La vecina siempre había creído que Xenia era de carácter plácido y fácil de intimidar, pero nunca había imaginado que su manera de habla fuera tan poderosa. La vecina parecía un balón desinflado, muy frustrada y desanimada.
Xenia no quería seguir con este rollo, y dio la vuelta para entrar en su casa dejando a su vecina congelada allí.
Un rato después, la vecina desistió de montar más escándalos, y se bajo para verter la basura. Al pasar por la esquina de la escalera, sorprendió a Simón apoyado en la pared. Los ojos de ésta se iluminaron al instante y le saludó con mucho cariño como si Simón fuera su propio novio.
Sin embargo, Simón no le hizo caso, ni siquiera quiso levantar la cabeza para verla. La mujer, por sintirse humillada, estaba a punto de marcharse cuando fue detenida por la respuesta de Simón: ¿Me conoces?
La vecina se volvió de inmediato y le miró con una sonrisa muy tierna. Al fijarse en la cara de Simón, se arrepentíó tanto de no haberse puesto más sexy cuando salía de casa.
Ella pensaba, “¡Es guapísimo! Ay... casi me desmayo ante su belleza. ¿Por qué escogí a un feo y pobre como mi novio? Si yo tuviera la suerte de Xenia para encontrar a este hombre antes de Xenia, este sería mi novio. A lo mejor, todavía no es tarde...
Ella estaba preparada para atraer a Simón con todas sus estrategias. Primero, le lanzó una mirada amorosa pero con toque de tímidez para llamarle atención.
Sin embargo, Simón la respondió con miradas muy feroz. La mujer casi se cayó de miedo. Escuchó a Simón diciendo, -Si vuelves a molestar a Xenia, te aseguro que no podrás sobrevivir aquí, ni en la Ciudad Z. Es tu suerte que yo nunca use violencia contra las mujeres, si no, podrías morir en mis manos...
Las amenazas de Simón hicieron que la mujer tuviera un rostro palideciera de miedo, sin atreverse a decir ni una palabra.
-¡Lárgate!- Simón le ordenó. El siguiente segundo, la mujer echó a correr, y por descuido y susto, tropezó y cayó al suelo. Soltó un grito de dolor, y luego se levantó para siguir su escape.
Xenia estaba en su habitación, cuando oyó vagamente un grito. La voz le parecía igual que la de su vecina. No estaba muy segura de eso porque no había escuchado nada más para comprobar de quién era. Aunque pudiera ser de la vecina, no haría nada, porque no quería meterse en ningún lío más.
Xenia abrió el cajón cerrado con llave y sacó de él una foto marcada de Bernabé. Luego, la miró y murmuró, -Mi amor, espérame con más paciencia. Seguro que llevaré a tu papá para verte.
Xenia acariciaba la foto de Bernabé por un rato, luego la metió en la gran bolsa que había preparado. Pensaba, “¡Perfecto! Con esta bolsa no Simón no se enterará de ninguna manera.”
Después de todo, cuando Xenia estaba a punto de levantarse, sintió un fuerte dolor en el vientre. Esto la procupó mucho por el bien del bebé. Decidí sentarse para esperar que ese dolor no siguiera. Allí sentada, acariciando suavemente su vientre, susurraba hacia su vientre, -Chiquitito, no seas travieso, por favor. Hoy es la Nochevieja, debes portarte bien. Mamá no quiero volver al hospital ...-
Al ver que ella se detenía y parecía asustada, Simón le preguntó, -¿Por qué no te sientas aquí?
Xenia tartamudeó pero no le ofreció una buena explicación. Ella seguía allí en vez de obedecer a él.
Simón la obsevaba y le preguntó, -¿Me tienes mucho miedo?- Luego, miró hacia el vientre de Xenia, y agregó, -¿Tienes miedo de que le haga daño a tu bebé?
Esta pregunta logró palidecer a Xenia. Ella miró a Simón pasmada, mientras afirmó que ella no se había equivocado en que Simón era el que estaba en la puerta. Aún así, ella no creía que él hubiera acertado su embarazo solo según su charla con su bebé.
Xenia pensaba, “ Es muy posible que él ya ha conocido la noticia de mi embarazo en la estancia en el hospital. Por eso, él siempre me da la sensación de que no está de buen humor, además de estar distrído.”
Xenia necesitó comprobar sus suposiciones, por lo cual trató de infundirse a sí misma algún valor y le preguntó, -¿Ya lo sabías en el hospital?-
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