En la Villa Hoikong.
Solo había una lámpara de mesa de color tenue en la habitación. Xenia, acostada en la cama, estaba medio dormida e muy inquieta.
Simón, que estaba a su lado, notó sus emociones y le tomó la mano diciendo en voz baja, -¿Estás incómoda?
Xenia tenía miedo de que él estuviese preocupado por sí misma, y ella no se sentía tan incómoda, por lo que no se lo dijo. Sonrió y negó con la cabeza.
-No, pero parece que hoy no tengo mucho sueño...
-No tengas miedo. Estoy aquí. -Simón extendió la mano y suavemente tiró de su cabello detrás de la cabeza con la voz tranquila y poderosa, dándole una gran sensación de seguridad.
-Lo sé -Xenia asintió y cerró los ojos de nuevo para provocar somnolencia.
En realidad, tenía bastante sueño y quería dormir, pero le molestaba el vientre. Ese sentimiento le era un poco familiar... exactamente igual que la noche en que dio a luz a Bernabé.
Pero aún quedaban dos días antes de la fecha prevista. ¿Daría a luz con anticipación?
“No te asustes.” Xenia cerró los ojos mientras se consolaba.
Después de un tiempo, se quedó dormida, pero la sensación incómoda en el vientre se hizo cada vez más fuerte, como si el pequeño fuese a salir.
Xenia volvió a abrir los ojos y se encontró con los nerviosos de Simón.
Sus labios se abrieron, e incluso era difícil producir voz.
-No te pongas nerviosa. He hecho una llamada y mi tía acudirá pronto.
-¿Raquel? -Xenia asintió pensando que Raquel había sido médica y que debería saber un poco.
Simón se sintió angustiado y le secó el sudor frío de la frente, -¿Te duele el vientre?
-Sí, un poco -Xenia asintió con la cabeza. La sensación de incomodidad era más obvia que antes. Sintió que realmente podría tener que dar a luz con dos días de anticipación.
Después de que viniese, le contó a Raquel esa idea.
Efectivamente, Raquel llegó pronto. Estaba acompañada por el señor Jorge. A Jorge, quien estaba apoyado en su bastón, se le llenaba de tensión el rostro viejo.
-¿Qué te pasa? ¿Estás a punto de dar a luz?
Raquel lo miró sin remedio, -Por favor, a usted le pido que no me sigas ni te metas en eso. Insiste en venir conmigo a medianoche. Está bien si estás aquí. Que se calle y no hable todo el tiempo. Si me pusiese a trabajar, no tendría tiempo para contestar sus problemas.
Jorge, que fue reprendido por su hija, no estaba enojado. En esos días se había acostumbrado a que lo golpeen las señoras. Había hecho algo mal cuando era joven. Su hija ya estaba dispuesta a acompañarlo a su lado, que no le importaba cómo le hablase ella.
De todos modos, solo necesitó saber que su hija todavía lo tomaba como padre en el corazón.
-Si no tienes tiempo para hacerme caso, déjame solo. ¡Solo cuida bien a mi nieta Xenia!
Esa frase fue bastante humanitaria y Raquel estaba muy satisfecha, por lo que no dijo más.
Entró en la habitación de Xenia y Jorge la esperaba afuera.
Poco después, vio que habían expulsado a su nieto Simón. Se dijo una palabra en el corazón, y luego se adelantó para hablar con él.
-Simón, ¿cómo está? ¿Xenia está a punto de dar a luz?
Las cejas de Simón se veían tensas y sus labios, apretados en una línea recta. No respondió a las palabras de su abuelo. ¡El aura de su cuerpo era muy fría!
Jorge originalmente temía que se aburriese fuera de la sala de partos. Luego de todo, ese chico que se llamaba Simón no hablaría con él mismo. A juzgar por su apariencia, podría morirse de prisa si estaba ansioso, por lo que planeó dejar que Bernabé le acompañase, que podría charlar juntos más tarde.
No esperaba que Raquel realmente negase su idea directamente. “¡Por dios que no!” pensó.
-¿Quién te ha dicho que solo causaremos problemas? La nieta dará a luz y toda nuestra familia debe acompañarle. Aunque no podemos ofrecer ayuda, somos capaces de hacer una demostración de poder. Que todos vean lo importante y lo grandiosa que tiene la nieta de la familia Carlos. Hay tanta gente para acompañar el parto en medio de la noche.
Raquel ni siquiera sabía qué contestar.
Parecía tener sentido. Raquel descubrió que no podía refutarlo. Era realmente ...
-Raquel, crees que lo que dije es correcto, ¿no? Date prisa y llama a Bernabé.
El sirviente miró a Raquel y luego al abuelo, pareciendo estar preguntando.
Raquel no tuvo más remedio que asentir con la cabeza, -Ve y llámalo. Si se duerme demasiado, entonces no lo despiertes.
-Voy a llamarlo yo mismo -el anciano inmediatamente dio un paso adelante con el bastón.
Nadie habló y Raquel estuvo libre por un tiempo, pero Simón pronto llegó en el coche. Raquel le indicó que recogiese a Xenia y lo pusiese en el asiento trasero del coche. Condujo Simón y Raquel la acompañó a Xenia detrás. Probablemente fue porque tenía prisa, salió en un parpadeo de la Villa Hoikong.
Cuando Jorge finalmente despertó a Bernabé dormido y lo vistió, el edificio ya había estado vacío.
-¡¡Dónde está la gente!! -exclamó el abuelo un poco insatisfecho, -¿No puede esperarnos un rato?
Bernabé parpadeó y no sabía qué había pasado, pero podría adivinar un poco con su ingenio.
Justo antes Jorge le dijo que hubo un asunto y le pidió que se levantase rápidamente. No podía adivinar qué era, pero ahora que vio que sus padres no estaban allí, Bernabé podría adivinarlo. Tiró de la manga de Jorge, susurrando, -Bisabuelo, mamá va a dar a luz a un bebé, ¿verdad? No le espera el tiempo a nadie. Está bien que vamos solos luego.
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