-¿Algo más? -murmuró Xenia, recordando que el último contacto con él era cuando irrumpió ese hombre.
-¿Dijo algo? -Giuliana la miró ansiosa.
-Creo que no -dijo Xenia.
-¿Segura?
-Sí, he limpiado la ventana y después salí de su oficina -dijo Xenia, ocultando lo del contacto estrecho con él.
Pero Giuliana no la creó todo, porque con la exigencia y la seridad que tenía Simón, ¿cómo la podría dejar en paz si no hizo bien su trabajo?
Pero viendo su estado tranquilo, pareció que no le había pasado nada fatal, entonces Giuliana no la molestó más, -Entonces, vete a trabajar.
-Vale.
Cuando Xenia volvió con los trabajos, Giuliana se fue al despacho de Simón.
La miró curioso y frío, como un lobo clavó a su presa. El estremecimiento de pronto le recorrió a ella todo el cuerpo.
-¿Pasó algo? -Simón apartó su mirada.
“¡No está enojado!” pensó Giuliana con aún más curiosidad.
-Pues, lo de la limpia… -dijo con frases entrecortadas.
-Ha terminado ya -la interrumpió Simón en un tono tranquilo.
Su tranquilidad le impidió seguir con las preguntas, entonces ella respondió, -Si ha terminado ya, pues no tengo nada más que decir. De todas maneras, le pido perdón por lo de la limpieza. No la he explicado bien, y la próxima vez…
La escuchó con paciencia, pero no dijo nada.
Viendo que estaba callado, ella dijo, -Entonces no le molesto más.
Apenas salió de su oficina, Simón la detuvo, -Espera.
-Hagas el favor de llevarte con ellos -la indicó los utensilios en el suelo.
“¿Los dejó Xenia?” pensó Giuliana, “Pero con los líos puestos aquí, ¿no está enojado el Señor Simón? Además lo dijo con tranquilidad, ¡coño! ¿Es todavía el Señor Simón que conozco?”
Como no se le ocurrió nada mejor explicación para su tranquilidad, Giuliana se marchó con ellos.
De hecho, Xenia también compartió con ella la misma duda por su actitud.
Pero Xenia tuvo que explicárselo bien, -De hecho, tampoco lo entiendo. Puede que hoy goce de buen humor y me toca la suerte.
Era la única razón que podía explicar, porque la suerte era a veces algo misteriosa, y suficiente.
Con su actitud sincera, Giuliana no siguió interrogándola y volvió con lo suyo.
Suspiró Xenia profundo, “No sabe nada aún.”
Luego todo pasó normal, excepto los cafés que le sirvió Giuliana uno tras otro a su oficina.
“¿Qué le pasó con el café?” pensó Xenia.
-Giuliana, ¿no te parece que Señor Simón bebe demasiado café? -Xenia dijo preocupada.
-Sí me parece -dijo Giuliana, -Normalmente se bebe dos o tres vasos al día, las dosis excesivas son peligrosas.
-Desde hace poco no deja de beber el café, supongo que no descansa bien en estos días -dijo Giuliana.
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