Sandro por unos segundos se quedó pasmado, sin encontrar la forma de reaccionar, pues a decir verdad la mujer lo sorprendió, por varias razones, era como un pulgarcito, pequeña, pero parecía una fiera mientras exigía respuesta acercándose, al mismo tiempo que un hilillo de sangre recorría su frente, mas eso no lo detuvo.
—¿Quién diablos te crees que eres para entrar a mi habitación y exigir respuesta? Dije que no quería a nadie, y cuando digo a nadie es nadie ¡Largo! —los dos se miraron a punto de lanzarse uno encima de otro como dos pugilistas enfrentados.
—¡Animal! ¡Bruto! ¡Salvaje! Te gusta agredir a la gente. ¿Ya verás? —ambos se quedaron con la boca abierta cuando vieron a Carlotta caminar hacia la puerta, tomar el objeto y lanzárselo a Sandro en la cabeza.
—¡Estás loca! —exclamó Mike, por completo sorprendido, pensando que ella lo engañó y no era una profesional.
—¿La loca soy yo? ¿Y qué dices de este hombre me abrió una raja en la cabeza? Y te recuerdo que no tienes moral para reclamarme absolutamente nada ¡¿Dónde está el maldit0 mocoso de tu hermano?!
Mike palideció, pero eso no compadeció a Carlotta, que al ver bien al hombre en la cama lo reconoció, aunque se abstuvo de emitir una reacción, y siguió su disputa con Mike.
—. ¡Eres un pinche mentiroso! Resultó que tu hermanito no es más que un hombre que fue bastante mujeriego y porque ganó unas carreritas se creía la tapa de la botella y solo era el cul0. Tan débil e insignificante que nunca ha hecho nada provechoso en su vida, si no correr y que ahora porque se le presenta un obstáculo se siente que sin la Fórmula Uno no es nada.
—¡Cállate Maldit4 loca! ¿Qué sabes tú de mi vida? ¿Qué sabes tú de la adrenalina que corre por mis venas cuando corro? ¡No sabes nada! No tienes ni siquiera la mínima idea de este mundo, así que no tienes moral para decir nada —bramó demasiado molesto.
Por escasos minutos, Carlotta quiso soltarle que sabía muy bien de que hablaba, porque su padre fue el mejor del mundo, sin embargo, se contuvo, no tenía intención de revelar su identidad.
De hecho, después de verlo bien y escucharlo hablar, pudo recordar quién era Sandro Hamilton, su padre siempre lo elogiaba y había seguido su carrera, diciendo que tenía un buen futuro, desde que el chico tenía dieciséis años y después cuando entró a la Fórmula Uno antes de llegar a los dieciocho, además, los últimos cinco años no perdió ninguno de los campeonatos.
Su carrera se vislumbraba brillante y en cuanto a su vida privada, no lo era tanto, porque era propenso a los escándalos, la prensa siempre lo fotografiaba con modelos, una más guapa que la otra en fiestas y celebraciones, hasta sorprender a todos unos meses antes del accidente al comprometerse con una famosa modelo internacional, una de las más cotizadas del mundo por diferentes marcas, tan hermosa que parecía una deidad.
No obstante, desde hacía aproximadamente tres meses atrás, después de tener el fatal accidente que lo sacó de las pistas, dejo de saberse él en la prensa, aunque la modelo siguió siendo parte de las noticias, porque incluso se le vio con otro piloto de una escudería diferente.
Al final Carlotta, en vez de decir lo que pensó, le respondió de mala manera.
—Realmente no le veo sentido a andar corriendo en una pista como un idiota, hay cosas más importantes que hacer en la vida —expresó con una actitud pendenciera y minimizando su oficio, lo cual era mentira porque no había a quien admirara más que a su padre.
A Sandro le dio furia la actitud tan segura de la mujer y la tomó por el brazo para sacudirla, sin embargo, apenas lo hizo, se arrepintió, el contacto con ella le produjo literalmente un chispazo y él frunció el ceño desconcertado.
