Falso Amor Del Italiano romance Capítulo 7

LYNETTE

—Uno de los grandes beneficios que tendrás, es que podrás estar cerca de los gemelos —finaliza con simpleza.

Me congelo cuando Brent me cuenta sus planes, se quiere casar conmigo porque no está dispuesto a hacer lo que su padre le demanda, no me habla mucho de su empresa familiar, tampoco sobre su familia, hasta ahora, solo sé que tiene un padre, el abogado me hace leer las cláusulas den trato en caso de ser firmado por voluntad.

—Mi cliente, el señor White, por hacerle este favor de comuna cuerdo, está dispuesto a dejar que permanezca en la vida de los gemelos, por el resto de sus vidas, es decir, podrán ir a visitarla a los Estados Unidos, pasarán vacaciones y veranos juntos, luego ellos tendrán que regresar a Italia, siempre sabrán que usted es su madre —añade Fabricio.

No dejo de remover mis manos, sigo pensando que esto debe tratarse de una pesadilla, o de un mal rato.

—Lo que me pide… no puedo, es decir…

—Piénsalo —me interrumpe Brent—. Te estoy dando la oportunidad de seguir viendo a mis hijos, a cambio de dinero y de que te cases conmigo, solo será por un año, no más, está estipulado, además, te hará falta el dinero, por el asunto del caso cardiaco de tu madre, tienes ya para el trasplante, pero falta la recuperación, y vivir mejor.

Me muerdo el labio inferior, él tiene razón, sin embargo, esto va en contra de mí, si de por sí, haber prestado mi vientre para ser una madre subrogada, ya fue demasiado y estar a otro nivel, el ahora casarme por primera vez en la vida con un hombre al que no conozco de nada y que solo es el padre de mis hijos, hace que solo quiera salir huyendo.

Ambos hombres se dan cuenta de ello, por lo que el abogado suelta un largo suspiro de exasperación, y Brentt me sigue estudiando con suma cautela.

—No te pienso presionar —se pone de pie y mira a mi hijo—. Pero estarías favoreciendo a los gemelos.

Respiro profundo, miro a mi hijo, de ser otra clase de mujer, aceptaría el dinero, le dejaría la bebé y me iría para no volverlos a ver, el asunto es que me he encariñado demasiado con Malek, como para dejarlo, después de todo es mi sangre y mi carne.

—Quédate aquí esta noche, te daré un día para pensarlo —Brentt se dirige hacia la puerta de sus despacho—. Los beneficios son muchos por algo tan poco que te pido, un año, recuerda, solo un año y luego nos separamos.

Enseguida sale junto con su abogado, dejándome sola con mi hijo, la puerta no tarda en abrirse de nuevo, esta vez muestra a una mujer menudita, de tez morena y cabello caoba, con un par de ojos enormes color ámbar.

—¿Señorita Finn? —me pregunta haciendo una ligera reverencia.

—Sí…

—Sígame, por favor, la llevaré a la habitación de los gemelos, podrá verlos y después le mostraré su habitación para que se dé una ducha de agua caliente y pueda descansar.

No reniego, no podré salir, cambio de posición al bebé y sigo a la mujer, subimos un par de escaleras que suben de manera en caracol, luego caminamos por un armonioso y extenso corredor, adornado con puertas de caoba, finamente barnizada hasta que se detiene frente a una, con sumo cuidado abre, me da el paso y al entrar, el olor a bebé inunda toda la estancia de la elegante habitación.

—Aquí está —me dice la mujer.

Localizo el cunero en medio de la estancia, las manos comienzan a sudarme, los pies se me mueven por si solos, sin esperar órdenes, mi corazón palpita con tal frenesí, que en estos mismos momentos no me interesa saber si se puede salir de mi pecho a causa de la emoción, al acercarme, un bebé idéntico a Malek, se asoma con sus ojos verdes, tan intensos como los de su padre, mis ojos se llenan de lágrimas y la mujer al ver mi situación, tal vez por lástima o no sé, me ayuda con el otro bebé, Mael, y lo coloca en mi otro brazo.

Bastan esas sencillas palabras para llamar su atención y que me mire por encima del hombro.

—Llámame Brentt, tenemos hijos, me parece que somos más que desconocidos en estos momentos —ancla sus ojos verdes en mí.

—Bueno… Brentt, quisiera pedirte permiso de que me dejes pasar la noche aquí, con los gemelos —cierro y abro los puños con destreza.

Una manía que tengo desde muy pequeña, cuando algo me inquieta, me preocupa o me atemoriza, en este caso me parece que son las tres al mismo tiempo. Brentt se queda en silencio un segundo, detalla mi cuerpo hasta que sus ojos se suspenden sobre mis pechos, se da cuenta de que lo observo y cambia el rumbo hasta llegar a mis pies.

—Está bien —se limita a responder.

Un rayo de luz me inunda, al menos podré pasar la noche con mis hijos y de ese modo pensar mejor las cosas.

—Gracias —me apresuro a decir, incapaz de ocultar la sonrisa que ensancha las comisuras de mis labios.

—Qué descanses, Lynette.

Sale de la habitación y me siento más relajada, las siguientes dos horas me quedo admirando y velando el sueño de mis bebés, hasta que poco a poco el sueño me gana, ya no pienso en nada, no dejo que algo me aturde, solo qué medo amando y deseando pasar más tiempo con las dos personitas que se han robado por completo, mi corazón.

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