Esposa falsa de Simón romance Capítulo 1096

-OK OK, lo que diga mi hija. Por cierto hace un momento Rafael dijo que había una emergencia en el trabajo por lo que volvió a ocuparse y debería volver mañana.

-Me gustaría que no viniera, es demasiada ayuda, ni siquiera puedo pagarla y le está quitando tiempo.

-¿Pero qué se puede hacer cuando la gente está dispuesta y no se la puede expulsar?-

Naomí suspira.

-Jefa.

-¿Qué es? -Naomí se dio la vuelta y salió de la cocina, la empleada que la llamó era la encargada del servicio de pedidos, señaló una dirección- Todos los clientes de este club pidieron diez tazones de ramen y nos pidieron que los entregáramos por nuestra parte.

¿Diez?

Naomí se quedó helada un momento, ¿pidiendo tanto? ¿Y en el Club LJ?

¿Por qué lo que hizo que suenó un poco peligroso? Podía ser que Naomí no hubiera estado muy expuesta a lugares como éste, y lo desconocido siempre era aterrador para los humanos.

Al dudar, la chica dijo, -¿Por qué no me dejas ir? Vivo cerca de allí, no debería haber ningún peligro, y conozco el camino.

Naomí miró a la chica antes de sonreír y negar con la cabeza, -Cómo voy a dejarte hacerlo, vigila bien el teléfono, mi padre aún no ha vuelto, déjame entregarlo.

Brisa se sorprendió un poco al saber que Naomí iba a salir a repartir, y además diez fideos ramen.

-¿Puedes cargar tanto?

En cuanto las palabras salieron de su boca, Naomí recogió fácilmente los fideos ramen y los metió en una pequeña caja para empaquetarlos y subirlos.

La fuerza tenía que ver con el ejercicio.

Tampoco, mientras querían hacerlo.

-Mamá, está bien, volveré después de ir a dejarlo-.

En el club LJ.

Cuando Naomí entró con la comida, fue detenida por el recepcionista, que le preguntó qué hacía. Cuando Naomí le dijo quién era, el recepcionista la miró con un poco más de desprecio y le habló con un poco más de desdén.

-Para entrega, ¿verdad? Sube por el ascensor de enfrente.

A Naomí no le importó la mirada que se echó, y se fue de todos modos.

Estaba a punto de correr hacia el ascensor cuando entró alguien de fuera, y alguien que conocía bien, y Naomí se sorprendió al verlo, no esperaba que estuviera aquí.

Era nada más y nada menos que Miguel, que había estado en su tienda hace un rato, quien vino a comer.

¿Por qué estaba aquí? ¿Debía saludarlo?

Con eso en mente, Naomí ofreció un saludo en dirección a Miguel.

Sucedió que el recepcionista vio la escena y tuvo una cara de asco aún mayor.

Miguel había venido a buscar a alguien, y estaba acompañado por alguien que susurraba algo, y sólo cuando la persona que estaba al lado de Miguel se dio cuenta de que Naomí los miraba y le dijo algo a Miguel, éste se asomó.

Miguel se congeló al ver a Naomí, que estaba de pie sosteniendo una caja de entrega, y luego reaccionó.

Y entonces dio un paso hacia Naomí.

-Señor Miguel, qué casualidad -Naomí sonrió al otro hombre y lanzó otra mirada de agradecimiento al hombre que estaba a su lado.

-Hola, has pedido el servicio de entrega, ¿verdad?

El hombre que vino a abrir la puerta, con un cigarrillo en la boca y el aspecto de un bárbaro de pueblo, se alejó después de examinar a Naomí de pies a cabeza.

-Yo no lo llamé, mis amigos de dentro y ellos lo llamaron.

La mirada de la otra persona le resultó muy desagradable a Naomí, por lo que decidió marcharse una vez que puso sus cosas sobre la mesa.

Sólo cuando Naomí entró se dio cuenta de que la casa estaba llena de un fuerte olor a alcohol y a humo, los dos olores mezclados en una mezcla nauseabunda.

Y la sala estaba llena de hombres, bebiendo con los ojos rojos.

Por si fuera poco, cada uno de ellos tenía sus brazos alrededor de mujeres vestidas con ropas geniales.

Con una sola mirada, Naomí se dio cuenta de que algo iba mal y se dirigió a la puerta, agarrando la caja de entrega.

Dio dos pasos, pero fue detenido por el hombre que acababa de abrir la puerta con un cigarrillo en la boca.

-¿Oye, oye? ¿Qué estás haciendo? ¿Te vas antes de recoger tus cosas? ¿Has venido a repartir comida?

Naomí frunció los labios y se sonrojó feo, -Lo envié al lugar equivocado.

Después de decir que iba a caminar alrededor de él, sólo para que la persona saltara y la detuviera una vez más, -¿Cómo puedes entregar en el lugar equivocado, ese es el nombre en la parte superior de la caja que estás entregando esta comida, Jaime, llamaste a esto ramen, ¿verdad?

El hombre llamado Jaime tenía su brazo alrededor de la mujer que estaba a su lado y sonreía con esa sonrisa sucia.

-¿Y bien? Te dije que la dueña de esta tienda es una chica muy guapa, ¿verdad? Mira la cintura y las piernas delgadas, sabes que no estoy diciendo tonterías, ¿verdad?

-Jaime, buen ojo, muchacha, ven aquí, déjanos probar el ramen hoy si está rico o no.

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