Era la primera vez que Naomí perdía los nervios con Diego y le decía esas duras palabras.
No lo hizo sin pensar, sino deliberadamente, porque conociendo la relación de Diego con Miguel, Naomí sintió de pronto que él se apiadaba de ella y le daba caridad.
La hizo sentir enfadada y humillada.
Estaba tan enfadada que se mordió el labio inferior. Pero en ese momento, Diego sacó de repente un bolígrafo y escribió una nota delante de ella y se la entregó.
Naomí miró la nota y le dirigió a Diego una mirada lenta, como preguntando qué quería decir.
-La dirección de la empresa, si tienes que entregar en la comida para llevar, entonces entrega en la empresa, pagaré lo que cueste.
Al oír esto, Naomí comprendió por fin lo que quería decir.
Y Miguel, que vio esta escena, realmente no pudo evitar suspirar en su corazón por su mejor amigo, tal vez no debería haber llamado a Diego hoy.
O, tal vez, si se fuera después de llamar a la gente, la niña no pensaría en que él y Diego se conocen.
El enfado de Naomí no se había calmado del todo, por lo que el siguiente movimiento de Diego le echaba más leña al fuego en estos momentos.
Al fin y al cabo, el acto de repartir era una profesión habitual a los ojos de mucha gente, e incluso cuando iba a entregar algo, la recepcionista la miró con desprecio.
Cuanto más pensaba en ello, más ira ardía en el corazón de Naomí. Miró la nota que tenía delante como si se tratara de un incendio.
Lentamente, ella extendió la mano y tomó la nota.
Los labios de Diego se fruncieron ligeramente mientras miraba los movimientos de Naomí, siempre con la sensación de que algo iba mal.
-Entonces tengo que agradecer a usted su generosa caridad, pero nuestra tienda es pequeña y no puede servir a un cliente tan grande y poderoso como su Grupo.
Una vez terminadas estas palabras, Naomí arrugó la nota en una bola frente a la cara de Diego.
-Si dije que no te molestaría más, no te molestaré más. Además, enamorarme de ti es algo que he pensado, no tiene nada que ver contigo, es normal que lo rechaces, no hace falta que te sientas culpable ni que me compadezcas por darme una limosna, no la necesito.
Separó las manos y dejó que la bola de papel cayara.
En el momento en que lo cayó, los labios de Naomí se inclinaron con una sonrisa de autodesprecio antes de darse la vuelta y salir corriendo.
El ceño de Diego se frunció tanto al mirar la espalda de la niña mientras corría cada vez más lejos, que Miguel no pudo apartar la vista de él y le instó a seguir.
-¿No vas a por ella?
Diego se quedó quieto y no se movió, sus labios se mantuvieron apretados.
-Realmente no te entiendo, ¿corriendo a la comisaría con tanta prisa sólo para cabrear a la gente con una niña? ¿Sabes hablar o no? Aunque no te hayas enamorado nunca, no tienes que ser tan de madera, ¿verdad?
Sin embargo, Diego no le prestó atención, sus ojos bajaron a mirar la nota que Naomí había arrugado en una bola.
Antes, en la fiesta, la joven se ofreció a no molestarle más y también rechazó su invitación a subir al coche de Rafael.
Sabía que había causado mucho daño a la joven, así que no intentó forzar nada.
Nunca pensó que se desarrollaría algo con la chica.
Después de todo, nunca había sido un hombre solitario y nunca había considerado el matrimonio o los hijos, por lo que la repentina persecución de la joven con tanto entusiasmo era algo que no había previsto.
La persona en cuestión era también amiga de su hermana, por lo que Diego no pudo evitar en un primer momento.
-¿Te aburres? ¿Por qué te importan estas cosas?
Al oír eso, Miguel enarcó una ceja,
-No me importa, puede que hoy ella consiga...
Estas últimas palabras Miguel no las continuó, pero se explicaban por sí solas y a Diego le dolía la cabeza.
-No me refería a eso-.
-¿Y a cuál te refieres?
Diego no respondió.
-¿Demasiada vergüenza para decirlo? ¿No puedes decirlo? Entonces, ¿por qué no lo digo yo por ti? Rechazaste a la niña y luego te arrepentiste, así que te acercaste a mí, esperando que pudiera ayudarte. Si no te hubieras apresurado a la situación hoy, no habría estado seguro de mis propias sospechas, pensando que acababas de rechazar a alguien una niña y querías compensarla, pero ahora que te he visto creo que mis sospechas habrían sido correctas, y has pasado página, ¿verdad?
Diego sintió un repentino golpe en el corazón, y el dolor se extendió densamente por sus miembros, y una mirada despiadada apareció en su frente, y habló con frialdad.
-Deja de decir tonterías y de arruinar la reputación de los otros.
Con eso, se dio la vuelta y se alejó, esta vez mucho más rápido que antes.
Sin embargo, al ser ambos hombres e igualmente de piernas largas, Miguel podía seguir el ritmo aunque caminara más rápido y sin ningún esfuerzo.
-¿Por qué te miro como si estuvieras molesto? No te importan la niñas, ¿qué haces corriendo a la comisaría con tanta prisa? ¿Te llamé hace diez minutos y llegaste diez minutos después? La oficina debe estar a cierta distancia de aquí, ¿no?
Seguramente dando en el punto débil de Diego, éste se detuvo para lanzarle una mirada de advertencia.
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