Rafael miró a Naomí y le respondió, - Para mí la temperatura está perfecta. No siento nada de frío.
Fue en ese mismo momento cuando Naomí también levantó la vista. De esta manera, las miradas de los dos se encontraron.
Ese encuentro no duró más de tres segundos, porque Rafael retiró su mirada con mucha prisa. Luego, giró su cabeza para que ella no viera su rostro, y le dijo, -Has recogido los boletos?
La respuesta era no, porque Naomí también acababa de llegar. Entonces, los tres se dirigieron a la máquina automática para recoger sus boletos.
Cuando Naomí se esforzaba por sacar su móvil, Bernabé, le rogaba, -¿Me ayudas a quitar este abrigo tan grueso? Estoy medio cocido por el calor, ayudame, ¡por favor!
Naomí no quiso que Rafael se riera de ella por abrigar tanto a Bernabé, por lo cual insistió, -Abrígate bien para no coger un resfriado. Prometí a tu mamá que te cuidaría bien, entonces no voy a arriesgarme en dejarte expuesto al frío.
Xiaomi hizo pucheros y le intentó convencer, -Pero vamos en secreto, aunque me resfríe, mi mamá no lo sabrá.
Naomí le advirtió, -¿Acaso te vuelves tonto por el frío? El objetivo de nuestro viaje es verla, es imposible que no lo sepa si te queda respriado al llegar allí. No voy a...
Ella quería darle un rechazo muy firme, pero fue interrumpida por Rafael, quien había dejado su equipaje a un lado para tener libres sus manos. Éste se arrodilló, y salvó a Bernabé quitándole el abrigo.
Naomí no entendía lo que estaba pasando y se preguntó, -¿Qué le pasa a Rafael?¿ Acaso está sordo?
Rafael dobló el abrigo y lo guardó en su maleta, mientras Bernabé lo miraba con ojos llenos de agradecimiento. Sin la restricción del abrigo, Bernabé se sintió tan ligero como si fuera una pluma. Dio un respiro profundo, y luego lanzó a Rafael una gran sonrisa y un montón de palabras dulces como su manera de dar gracias.
De este modo, Bernabé consiguió dejarle una impresión muy buena: un niño educado, extrovertido, agradable, y tierno. Rafael empezó a sentir mucho cariño por él.
Mientras Rafael miraba a Bernabé, estaba pensando, “Este niño tiene una cara igual que Simón, pero su forma de hablar, su comportamiento y su personalidad son totalmente diferentes. Si Simón tuviera la elocuencia y la personalidad de Bernabé, no habría tenido tantos problemas en su vida...”
Mientras él estaba absorto en sus pensamientos, de repente fue despertado por los gritos de Naomí. Naomí se enfadó un poco al ser ignorada y Rafael la calmó inmediatamente. Le mostró su consideración deciendo, -¿Por qué no te quitas la chaqueta? ¿No te sientes ahogada por el calor?
Sin embargo, Naomí lo rechazó sin pensar, e incluso le advirtió que no se metiera en lo que no debía, y que ella misma se quitaría la ropa si tenía calor.
Rafael quiso leer la mirada de Naomí para averiguar de dónde habían salido tal enojo y agresividad. No obstante la cicatriz en su cara le quitó el valor de verla cara a cara. En vez de fijarse en ella, giró la cara muy rápido hacia el otro lado sin saber que este movimiento hizo que Naomí le malentendiera.
Naomí pensaba, “Este hombre es tan extraño, ¿por qué evita ver mi cara, ni tener contacto visual conmigo? ¿Le he ofendido? ¿O mi cara está manchada?” Entonces se dio la vuelta, sacó su móvil, y lo utilizó como un espejo para saber el estado su cara, pero no encontró nada raro, ni suciedad, ni maquillaje caída. Por lo tanto, le pareció un hombre aún más extraño.
-Me encargo de recoger los bletos.- Tan pronto como las palabras salieron de la boca de Rafael, el celular de Naomí fue arrebatado por éste porque él necesitaba la información guardada en el dentro.
Una vez que Rafael hubo elegido los asientos y recogido los boletos, los tres fueron a hacer cola para pasar el control de seguridad.
Bernabé se sentía bastante cómodo después de quitarse la ropa extra, pero la pobre Naomí siguió soportando el calor sofocante como pago por su insitencia.
Tras terminar las palabras, Rafael bajó la cabeza y se fijó en su propia mano que había sostenido Naomí.
*
El tiempo pasó volando, y pronto llegó el día acordado para salir del hospital. Durante estos días, Xenia llevaba una vida extremadamente sosa, porque sólo podía hacer tres cosas: comer, dormir y pasear de vez en cuando por el jardín de abajo.
Una vez durante su paseo, Simón se fue por un rato, dejando a Xenia caminar sola. De repente, un joven se la acercó para ligar con ella. Justo cuando él saludó a ella, Simón regresó. Al notar que Simón le miraba con ojos de enemigo, ese jóven se apresuró a decir “lo siento” y se fue a toda leche.
Más tarde, Simón llevó a Xenia de vuelta a la habitación para poder ir tranquilo a hacer los trámites para sacar la alta. Cuando volvió, todavía estaba molesto por lo que había pasado antes, e incluso se puso muy celoso. Cuando Xenia le vio una expresión muy extraña, le dijo, -¿Estás enfadado conmigo? ¡Soy inocente! Fue él quien se acercó a hablar conmigo, no fui yo.
Simón entrecerró los ojos y la miró por un momento, luego se inclinó hacia ella. De repente le levantó la barbilla, y le preguntó en voz ronca, -¿Parece que te agrada que alguien te haya abordado?-
Xenia se rió y abrazó su cuello con mucha ternura, diciendo, -¡No es verdad! Lo que pasa es que me divertí mucho de verte con tantos celos.
La palabra “celos” hizo que Simón se quedara helado, y entonces empezó a reflexionarse, “¿Tengo celos por ella? He estado deprimido durante estos días por saber que está embarazada. ¿Eso también se debe a los celos?”
Por lasúltimas noches, Simón perdía el sueño a menudo pensando sobre su embarazo. Consideró que había sido engañado y traicionado, sintiéndose como un tonto fácil de manipular.
Sin embargo, pasara lo que pasara, él seguría amándola y estando celoso por ella. Cualquier otro hombre que intentara acercarse a ella, !no estaría permitido¡
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Esposa falsa de Simón