Tras una sola mirada, Diego se apresuró a retirar su mirada.
-Tu ropa está sucia, así que ve a cambiarte antes de que desayunemos -dijo en un tono deliberadamente frío.
Naomí no supo qué decir, se sintió muy estúpida y asintió un poco triste.
Diego la llevó al baño y le entregó otra camisa oscura.
Naomí se sintió demasiado humillada cuando lo tomó y cerró rápidamente la puerta del baño antes de ponerse la camisa de Diego.
Al mirar la ropa que tenía en la mano, Naomí se dio cuenta de que era el mismo que había llevado la última vez.
Hoy llevaba una falda oscura, que casualmente combinaba con esta camisa.
Después de cambiarse, Naomí se escondió en el baño para volver a lavar su ropa antes de salir. Justo cuando abrió la puerta, vio a Diego esperándole en la puerta.
-¿Qué haces aquí? -dijo Naomí sorprendido.
Diego la miró y se dio cuenta de que se había puesto la camiseta, pero las mangas manchadas de agua y la ropa mojada en las manos de la chica indicaban lo que ésta acababa de hacer.
Los ojos de Diego cambiaron al pensar en lo que acababa de suceder y su garganta se estrechó mientras le tendía una mano.
-¿Ya lo has lavado? Dámelo.
Al oír esto, Naomí intentó inconscientemente entregar la prenda, pero luego retiró la mano pensativamente.
-Puedo ir a secarlo yo mismo.
-¿De qué tienes miedo? Te pones mi ropa por segunda vez, ayudándote a secarla, ¿y tienes miedo?
Tras un momento de duda, le entregó su ropa, que Diego cogió y se dirigió al balcón, con Naomí siguiéndole.
Ver a Diego secar su propia ropa y ver sus dedos tocando la tela de su camisa le produjo a Naomí una sensación especial y extraña.
Naomí se sonrojó y se dio la vuelta, dispuesta a escabullirse, sólo para que Diego la alcanzara y la sujetara del brazo.
-Baja a desayunar.
-De acuerdo.
-En realidad, no tienes que estar tan nerviosa delante de mí, como he dicho antes, ahora somos novios.
-Si realmente me tienes miedo, entonces... -el agarre de Diego en el brazo de ella se movió gradualmente hacia arriba.
Naomí se congeló un momento y antes de poder reaccionar sintió que Diego la inmovilizaba contra la pared.
Los ojos de Naomí se abrieron bruscamente al ver cómo el hombre que tenía delante se inclinaba más hacia ella, y su aliento rozaba su mejilla.
-¿Qué pasa? -preguntó, mirando con nerviosismo al hombre que tenía cerca.
Diego se acercó unos centímetros más y dijo en voz baja.
Al igual que la noche anterior en el coche, la sensación era real y cálida y le hizo sentir una agitación como nunca antes había sentido en su vida.
Pero la niña era tan tímida hoy que la mano alrededor de su cintura no estaba apretada, y Diego se quedó mirando su cara de timidez mientras seguía susurrando seductoramente, -Abrázame un poco más fuerte, vamos a continuar.
-Besar es todavía mucho más exigente...
Ella gimió un poco, pero le sujetó su cintura con más fuerza. Satisfecho por fin, Diego sonrió y volvió a besarla.
Naomí pensó que los dos podrían aprender a besarse juntos, pero poco a poco se dio cuenta de que Diego parecía dominar esta habilidad muy rápidamente, mientras que ella misma era menos hábil.
Así que Naomí se enfadó un poco y trató de resistirse, sólo para volver a morder accidentalmente el labio del otro hombre.
Pero esta vez Diego no se inmutó y, tras una breve pausa, la abrazó aún más fuerte.
La espalda de Naomí estaba apretada contra la fría pared y a Diego le pareció un poco extraño.
No sabía cuánto tiempo había tardado, pero Naomí sólo se había sentido un poco débil.
"Qué pasa, tan pronto tengo hambre..."
Cuando Diego la soltó, Naomí se apoyó indefensa en su cuerpo y dejó escapar un pequeño murmullo, -Parece que tengo un poco de hambre.
Entonces se escuchó una risa baja de alguien con una risa conmovedora.
-Entonces iremos a desayunar, sin ser exigentes -el hombre se rio.
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