- Tienes manos delicadas...
- Gracias -dijo, avergonzado-. ¡Mi pulso se acelera hasta el límite!
Acercándome lo más posible, presionando sus labios carnosos contra mi oreja. Susurra irónicamente:
- ¿También saben acariciar suavemente una polla?
Me echo hacia atrás, siseando:
- Basta, por favor. Siéntate y no me distraigas. ¡No quiero hacerte daño!
Ante estas palabras, Damir sonrió suavemente.
- Ven a mí...
- ¡Oh!
De repente, me cogió por la cintura y me echó encima, obligándome a abrir las piernas y a montarle encima.
- Así es mejor, mucho más cómodo. Sigue...
La sangre retumbó en mis oídos, mi respiración se aceleró. Tanto él como yo.
- Ya casi está. Todo lo que queda es una tirita.
Se estaba haciendo demasiado duro para sus piernas. De repente había una cantidad decente de elevación.
¡Dios! ¡Es imposible hacer algo en estas condiciones!
Volví a rebuscar en el botiquín, viendo que no podía encontrar una tirita allí. ¡Sí! Un coche tan chulo, y se han ahorrado dinero en tiritas.
Vale, estoy bromeando. Al parecer se les acabó y no tuvieron tiempo de poner uno nuevo.
Ahí va de nuevo.
¿Sigues intentando llevarme a la cama?
Quiero indignarme, pero Damir me interrumpe en voz alta, chasqueando los dedos hacia la ventana.
- ¡Aquí vamos! Hogar de niños número cincuenta y seis, como usted pidió, Yana Vladimirovna. Salgamos.
Mordiéndome la lengua, negué con la cabeza.
Dios mío, ¿cómo puedo sobrevivir con este monstruo durante ocho meses?
No me lo puedo imaginar.
Afilado como un huracán, besándose en medio de la nada y bromeando sobre los preservativos... Parece que esto era sólo el principio de una fantasía violenta de multimillonario prepotente.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Heredero de un multimillonario