gusta? - Me pregunta emocionada.
El piso está en la décima planta, la ocupa por completo. Todas las habitaciones son amplias, pero la de Mía es la más grande, al parecer tiraron un muro para ampliarla. Todo en tonos cremas con un gusto exquisito. Como es ella. Unas escaleras suben a la azotea, está llena de macetas y jardineras y hay varios sofás para disfrutar de las noches calurosas, aunque ahora hace un frío de mil demonios.
- Es muy bonito, pero a mi gustaría vivir en medio del desierto si estuviera contigo - Agarro su cintura y la atraigo hasta mi.
Baja la mirada avergonzada, me encanta cuando hace eso. Coloco un dedo bajo su barbilla y la obligo a mirarme. Es preciosa, toda ella es perfecta.
- Me gusta verte feliz - Susurro acercando mis labios a los suyos.
Mi teléfono comienza a sonar y rompe el momento. A regañadientes lo saco y miro quien es el que interrumpe. Joder. Es importante.
Descuelgo y me alejo de Mía. Prefiero que se entere de lo menos posible, no quiero que le afecte demasiado todo lo que está ocurriendo.
- Dime que tienes algo, Ares -
Lo llamé cuando fuimos mi hermano y yo en busca de aliados. Le pedí ayuda para que me diera algo de información sobre Ricky, lo que fuera, porque hasta entonces era un puto fantasma.
- Tengo algo - Dice conteniendo la emoción ¡Bien joder! Por fin una noticia buena - Es poderoso, tenéis que andaros con cuidado. Ahora mismo está escondido en Verona, pero he escuchado que está en la zona sur, en el polígono.
¿En el polígono? Allí solo hay fábricas viejas y naves industriales medio derruidas. Sería el sitio perfecto para esconderse él y un montón de hombres sin llamar demasiado la atención.
- ¿Algo más?
Respira profundo y suelta el aire de golpe.
- Si... Me ha dicho que quiere quedar contigo. Que te mandará un mensaje con la hora y el lugar.
Esto es mejor de lo que pensaba. Estaba deseando tener a ese hijo de puta frente a mi y por fin va a llegar ese momento.
- Perfecto. Lo espero con ansias.
Cuelgo el teléfono y lo dejo sobre la mesa. Mía espera en silencio a que le cuente algo sobre la llamada. Se retuerce los dedos nerviosa. Me acerco a ella y detengo el movimiento frenético de sus manos.
- Son buenas noticias, cálmate.
Al momento sonríe colocando una mano sobre su pecho.
- Menos mal. Todo este tema me tiene muy nerviosa.
Beso su frente con una sonrisa indulgente pintada en mi estúpida cara.
- Tengo que ir al castillo para informar a los demás. No te muevas de aquí ¿vale?
Asiente mirando hacia la puerta. Si me dice que quiere que me quede, me quedaré, ella lo sabe. No hay nada más importante, excepto quizás matar a Ricky y a todos sus hombres.
- ¿Estarás bien?
- Si, de verdad. Venga vete - Me empuja colocando una mano sobre mi pecho.
- ¿Segura? - Vuelvo a preguntar poco convencido.
Esta vez se le escapa la risa. Me he vuelto un pesado y un paranoico, pero tengo motivos más que suficientes para serlo.
- Si, segura.
Me voy, pero le dejo instrucciones claras a todos los hombres que vigilan el edificio. Nadie puede entrar ni salir. Absolutamente nadie.
Mientras conduzco miro por el espejo retrovisor. Tres coches negros me siguen de cerca, los hombres de mi hermano se están encargando bien. Sería más fácil si siguiéramos en el castillo, pero esa opción no estaba disponible.
Mi móvil vuelve a pitar, pero esta vez es un mensaje.
Bar Rossetto
21:00
No falte
Por fin vamos a vernos las caras. Estoy deseando tenerlo frente a mi y estrangularlo con mis propias manos.
Pego un puñetazo contra la mesa que tira el servilletero. Aprieto los dientes e intento contener la rabia.
- Ni se te ocurra hablar de mi mujer porque te mato hijo de puta.
- Vaya, vaya, tranquilo - Levanta las dos manos en señal de paz - te he pedido que vinieras para darte un Consejo. No alargues la agonía, no puedes hacer nada.
Levante la mirada varias veces a mi frente, como si tuviera algo. Me pongo de pie y miro mi reflejo en el cristal. Un punto rojo baila por mi cabeza.
Con toda la tranquilidad del mundo vuelvo a sentarme. Levanto mi mirada hacia su frente.
- Deberías mirar tu reflejo también.
Se pone en pie, dudando si hacerlo o no. Al mirar su reflejo puedo ver la rabia, este desgraciado creía que era más listo y que nos la iba a jugar. Se sienta de nuevo y entrecierra los ojos.
Meto dos dedos entre mis labios y silbo. Justo en ese momento diez mesas ocupadas por dos hombres cada una se quedan en completo silencio, se levantan y se acercan a nosotros.
- Deja que te dé un consejo yo también, deberías elegir mejor a tus enemigos - Me levanto y rodeo la mesa hasta que estoy pegado a Ricky, que se levanta para intentar no parecer asustado - tu ya estás muerto aunque todavía no lo sepas.
Lo dejo con cara de gilipollas y salgo del bar con el punto rojo danzando por mi frente. Entro en el coche y me alejo del lugar. Leonardo y Killian lo han escuchado todo a través del micro. Ahora pueden trabajar con lo poco que hemos hablado, para conocer algo más a nuestro enemigo.
El edificio de Mía sigue igual de tranquilo y de vigilado. Nunca estoy tranquilo cuando no estoy a su lado, solamente cuando la tengo entre mis brazos soy capaz de respirar aliviado.
Abro la puerta. Tiene unos auriculares y baila mientras pone la mesa con la cena. Lleva un vestido marrón corto y unas medias. Me quedo ensimismado mirando a mi mujer. ¿Cómo puede cambiar tanto una persona? Hemos cambiado el lugar donde vivíamos y ha mejorado muchísimo.
Al girarse me ve en la puerta. Pega un grito como si fuera un gatito y apaga la música del reproductor.
- Me has asustado.
- ¿Desde cuando sabes bailar así? Ese movimiento de caderas, Mía Carussi...
Ríe avergonzada. Sus mejillas se tiñen de rojo al momento. Doy un paso hacia ella levantando una ceja y ella da un paso hacia atrás, divertida. Inclino ligeramente la cabeza. Reconozco un reto en cuanto lo tengo delante.
Corro hacia ella. Mi mujer rodea la mesa gritando y riendo y corre hacia la habitación. Antes de que pueda llegar, la alcanzo y la levanto entre mis brazos.
- Ha perdido señorita Carussi, el momento de su castigo ha llegado.
Le pego una patada a la puerta y la cierro a nuestra espalda.
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