Esposa bajo contrato romance Capítulo 5

Carlotta suspiró con resignación, mientras se daba de cachetadas mentales.

«Ahora estoy aquí con un extraño adinerado, en un bendito avión que se dirige al otro culo del país, confiando que el hombre no vaya a salir asesino seriado y me deje sembrada en uno de estos parajes», se dijo mentalmente.

Pero es que no tuvo otra alternativa, era eso, pagar un dinero por daños que no tenía, llamar a sus padres o ir a parar en una cárcel, después de mucho pensarlo, sumado a la trampa que le puso su amiga Katy, no tuvo otra opción. Enseguida los recuerdos de lo sucedido llegaron a su mente.

Horas antes

Carlotta se irguió en su metro cincuenta y siete, alzando el mentón en gesto desafiante.

—¿Qué te hace creer que vas a decir salten sapos y hasta las ranas van a saltar? Eres un iluso si crees que voy a aceptar acompañarte a Chicago —expresó con aparente indiferencia.

No obstante, todo atisbo de orgullo terminó yéndose al garete, cuando el hombre, sin ningún rastro de remordimiento, tomó su celular y con una serenidad envidiable por cualquiera, pronunció con un tono de voz tan baja, que debió prestar mucha atención para escucharlo.

—Entonces, llamemos a la policía y que sean ellos quienes se encarguen de este par de vándalas —habló con desprecio.

—¿Vándalas? ¿Acaso me conoces para que me des ese calificativo? A mí no me va a doblegar nadie, llame al comandante de la policía, a los marines, a las fuerzas especiales, a quien quieras, no me dejo chantajear por nadie.

Segundos después le tocó tragarse sus palabras porque su amiga se lanzó de rodillas frente a ella llorando como si la vida se le estuviera yendo en eso.

—¡¡Por favor, Carlotta!! Debes aceptar —pronunciaba suplicante juntando una mano con la otra, ante la mirada sorprendida de Mike que movía la cabeza de un lado a otro, mirando a la joven con burla.

—¡No lo haré! —insistió testaruda la chica cruzándose de brazo.

—No me hagas esto, ten compasión de mí… no solo no tengo para la fianza porque no tengo dinero, tampoco tengo padres, ni familia con dinero en Venezuela, todo lo contrario, ellos cuentan conmigo; te consta cuánto luché por obtener este trabajo, no puedo ir a la cárcel, no puedo perderlo todo, por favor Carlotta.

Mientras hablaba sacudía con fuerza a Carlotta, esta por su parte sabía que eran ciertas las palabras de Katy, además, ella era la única amiga real que tenía, y verla con los ojos llorosos y temerosa, le conmovía un poco su corazón.

—No seas llorona, yo asumo todos los cargos y te eximo de responsabilidad —alegó Carlotta aún porfiada, no queriendo dar su brazo a torcer.

—Si aceptas, te voy a dar mi colección de muñecas de trapo que te recuerdan a tu abuela Valeria… —lo pensó por un par de segundos y colocó otra condición—, cada vez que nos encontremos prometo yo cocinar, barrer y hacer todos los oficios de la casa, mientras tú te echas a leer o ver películas en N*****x.

Carlotta observó con los ojos entrecerrados, la colección de muñecas de su amiga, siempre le llamó la atención, eran hechas a base de telas y rellenas de tela o Floca, eran artesanales, cuando era pequeña su abuela le regaló tres andinas de la región donde era ella, elaboradas en el mismo material y por descuido las dejó olvidada, después de eso, no volvieron a regalarle otras por más que pidió y cuando vio las de su amiga, quiso tenerlas y siempre, le pedía que le regalara una y su amiga se negaba.

El hecho que le estuviera ofreciendo esa colección era un chantaje al cual ella no podía resistirse y en cuanto a la limpieza, odiaba hacer oficios de la casa, su amiga le estaba ofreciendo dos excelentes regalos para que no se negara.

Entretanto Mike, miraba admirado la negociación entre las mujeres, se dio cuenta en el momento exacto en que la chaparrita se dejó convencer por la trigueña.

—Está bien, es un trato. ¡Acepto!

Después los cuatro presentes en la sala, se quedaron sorprendidos cuando la trigueña se levantó del suelo, se limpió las lágrimas como si nada hubiera pasado y se sacudió la ropa.

—Ya mi amiga aceptó el trato, pero usted debe darme copias de su documento de identidad, número de teléfono y más le vale que ese trabajo que le está ofreciendo sea legal… y ni se le ocurra hacérmela sufrir, porque ya el idiota de Massimo, se la hizo lo suficiente para que usted también venga a quererla… —Carlotta la observó con la boca abierta y la interrumpió.

—Katiuska Chiquinquirá González, ¡Eres una tramposa! ¿Estabas fingiendo llorar? ¡Me engañaste! —exclamó una indignada Carlotta.

—No te engañé, cumpliré con mis condiciones del acuerdo, si no confías podemos firmar nuestro acuerdo por escrito —como su amiga la miraba aún molesta, la joven negó con la cabeza—. Deberías agradecerme, te he ayudado a tomar una decisión. Te conozco, no querías seguir en San Diego, tampoco en los Ángeles, puedes pasar unos meses máximo un año y te regresas, podemos compartir apartamento como antes, cuando no te habías ido a vivir con el indeseable.

Sus palabras hicieron dudar a Carlotta de nuevo.

—No lo sé, me causa cierto temor lo desconocido —pronunció con preocupación.

—Cuando te viniste a estudiar a Estados Unidos todo esto era nuevo para ti, tú no eres cobarde, eres muy valiente, demuestra que eres una Ferrari, como siempre lo has hecho. No tienes nada que perder Carlotta y sí mucho que ganar. No sabes todas las cosas buenas que puedes encontrar en el camino.

La joven se dirigió a Mike y le hizo saber su decisión.

—Está bien, lo haré, solo necesito meter mi carta de renuncia en San Diego, entregar el apartamento y buscar mis cosas en el piso de katy y estaré lista para aceptar tu propuesta, solo que antes debo saber de qué trata el trabajo.

—Es para atender a mi hermanito.

—Yo no soy niñera, ni tampoco cuidadora de adolescente hormonal —respondió con seriedad Carlotta.

—Lo sé, no soy tonto, eres fisioterapeuta y necesito una para mi hermanito, tuvo un accidente automovilístico, y quedó imposibilitado de caminar, eso lo ha tenido muy triste, porque ya no frecuenta a nadie —respondió el hombre tratando de ocultarle toda la información, lo mejor es que se diera cuenta cuando ya estuviera allá, pensó el hombre.

—¿Qué tipo de accidente automovilístico? —interrogó con curiosidad y conmovida porque el jovencito no pudiera caminar.

—Bueno, hubo un derrame de aceite en la vía y… —ella lo interrumpió.

—Se le deslizó el auto —el hombre asintió.

—Si eso.

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