Esposa bajo contrato romance Capítulo 14

Carlotta se dió la vuelta, para regresar a la habitación de Sandro, pero la señora Shana se le adelantó y por el ascenso llegó antes, por lo cual la chica escuchó la conversación entre madre e hijo y aunque sabía que no estaba bien escuchar tras la puerta no pudo evitarlo.

Por su parte,, cuando Sandro vio a su madre regresar, respiró profundo, no necesitaba ser adivino para darse cuenta que su madre le había hecho un reclamo a la joven, por eso tomó una decisión que sabía la iba a incómodar.

—Madre, cómo veo que sigues insistiendo y al parecer no voy a poder llegar a un acuerdo contigo, he decidió irme de esta casa, regresaré a mi apartamento en Los Ángeles, voy a dar la orden de que me lo habiliten para que tengan las condiciones requeridas, le dirá a Carlotta que me ayude. Si no las vas a dejar a ella en esta casa… tampoco viviré yo en ella. Esa mujer me gusta y no me voy a hacer a un lado, ni siquiera por Mike, que sea ella quien escoja —declaró con firmeza.

Mirándolo a los ojos, su madre supo que él no estaba jugando, porque tenía esa misma expresión en su rostro cuando le dijo que quería correr en la Fórmula Uno.

—¿Sabes Sandro? El mayor daño no lo recibiste en tu columna y tus piernas, lo recibiste en tu cerebro… no puedo creer que estés dispuesto a abandonar tu casa, a enemistarte con tu hermano por una chica que ni siquiera conoces y la viste apenas hace un momento ¿Acaso estás loco? —inquirió su madre con incredulidad.

—La he visto lo suficiente para saber que me interesa.

—¿Y destruirás a los Hamilton por ella?

Antes de que Sandro le respondiera, entró Carlotta, sabía que ya era hora de aclararles bien su situación con Mike, y decirles de manera clara que no tenía ninguna relación con él, no obstante, cuando ya lo tenía decidido, sintió miedo, porque no estaba muy segura de iniciar algo con Sandro, este iba demasiado rápido para su gusto. Le parecía una locura, pasar de odiarse a muerte, a darse un par de besos y ahora él pretendía que se fueran a vivir juntos.

Ella no estaba preparada para una relación, ¿Cómo iba a estarlo si apenas estaba saliendo de una relación desastrosa? No quería precipitarse, irse con él como era su idea, era prácticamente aceptar una relación que no quería, eso la hizo decidirse en no aclararles nada, por el contrario, quiso acentuar su desilusión.

—Sandro, tu madre tiene razón, no malinterpretes nuestra relación… no es más que la de fisioterapista y paciente —pronunció con un suspiro, tratando de evadir la mirada del hombre, porque temía que esos ojos terminaran convenciéndola de que esa salida que estaba buscando no era la mejor.

—¿En serio? ¡No me digas! —exclamó son sarcasmo— ¿Acaso te besuqueas con todos tus pacientes? —interrogó y ella abrió la boca sorprendida—. Eso explica por qué nunca quieres cumplir reglas. ¡Sal de mi habitación! Y tú también mamá, no quiero verlas a ninguna de las dos… mejor dicho a nadie.

Las dos mujeres se quedaron paralizadas, porque otra vez Sandro tenía esa expresión de fiereza en su rostro, las vio sin moverse y les repitió que se marcharan.

—¡Muévanse de mi vista! No quiero verlas, y a ti menos Carlotta. Y sabes qué… te deseo que Mike se consiga otra y te monte unos cuernos más grande que los de antílopes, para que aparte de enana siniestra, también te conviertas en una cornuda —espetó sin poder contener su furia.

Carlotta lo miró con una muestra de dolor y él malinterpretó esa mirada, creyendo que era porque le resultaba demasiado angustiante que Mike le pusiera los cuernos, por un momento quiso retractarse de sus palabras, sin embargo, volvió a recordar que lo dejó besarlo solo por gusto, y hasta pensó que era un plan de ella para ablandarlo y que no obstaculizara sus terapias.

Meditar en eso lo hizo enojarse más y tomó el reloj despertador a un lado de la mesa para lanzarlo y cuando lo iba a hacer vio la expresión retadora de Carlotta.

—Lo haces y verás cómo te abro la cabeza en dos partes —lo amenazó sin titubeo y él sabía que ella era capaz de eso y mucho más, además, no le agradaba la idea de hacerle daño.

—¿Esto lo estás haciendo porque me negué a irme contigo? Es tu forma de venganza ¿Por qué como alguien que supuestamente no se excita…? —no siguió hablando porque él la calló con sus palabras.

—¿De dónde sacaste esa información? ¿Acaso tú me lo preguntaste? ¡Eres una cobarde! Porque hasta miedo te dio preguntarme. ¿Quieres comprobar de primera mano mi impotencia? Porque tengo una forma efectiva de demostrarte cuan impotente soy —señaló burlesco, mientras el rostro de Carlotta se teñía de carmesí.

Lo que no sabía Sandro es que Carlotta, había heredado su terquedad de los Rocco, era la gente más porfiada del planeta y esos genes, le corrían a ella por su sangre.

—No sé de qué hablas… creo señor Hamilton, se está imaginando cosa —iba a alejarse cuando Sandro la haló por el brazo haciéndola caer en su pecho, al mismo tiempo que llevaba una mano a uno de sus senos acariciándola y viendo cuan erguido estaban los dos duros botoncitos.

—¡Creo que alguien está mintiendo! —exclamó, volviendo a capturar su boca, para fundirse en un intenso beso.

En ese mismo instante la puerta se abrió, ninguno de los dos se dio cuenta de un par de pasos de dos personas que entraron y se quedaron totalmente sorprendidos por la escena que estaba desarrollándose frente a sus ojos.

«Cuando menos lo esperamos, la vida nos pone un desafío para probar nuestro coraje y voluntad de cambio». Paulo Coelho.

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