- ¡No digas nada más! Ya me conoces. Lo quiero, lo tomo.
Damir no puede apartarse de mis labios, de mi cuello, de mi pecho.
Me besa sin parar, hasta el punto de que pierdo la noción del tiempo y no sé qué hora es, la hora del día, el día de la semana, el año...
Con sus manos me manosea por todas partes, me acaricia, me frota. Cada centímetro de mi cuerpo, que ya no es mío sino suyo.
Me convierto en prisionero de una viciosa estupefacción y vivo sólo por mis instintos.
Sueño con suprimir el calor furioso entre mis piernas por cualquier medio...
Es la tortura más insoportable.
Me marcan, me acarician, me besan. Todavía en mi sujetador, pero Damir sigue atacándome con besos, acercándose a él para hacer pedazos el fino encaje con sus dientes.
Y lo hace.
Me arranca el sujetador, dejando mis pechos al descubierto.
- Estaba tan obsesionado contigo que incluso te follaba en sueños... Soñaba contigo casi todas las noches.
Vuelve a atacar mis labios, mordiéndolos acaloradamente.
- Ahhh...", gimo en su boca, abriendo más las piernas.
- Me encanta el sabor de tus labios. Más dulce que las fresas...", pasa la lengua por encima. Se aparta brevemente para quitarse las bragas.
La carne grande y larga se sacude junto a mi muslo.
Trago saliva, mirando a su hermoso gigante.
Está a punto de suceder...
Damir me baja las bragas, rodea mi polla con su mano y presiona la cabeza contra mi pecho. Presionando... Frotando contra los suaves pétalos, ahogándose en la humedad, preparándose para entrar.
- ¡Estás muy mojado! - ...y deja escapar un ronco suspiro.
Al sentir su carne dura, gemí yo misma, echando la cabeza hacia atrás y arqueando mis lomos como si le pidiera que se corriera encima de mí.
- Sí, ¡vamos! Quiero verte liberado, receptivo, ¡preparado para todo! Queriendo mi polla...
Moví mis caderas.
Hasta ahora, sólo ha entrado la cabeza...
Damir se acercó con más fuerza, apretando los músculos de los glúteos. La mesa comenzó a balancearse ligeramente. De ella cayeron papelitos y papeles.
- ¿Te ha dolido? ¿Te gusta?
- Sí... sí... ¡No pares! - Me atraganté con la locura que me envolvía hasta las puntas del cabello, canté.
¡Es increíble lo bien que me siento!
Sinceramente, no me lo esperaba.
Después de asegurarse de que estaba cómoda y de que no me dolía su gran tamaño, me dio unos cuantos empujones y me llenó hasta el borde.
Su órgano se movía ahora coherentemente dentro de mí como un pistón, elaborando los movimientos precisos.
Apretando sus músculos, grité de placer.
- Ugh, estás gritando... ¿Quieres ir más rápido?
- ¡Sí! Moví las caderas en señal de acuerdo.
- ¡Muy bien, chica! Te estoy cogiendo... Estoy acelerando.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Heredero de un multimillonario