—Me diste un corrientazo —dijo en un susurro.
—No te hagas ilusiones, a ese corrientazo se le llama electricidad estática —pronunció burlesca—. Y se produce en un cuerpo cuando existen en él cargas eléctricas en reposo. Así que ni se te ocurra creer que es un chispazo porque soy tu otra mitad y esas cosas estúpidas de un enamoramiento, que usan los hombres para meter a una mujer en la cama. Ya esa figurita la conozco y hasta la tengo repetida.
—¿Cama? ¿Acaso eres idiota o viniste a burlarte de mí? —inquirió rechinando los dientes de la molestia, al recordar su condición.
—¿Por qué me burlaría de ti? Para tu información ni siquiera sabía quién carajos eras, y si estoy aquí no es por propia voluntad, no es que vine feliz a atenderte y menos ahora cuando me doy cuenta de que solo eres un amargado… si lo hice fue porque Mike, me hizo dejar mi vida en Los Ángeles, para traerme aquí engañada.
—¡Por mí no te detengas! Puedes regresar por donde entraste y seguir con tu maravillosa vida en Los Ángeles, y dejarme mi put4 vida en paz ¡Vete que no quiero verte! ¡Me desagrada tu prepotencia!
—El sentimiento es mutuo, no me atraes en lo más mínimo y si me llegó a quedar aquí será porque Mike… —sus palabras fueron interrumpidas por Sandro.
—Entonces ve y ¡Te vas con tu Mike! —el hombre de su hermano lo pronunció con retintín.
—¡No sé qué hacer! ¿Escucharon como tiró la bandeja? El último par de semanas ha sido así… Joven —pronunció dirigiéndose a Carlotta—. Sé que quizás luego de escuchar su escándalo desea es huir, por favor, no lo haga ¡Ayúdeme a salvar a mi hijo!
La señora iba a arrodillarse frente a ella, sin embargo, Carlotta no se lo permitió.
—No haga eso, señora, no es necesario, por favor —declaró la chica conmovida.
—Cuando seas madre, sabrás que no hay nada que no haría unos por un hijo… deseo con tanto ahínco volverlo a ver sonreír, solo con eso me conformo… No me dejes solo a mi niño en este momento —decía la mujer con las lágrimas bañando su rostro—. Lo ha perdido todo, su carrera, su novia, su confianza, sus ganas de vivir, ayúdame a que recobre de nuevo la esperanza, por favor.
El tono de voz de la mujer era suplicante, se aferró de los brazos de Carlotta, esta giró su mirada con Mike, quien la vio con un tenue rastro de anhelo, aunque sin obligarla a nada.
Por su parte, Carlotta estaba convenciéndose de intentarlo, a pesar de haber tenido en el pasado pacientes difíciles, ninguno como él, sabía también que darle tratamiento a ese hombre sería una tarea titánica, porque sacaba lo peor de ella, también pensó que a excepción de su amiga Katiuska no tenía a nadie en Los Ángeles y empezar de nuevo otra vez en esa ciudad, corriendo el riesgo de encontrarse a Massimo, no era una escena agradable; no perdía nada con intentar ayudar a Sandro, así debiera dejar pasar unas cuantas teorías y aplicar sus propios métodos.
Segundos después se escuchó aceptando.
—Acepto ser la fisioterapeuta de Sandro, con una condición. No quiero a nadie intentando meterse en mis métodos por muy anti profesional que les parezca, porque solo así seré capaz de doblegar a ese hombre, no voy a dejar que me abra una ranura del otro extremo de la cabeza.
—Entonces, bienvenida a la mansión Hamilton —respondió la señora, con un semblante por completo cambiado respecto al visto hace un momento y esbozando en esta oportunidad una sonrisa cargada de esperanza que calentó el corazón de la chica.
«Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes». Khalil Gibran.
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