-Gracias -Xenia tomó el agua caliente y dio unos sorbos.
En el aeropuerto sonaba una voz dulce, a diferencia del extranjero, donde casi toda era en inglés. Aunque había pasado poco tiempo desde la última vez que estuvo fuera, esta vez Xenia se sintió extraña.
-¿Qué pasa esta vez? No te vi sentirse tan mal cuando estábamos en el avión antes -Naomí estaba muy angustiada y miraba a Xenia con mucha preocupación.
Simón, que estaba sentado junto a Xenia, le arregló el pelo desordenado, luego se quitó la chaqueta y se la puso a Xenia.
Al sentirlo, Xenia devolvió la sonrisa a Simón antes de responder a la pregunta de Naomí.
-Sí, me he sentido bien antes, pero esta vez de repente me siento mal. Probablemente porque el bebé está muy excitado.
Al terminar, se acarició el vientre, el que le dio una extraña sensación. Quizás estaba relacionada con su inestable feto. Simón frunció el ceño, -Vamos a comer algo primero, y luego ve al hospital para que te hagan un chequeo.
-No es necesario -Xenia negó-. Estoy mejor ahora, sólo tengo mucha hambre.
Xenia se sintió mejor después de comer una sopa caliente. Y estaba tan cansada que tuvo mucho sueño.
Simón, que estaba a su lado, preguntó de repente con voz suave, -¿No le has dicho a tu hermano que has vuelto?
¿Su hermano?
Xenia reaccionó con una sacudida, -Ah no, no tengo intención de decírselo porque tenía muchas cosas en su empresa y quiero decírselo cuando llegamos y nos instalamos, casi se me olvidó.
-Vale, le avisamos después de instalarnos.
Simón fue a pagar la cuenta. Cuando regresó, vio a Xenia dormida sobre la mesa.
Un poco nerviosa, Naomí explicó en voz baja, -Señor, Xenia dijo que tenía sueño y se quedó dormida antes de que pudiera convencerla, y...
Naomí dejó de hablar.
Porque ya había visto a Simón levantar a Xenia y llevarla directamente al otro lado de la habitación. Y luego miró a Naomí.
Naomí dijo inmediatamente, -Señor, no se preocupe, puede llevar a Xenia a descansar. Nosotros nos iremos a casa por nuestra cuenta después de comer.
No estaban embarazadas, así que aunque estaban cansadas, podrían cuidarse bien.
Simón asintió, con voz débil, -Rafael te llevará más tarde.
-Bien.
Naomí receptó inconscientemente. Pero después de responderlo, no le parecía bien. Pensó, “no es necesario que Rafael me lleva a casa. Puedo tomar un taxi.”
Después de que Simón se llevara a Xenia, Rafael y Naomí eran las dos únicas personas que quedaban en la mesa.
Naomí casi había terminado, así que dejó los palillos y dijo, -Ya he terminado, voy a volver. Tómate tu tiempo.
Con eso, se levantó rápidamente, cogió su maleta y se dirigió a la salida.
Al mismo tiempo, Rafael la siguió y se levantó.
-Te llevaré.
-¡No, no es necesario! -Naomí agitó la mano enérgicamente-. No hace falta que me lleves, volveré solo.
Rafael frunció el ceño al escuchar sus palabras, -Naomí, ¿me estás evitando?
Naomí se quedó tranquila.
Y luego Naomí lo negó con una sonrisa embarazosa, -No, no te estoy evitando, ¿y por qué te evito?
Rafael se acercó unos pasos a ella. Su aroma masculino la envolvió, y Rafael miró su pálido rostro.
-A mí también me gustaría saber por qué me evitas.
Naomí se sintió muy nerviosa cuando él se inclinó tan cerca y, subconscientemente, dio un paso atrás, -No te evito en absoluto.
-Entiendes lo que he dicho, ¿no?
Rafael miró hacia atrás y sonrió suavemente, -Por supuesto que lo entiendo. Pero déjame llevarte a casa. La última vez.
Naomí, -Lo que acabo de decir...
-Esas palabras las dijiste ya cuando estabas en el extranjero. No son mismas, pero entiendo lo que quieres decir. ¿O crees que yo soy realmente un cabrón?
-No me refiero a eso.
-Entonces, ¿qué evitas? Hoy, aunque no seas tú, sea otra chica con la que viajamos, y la mandaría a casa. Y es la misión que me lo dio el señor, lo que entra dentro del ámbito de mi trabajo.
Por alguna razón, Naomí sintió que decía estas palabras para tranquilizarla.
Los dos se quedaron quietos durante medio segundo. Y luego Naomí asintió finalmente con impotencia.
-Bien, puedes hacerlo si quieres.
Finalmente, Rafael la llevó a casa, directamente a la puerta.
-Gracias por traerme de vuelta hoy. Cuídate, adiós.
No era que Naomí fuera maleducada, era que ahora mismo no quería recibir a Rafael en su casa.
Abrió la puerta con la maleta, entró, y cerró la puerta en seguida.
Luego, Naomí se apoyó en la puerta y cerró los ojos.
Después, sacó su teléfono y vio las fotos. Encontró la imagen de Diego. Las yemas de sus bonitos dedos blancos recorrieron los apuestos rasgos del hombre y finalmente quedó en sus finos labios.
-Diego, yo estoy de vuelta.
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