(Una semana después).
***
- ¡Jana! ¡Hola! ¿Cuánto tiempo llevas sentada aquí?
Abro los ojos cuando oigo una voz familiar. Vuelvo a mi posición vertical. Creo que me he quedado dormido. Justo en el banco, cerca de la parada del autobús, cerca de la entrada del parque.
Estuve despierto toda la noche. No sólo porque mis padres se emborracharon y se pelearon de nuevo, sino porque tengo un aborto programado para esta noche.
Estoy temblando.
¡Dios, estoy tan asustada!
Es como si me enfrentara a una ejecución, no a una visita al ginecólogo.
Salí de casa a las cuatro de la mañana, y me senté allí hasta las diez, acurrucado en el banco... Se durmió...
- ¿Tienes frío? Fuera hace frío. Siento llegar tarde.
- No pasa nada.
- ¿Seguro? - Ira se inclinó, mirándome a la cara. - Estás pálido. ¿Te sientes bien?
- Sí, estoy bien.
- No te creo. ¿Tus padres te han vuelto a coger?
Sacudo la cabeza, conteniendo las lágrimas.
- Muy bien, quédate aquí. Voy a buscar un poco de café para calentarte. Ya me lo dirás después. Lo de siempre, ¿un café con leche?
Mi amiga estaba a punto de salir corriendo, pero yo le grité excitada.
- No, ¡espera! Té para mí. Sólo té.
Fui a la escuela con Ira, luego ella fue a la universidad. Sus padres le dejaron un piso de dos habitaciones y se mudaron a una casa particular, que llevaban unos años construyendo.
A veces pasaba la noche en casa de Ira cuando no quería ir a casa. Pero la insolencia no era mi fuerte, sobre todo porque ella tenía a los gitanos. A veces se queda a dormir, y no quería interferir en su perfecta relación.
Mi amigo vuelve con dos vasos de plástico.
- Toma", me tiende uno.
Un agradable calor acaricia mis manos. Sí, hoy hace mucho frío.
- Dime, ¿por qué estás tan muerto? - Se sienta a mi lado y me rodea con el otro brazo.
Respiro profundamente y al exhalar digo:
- Bueno, estoy... embarazada.
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