Carlotta escuchó la puerta, y aunque reaccionó de inmediato alejándose, ya era demasiado tarde porque los señores Hamilton ya habían presenciado la escena que se estaba desarrollando segundos antes, la cual para ellos, no era más que la novia de su hijo mayor besándose con su hijo menor.
El rostro de la pareja era de evidente molestia, ninguno de los dos pudo disimular esa mezcla de sorpresa, molestia y decepción, por eso no pudieron evitar hacerle una mala cara a la chica, quien se sentía por completo tan abochornada, que se habría puesto feliz si la tierra en ese momento le hubiera dado por abrirse y tragársela y vomitarla al otro lado del mundo.
Se hizo un silencio absoluto, mientras todos estaban un poco incómodos, Carlotta iba a hablar, pero sus palabras se quedaron atascadas en la garganta, para su buena suerte, Sandro habló por ella, miró a sus padres con el ceño fruncido.
—Hola, padre, me alegra tenerlos a ambos por aquí, sin embargo, voy a pedirle un favor, no pueden entrar a mi habitación como si fuera un niño de ocho años, si la puerta está cerrada deben tocarla. Aclarado el punto ¿Me podrían decir cuál es el motivo de su repentina visita?
—Hola, hijo —respondió su padre—. Me alegra que tengas mejor semblante, veníamos a buscar a la señorita Carlotta. Disculpe, por favor, puede acompañarnos, es que necesitamos conversar algunas cosas con usted a solas.
Carlotta comenzó a caminar hacia ellos cuando la mano de Sandro la tomó por el brazo y la detuvo.
—¿Por qué necesitan a hablar con Carlotta a solas? Ella está aquí para atenderme a mí, si hay algunas instrucciones para ella respecto a su trato o su trabajo, entonces no sé cuál es el problema que le hablen delante de mí. No se cohíban, vuelvo y repito, soy un hombre, no un niño que requiera atención y permiso de sus padres para tomar decisiones. Lo que necesiten hablar, lo pueden hacer delante de mí.
—Ya que lo prefiere así, es que queríamos informarle que hemos decidido rescindir de sus servicios, vamos a contratar a otra fisioterapeuta, usted no nos parece adecuada, además, no tiene ética, ni el mínimo decoro, está jugando con nuestros hijos, tiene una relación con Mike, pero se besa con Sandro ¿Qué clase de mujer decente hace eso? —expuso el señor Hamilton molesto.
Cuando la chica iba a responder, Sandro la volvió a interrumpir y habló él.
—Eso no es un asunto en el cual ustedes deban interferir, en dado caso seríamos Mike, Charlotte y yo quienes deberíamos hablarlo. Si ustedes quieren rescindir del contrato que tienen con Carlotta ¡Háganlo! Me parece bien, lo firmo luego yo, directamente con ella, voy a darle las instrucciones a mi abogado para que lo haga. Por mí no hay problema, a sí me parece mejor —habló el hombre con tranquilidad.
—No estás entendiendo Sandro, vamos a ubicar una nueva fisioterapeuta y…
—¡Y yo te estoy diciendo que no quiero otra! No aceptaré aquí una fisioterapeuta distinta a Carlotta ¿Es tan difícil entender?
—Pues no tienes otra opción, si ella no renuncia colocaremos la denuncia por uso de métodos inadecuados y por iniciar una relación con un paciente —pronunció el señor Hamilton con seriedad.
—No tengo ningún problema si ustedes rescinden el contrato, pero están equivocados, no estoy jugando con nadie... —empezó a decir a Carlotta y Sandro la volvió a interrumpir.
—Yo si tengo problemas para complacerlos, y como al parecer están tan interesados en deshacerse de Carlotta y yo no… entonces la mejor solución es irnos. —había tanta determinación en sus palabras que los padres se miraron al rostro.
—¡No puedes, hacer eso! ¿Qué te está pasando Sandro, por qué estás poniéndola a ella por encima de todos? Incluso de tu propio hermano ¿Estás dispuesto a iniciar una relación con la mujer de tu hermano? —inquirió su madre con incredulidad..
—Creo que es hora de que aclaremos la situación, yo no tengo ninguna relación con… —en ese momento se abrió la puerta, de pronto y apareció Mike, dejándolos a todos sorprendidos con su presencia, no saludó a nadie, caminó directo donde estaba Carlotta y la tomó por el brazo.
—¡Debes acompañarme! Te juro que es de vida o muerte… —pronunció, sin ocultar su expresión de molestia, pero estas últimas palabras las dijo en voz baja, solo audible para ella—. ¡Tu amiga es una loca! Si no quiere que la mande a apartar de mi camino, debes venir conmigo… o mejor la apartó con mis propias manos y luego desaparezco el cadáver.
La sola mención de Katy, la chica cedió a ir con él, sin ocultar su expresión de mortificación, y se dejó guiar, ante la sorpresa de los demás, quienes pensaron que Mike había escuchado lo sucedido y se la llevaba para reclamarle.
—Aún no, pero estoy a poco de hacerlo, después que me había dicho que esperaría en la noche para que nos comunicáramos y que debías estar tu presente porque si no iría a los medios a denunciarme ¿Sabes lo que hizo? —Carlotta negó con la cabeza, aunque se lo imaginaba, Katy, no era simple, era de armas tomar—. Fue a los medios y está denunciando que los Hamilton te secuestraron, te amenazaron y yo te forcé a traerte a Chicago, que me aproveché de tu vulnerabilidad.
El hombre encendió la pantalla y vieron ambos conmocionados a los periodistas y a Katy, frente a uno de los clubes nocturnos de los Hamilton.
—Pido la liberación de mi amiga… los Hamilton se están dedicando a la trata de blanca… ¿Cuántas mujeres han sido amenazadas y secuestradas por ese bastardo? —decía con su rostro compungido.
—¡Por Dios! ¡Qué se calle! —exclamó Carlota colocando su mano en el rostro —. ¡No lo puedo creer! Katy se volvió loca y no avisó.
—¿Cómo se llama la chica? —preguntó el periodista.
—Por favor, no lo digas, si eso sale en noticias internacionales y mi padre ve eso ¡Estoy muerta! —pronunció la chica rogando.
—Ella se llama Carlotta Ferrari y es hija de la familia ita… —antes de su amiga terminar de hablar, ella le quitó el mando a Mike y apagó el televisor.
—¡Mátala! Si no lo haces tú, juro que lo haré yo y hasta te puedo dar una mano para esconder el cadáver —expresó molesta, deseando ponerles las manos encima a su amiga, por haber dejado llevar por los impulsos y abierto la boca sobre su identidad, traicionando su confianza —¡Esa chismosa! ¡Traidora del demonio! Solo espera a que la vea, no sé donde va a meterse ella para que yo no la vuelva papillas.
«La mayoría de las cosas decepcionan hasta que las miras más profundamente». Graham Greene.
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