¿Hasta que estuviese embarazada? ¿Cómo era posible?
Xenia se sintió tan enfurecida que casi iba volviéndose loca, pero como no tenía fuerza, solo fue manejada por él. La inferioridad de ese tipo se manifestó después de cinco años.
-Come.- Les acercó la cuchara a los labios.
Mientras Xenia pensase en lo que le hizo antes y en lo que le dijo, se puso furiosa. Giró la cabeza directamente y no se molestaba en prestarle atención.
-No como. Si decides vigilarme durante 24 horas, entonces te digo que no desperdicies la energía.-
Ella levantó la cabeza y lo miró con los ojos fríos.
-¿Crees que me atrapaste aquí, y después de dejarme embarazada, no encontraré la oportunidad de matar al bebé? -
-¡Cómo osas! -
-Puedes intentarlo. ¿No oso? -
Tenía la barbilla pellizcada. Los ojos de Simón parecían arder con fuego. La fuerza en sus manos aumentó.
-¿Crees que si te dejo estar embarazada, te daré la oportunidad de matar al niño? -
-¿Por qué? ¿Por qué? En ese entonces deseabas alejarme de ti, pero ahora me haces presa a tu lado. ¿Acaso no me tratas como humano en absoluto? ¿Piensas que soy una mascota que siempre venga por ti como quieras? -
Hablando de ese año, a Simón se le oscurecieron los ojos un poco.
-¿Y tú? Te pedí que vinieses al banquete. ¿Por qué no viniste? -
¿Por qué ella no acudió?
Xenia recordó el accidente de tráfico. Si Óliver no la hubiese protegido en ese momento, habría sido posible que ni siquiera tuviese la oportunidad de acudir al banquete. Desafortunadamente, incluso si ella llegó, todavía no vio a Simón.
Más tarde, cuando ella corrió hacia el estacionamiento, Simón ya se había ido en coche. No se rindió y fue a la Villa HoiKong.
Sin embargo, él la rechazó.
Se mostró reacio a darle la oportunidad de explicarse. ¿Qué cara tiene para preguntarle por qué no vino al banquete?
Xenia solo quería reír. Se le enrojecieron los ojos un poco, mirándolo a Simón.
-¿Cómo sabes que no fui? -
Había un poco de escarlata en sus hermosas pupilas. Y el rojo claro en las esquinas de sus ojos coincidía con la debilidad de su rostro en ese momento.
-¿Fuiste tu? -
Los ojos negros la miraron, como si quisiesen explorar algo de su rostro.
¿De verdad ella fue al banquete esa noche? Esa respuesta era esencial para Simón.
Xenia giró la cara, sin desear respondérselo. Ya no fue tan importante que ella haya estado allí o no.
-¡Contéstame! -al verla evitar, Simón aumentó la fuerza en su mano y le echó la cara hacia él.
Ojos tristes se encontraron en el aire.
-Dime, ¿fuiste al banquete ese día? -
-¿Es esto importante?- Xenia no respondió a la pregunta e incluso le preguntó, sonriendo con una mueca de desprecio, -¿Qué? ¿Quieres perdonarme con compasión cuando te dije que había estado allí? ¿O quieres torturarme de forma duplicada si te dijo que no? -
-Dije que no me lo comeré. -
-¿No comes? -Simón enarcó las cejas, -Si no comes, ¿estás segura de que tienes la fuerza para dar a luz?-
-¡Tú! -
Inesperadamente, se le dio una ocasión verbal nuevamente. Xenia estaba tan enojada que se molestó, y sus ojos se volvieron negros otra vez. No tenía medios de decir nada sobre él.
Pensó por un rato y tiró de la colcha para acostarse.
Simón detuvo su movimiento, -Si no quieres que te obligue a encontrar una manera de alimentarte, levántate y come. -
Xenia lo ignoró y tensó la colcha para cubrir su cuerpo con ira. Pensando, simplemente no come, ¿y era posible que todavía pudiese verterla en su boca? Cuando la estrangulé hasta la muerte, no supo quién estaría angustiado.
Pensando en eso, cerró los ojos y lo ignoró.
No hubo movimiento detrás de ella por un momento. Después de un tiempo, Xenia pareció escuchar el sonido de la colisión de porcelana. Cuando todavía se preguntaba qué estaba pasando, su hombro estaba en realidad sostenido, y luego sintió la suavidad sobre sus labios antes de que ella pudiese reaccionar.
A Xenia se le agrandaron los ojos y vio a Simón cerca. Con los ojos abiertos, a ella le abrió los labios y los dientes y le pasó la sopa de arroz que tenía en la boca.
¡Ese bastardo!
¡Ah tan repugnante!
Xenia trató de alejarlo, pero no pudo empujarlo por la fuerza que tenía en absoluto. Los dos iban y venían, y un bocado de sopa de arroz se le metió en el estómago de esa manera.
Retiró los labios y la lengua, contando con los ojos con un toque de lujuria.
-¿Lo comes tú misma o sigo alimentándote? -
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